Hace ya unos años que tengo asumido que los distintos premios de cine que se entregan en estos primeros meses del año (Globos de Oro, Goya, Oscars…), y en especial los premios Oscars, no importan un bledo. Bueno, claro que importan, mueven muchísimo dinero e influyen en la opinión de los espectadores durante un breve tiempo.
Pero ni importan a los verdaderos aficionados al cine, ni a la historia de este arte, y a mí, cada vez menos. Sin embargo, no puedo evitar conocer nominados y premiados, y ello me condiciona inevitablemente al enfrentarme a una película que sé que ha sido premiada, porque ya sabemos que las sensaciones con respecto a una obra dependen en gran medida de las expectativas que hayamos depositado en ellas previamente.
Así, llego a ‘Green Book’ (Peter Farrelly, 2018) sabiendo que ha sido premiada a Mejor Película y Mejor Guion Original por la Academia de Cine Estadounidense, además de haber sido nominada a Mejor Montaje. Esto influye en mi posición en tanto en cuanto, engrandece la decepción que me empieza a despertar conforme la veo, pero haciendo un esfuerzo por no pensar en ello, hoy os traigo mi opinión.
Esta ‘road movie’ cuenta la historia (real, pero eso debería importar más bien poco) de un matón italoamericano del Bronx (Tony Lip, interpretado por Viggo Mortensen) en el año 1962, que consigue un trabajo de chófer/guardaespaldas/asistente de un gran músico afroamericano (Don Shirley, interpretado por Mahershala Ali) que hará una gira por el sur de Estados Unidos (recordemos que en el sur de los EE.UU. históricamente el racismo ha impregnado más en la sociedad, desde la guerra civil americana hasta la actualidad). La historia no tiene más trasfondo que el de contarnos cómo dos personas que en principio se encuentran en polos opuestos, se acabarán conociendo íntimamente y desarrollando una relación de amistad (‘Paseando a Miss Daisy’, ‘Intocable’, sí, ese tipo de películas).
El contexto histórico de los años 60 en los Estados Unidos nos lleva a una sociedad de gran segregación racial en todos los espacios públicos y privados de la vida norteamericana, pero no será esto lo que muestre la cinta. Más allá de algunas escenas esporádicas, no se respira para nada eso en la película; de hecho, el propio personaje de Don Shirley parece vivir ajeno a esta realidad, como si de un artista del extranjero se tratase. El mensaje conciliador de la obra está planteado de forma muy boba, como si el racismo se fuese más bien de una riña entre hermanos (en este caso, los dos protagonistas). Y no me vengan con el rollo de lo «apolítico», porque aquí venimos con la lección aprendida, y sabemos que toda obra artística es política. Esta visión neutra, no es sino el racismo contado por blancos progres para perdonarse a sí mismos.
A nivel actoral, los protagonistas Viggo Mortensen y Mahershala Ali han sido nominados a sendos premios Oscar como mejor actor protagonista y de reparto, respectivamente, logrando Ali alzarse con la estatuilla. Ningún pero en este apartado, ya que si no fuera precisamente por su trabajo, la película no se sostendría en ningún momento. El problema está en la historia en sí, y en los personajes que les toca defender. Personalmente, me cuesta mucho creerme al italoamericano que pasa de tirar a la basura unos vasos de agua por haberlos usado dos trabajadores negros a ser tan amiguito del pianista que le manda callar, al minuto 10 de cinta. Tampoco al artista afroamericano que no parece conocer el mundo en el que vive, actuando como un desclasado, que sin embargo sí que va tomando algo de conciencia conforme avanza la trama. La familia italoamericana, o la misma mafia del barrio, son elementos de atrezo mal escritos y dibujados.
Técnicamente, la película es tan fácil de defender, como difícil de valorar, ya que es totalmente plana. Una dirección de producción, con plano/contraplano que no arriesga lo más mínimo, una fotografía colorida pero insulsa y una música que no vas a recordar al salir de la sala, que dicen más bien poco de “la mejor película del año”. De hecho, esta última valoración se puede aplicar al conjunto de la película: Green Book no deja ningún poso en el espectador, ni va a perdurar en la memoria de nadie. Dentro de apenas un mes, nadie la recordará. Y esto es lo mejor que se puede decir de ella.