Por Samarah Ghannam
Querido humano:
Debería sentirse orgulloso si llegaran a compararle con un animal porque no vaya usted a creer que porque le digan «¡será burro!» piense que le están insultando, o porque le llamen «animal» como tal, se ofenda.
Permítame, pero de hecho muchas veces es el propio animal el que debería sentirse ofendido, porque si usted analiza bien su comportamiento y el nuestro propio llegaría a la conclusión de que hoy en día somos nosotros los verdaderos animales.
Parece mentira que teniendo esa parte racional que se supone debería servirnos para algo más que llevarla sobre los hombros lo único que hace es entorpecernos y solo la utilizamos para herir y hacer daño al prójimo mientras que aquellos que carecen de ella proporcionan más amor y bondad mientras miden cada paso que dan para evitar lastimar a todos aquellos que se encuentran a su alrededor.
¿Sentimientos? los propios animales tienen más sentimientos que nosotros; pues nosotros los escondemos y sacamos lo peor de ellos sin saber que si los aprovecháramos podríamos arreglar más de un 50% del mundo.
Deberíamos preguntarnos por qué ese empeño en esconderlos en lugar de sacarlos a relucir; he aquí la respuesta: para protegernos de nosotros mismos y de nuestros hermanos: la «raza humana». Sin embargo, debemos saber que no toda esta raza es malvada, existe un porcentaje elevado que se dedica a herirnos pero encontramos otro más elevado aún que no carece de bondad; y ¿sabe qué?, los animales son los que se encargan en gran medida a que esto así sea porque aquel que trata con un animal de verdad se le conoce como corazón limpio y bondadoso.
Cierre los ojos e imagínese por un momento que es usted un animal, pero un animal de verdad, de los buenos. Imagine que es un perro y que su querido amo llegará a casa en breves. Bien, le voy a contar qué es lo que pasa por la mente del «animal de verdad» y del “animal humano”: el humano estará pensando que su perro lo primero que querrá cuando le vea será comida pero está totalmente equivocado ya que el perro lo primero que desearía recibir al ver a su amo será una caricia y un gran abrazo. He aquí la diferencia; cuando nosotros llegamos del colegio, del trabajo, de la universidad o de donde quiera que queramos llegar lo primero que hacemos es pedir comida o ir corriendo al servicio o irnos a echar la siesta porque estamos agotados mientras que cuando el animal llega lo primero que quiere es lanzarse a nuestros brazos demostrando la más sincera muestra de amor. «Nosotros pensamos en nosotros mismos mientras que ellos piensan en nosotros».
Hoy en día gracias a las lecciones de vida que nos están dando estos admirables animales parece ser que nos estamos ablandando y estamos dejando un poco el nosotros a un lado para pensar en nosotros y en ellos, porque no vale ser egoísta, porque no vale que siempre seamos los primeros, porque existe algo más allá que la avaricia y la codicia.
Por otra parte, es totalmente respetable y comprensible que aquellas personas que no amen a los animales tengan una visión completamente diferente a la expuesta en este pequeño artículo pero, aún así, eso no les exime de tratarlos bien y de respetarles como ellos lo hacen con nosotros.
Respete la naturaleza y todo lo que conlleva ya que nosotros los “animales humanos” vivimos de ella; y fíese del animal que sospecha de un humano pero no se fie del humano que desconfía del animal.