Según la RAE, «huir»: 1. intr. Alejarse deprisa, por miedo o por otro motivo, de personas, animales o cosas, para evitar un daño, disgusto o molestia. En Huida (Ediciones En Huida, 2023) hay dos verbos que predominan: huir y amar. Ambos se complementan y enraízan y nos llevan a la infinitud, a la eternidad de una novela en la que, como dice la contracubierta, lo importante no es el porqué sino cómo el amor nos pone ante cierta realidad y luego descubrimos que huir es admitir que amar duele.
Esta es la segunda novela de Martín Lucía (Sevilla, 1976), poeta y editor de esta editorial. Comienza con Irene, una joven que vuelve a casa de noche, con temor, por una ciudad en la que ha llovido. Tropieza y se moja, representando la desdicha que es su vida, así que acude a un bar donde José, un camarero, le presta un paraguas y donde comenzará una aventura que cambia su vida. La lluvia tiene un papel fundamental en esta obra, por eso me extraña que en la cubierta de este libro aparezca un cielo completamente despejado y azul. La lluvia democratiza la soledad porque nos encierra en casa a todos por igual. Esta soledad se cierne profundamente sobre Irene desde hace tiempo. Igual que está la soledad escogida, está aquella otra obligada, y ella no sabría decir bien cuál posee o padece.
La lluvia que cae del cielo y la que cae en la ducha moja a Irene. Su vida, como la de José, es una vida en soledad con las circunstancias del trabajo sobre sus hombros. Una vida de la que les gustaría huir, desprenderse. Por eso, la desazón inunda, como la lluvia, cada una de estas páginas. Son personajes que consumen su futuro mientras se reprochan el pasado a sí mismos. Dos personajes maltratados y heridos por la experiencia de la vida y el desamor, que se ven relegados a la soledad y la desconfianza, con muros y barreras creadas para evitar más dolor. Tras este sufrimiento en el amor, les cuesta renacer y presentarse como lo que son porque nadie tiene prisa en volver a mostrarse débil ante otra posible derrota. El narrador afirma que el amor no se rompe como un cristal, sino como la madera que se va desgastando por la podredumbre. También explora las segundas oportunidades y la finitud de las relaciones. El tedio y la rutina acaban con la pasión, que se termina apagando.
Esta novela se convierte por momentos en una ratonera, una carretera con tráfico denso en la que parece no avanzarse, y esto afea lo que sería una historia corriente y con sentimientos puros. Huida está compuesta por un ritmo sutil y controlado que se entiende mejor debido a que el autor es poeta. El lirismo también se aprecia en los recursos poéticos que el autor emplea, como la anáfora, ya que hay capítulos que comienzan igual, solo que luego se bifurcan hacia la vida de Irene o la de José. La obra alterna capítulos de la vida de cada uno de ellos, personajes que son volcán, que son lava, y a los que la lluvia calma. Porque, como se dice en la novela, «el agua es como el olvido para las partes heridas de la memoria».