Escrito por Jorge Caracuel Suero
Culto no es quien quiere, si no quien puede. Ir al cine es una de las actividades más placenteras que existen. Dos horas de desconexión, sin usar el dichoso móvil y estando solo atento de lo que ocurre en la pantalla. Desgraciadamente, esta experiencia se la pueden permitir cada vez menos personas. El motivo no es otro que la subida en el precio de las entradas.
En la mayoría de cines de España, ver un filme un fin de semana tiene un precio de entre 8,80 y 9,70 euros, disparándose a más de 10 euros en algunas salas puntuales. Una de las últimas cadenas de cine comerciales española en sumarse a esta «moda» (por llamar de alguna manera la forma de cargarse el séptimo arte) ha sido Cinesa. Desde finales del pasado febrero, quien no disponga de la Cinesacard (la tarjeta del cine) deberá pagar un euro más por poder disfrutar de la película. Antes en Cinesa la Cañada, cine que frecuento, una entrada de fin de semana costaba 8,70 euros. Si no era de por sí demasiado caro, ahora lo han subido a 9,50 para aquellos que no dispongan de la Cinesacard, un precio prohibitivo.
¿9,50 por una película para que después no te guste? Esto es un atraco a mano armada y lo demás son tonterías. El público tiene muchas ganas de cine, el problema es que no puede permitirse gastar tanto dinero en una actividad que dura tan poco tiempo. Solo hay que ver la asistencia a la última fiesta del cine. Mientras que un lunes normal y corriente, no hay más de 10 personas en el largometraje más popular que se proyecta en las salas de Cinesa la Cañada, el lunes pasado, gracias a la Fiesta del Cine, todas las salas estaban abarrotadas, desde los filmes más taquilleros hasta aquellos que tienen un público más reducido.
Además, otro hándicap es que el IVA cultural no baja. Ese 21% hace mucho daño. No sirve de nada decir que hay que fomentar la cultura si desde el gobierno no se empiezan a poner soluciones. No digo que el cine vaya a costar todos los días 2,90, pero hay que tomar medidas para que el cine no se acabe de convertir en una práctica solo apta para la clase alta. Todos tenemos derecho a acceder a esta forma de entretenimiento y enriquecimiento en todos los aspectos de la vida.