“Kendrick made you think about it, but he is not your savior.”
“Savior”, Kendrick Lamar, 2022.
El planeta pareció desacelerar su rotación para los seguidores del hip hop en las últimas 24 horas de espera del nuevo disco de estudio del artista Kendrick Lamar. Pasados los 1855 días desde su último proyecto de estas características, vio la luz “Mr. Morale & The Big Steppers”, un disco doble de 18 tracks que supera la hora y diez minutos de duración, y que se coloca como una nueva obra maestra sin restricciones por parte de uno de los mayores artesanos de la lírica y el ritmo en los tiempos que corren.
Sin embargo, debemos rebobinar unos días para encontrar la primera pisada de su regreso. Lo primero que recibimos fue un single escindido del álbum que, a pesar de algunas señales y guiños durante el último mes, llegó como sorpresa para el público, y generó una oleada de satisfacción ante la vuelta de la particular presencia y el talento que caracteriza a este artista tan auténtico. Este trabajo, entretejido con la maravillosa perspectiva minimalista de pgLang, señaliza un fuerte y claro camino de empatía crítica que continuará durante el trayecto de “Mr. Morale…” como uno de los ejes que les da relieve a las emociones y reflexiones de Lamar.
Además de la transformación digital del deepfake que hace mutar al rostro del artista a los de figuras que incluyen a Nipsey Hussle, Kanye West, Will Smith y O.J. Simpson, desde el mismísimo nudo argumental inicial anuncia la polifonía que llegará luego. Tanto desde lo visual (“I am. All of us.”/ “Yo soy. Todos nosotros.”) como desde la intro que se despliega sobre los tambores de un clásico de Marvin Gaye: “Life is perspective” / “La vida es perspectiva”, anuncia. El quinto capítulo de la serie “The Heart” contorsiona al narrador, pero no a la narrativa. Brinda un manifiesto a corazón abierto en contra de la apatía social y milita la lucha por alumbrar oscuridades que ensombrecen los avances de las comunidades afrodescendientes, llamando la atención de propios y ajenos hacia la repetición de la historia y la necesidad del sentido de comunidad desde la reflexión individual.
Tras tal bomba cargada de mensaje y desbordante de calidad emotiva, llegó “Mr. Morale & The Big Steppers”. Este álbum, según el propio anuncio del artista, es el último junto a la productora independiente Top Dawg Entertainment, y será presentado en una larga gira que lo llevará durante el 2022 a presentarse en Estados Unidos, Europa y Oceanía.
“Mr. Morale…” continúa con el eje estético minimalista mencionado, pero logra comprimir en sus 9 tracks por mitad altísimos niveles de intensidad musical, retórica y política, como ya es costumbre con K.Dot. A veces con un disco se dice más que con años y años de discografías, y cada obra de Kendrick Lamar es una prueba empírica de esto.
El álbum recorre sin limitaciones ni preocupación por lo que es conveniente o correcto todo el sistema de creencias y fundamentos al que el rapero nos había abierto la puerta en ocasiones anteriores, y avanza más aún. En esos 1855 días entre el lanzamiento de “DAMN.” (2017) y este flamante proyecto, la vida de Kendrick Lamar Duckworth, atravesó importantes cambios que se reconocen en su caligrafía musical y en su voz. Lo que se mantiene más vivo que nunca es ese talento inigualable que lo convierte no solamente en un imprescindible artista desde hace ya más de una década, sino también en una figura que representa valores específicos que van mucho más allá de la música pero que se vuelven especialmente filosos en el arte y, particularmente, en esta industria y en este género.
Como un profundo respiro de aire fresco en un ambiente por momentos congestionado y sofocante. Con, además, el detalle no menor de su prolijidad para que su dedicación y lucidez, además de sus muchos talentos, encuentren un canal adecuado para derramarse por completo en sus trabajos.
Hay una confianza en la calidad de su arte para comunicar lo que es su intención comunicar, exhibe cierto talento para la plenitud y la carencia de necesidad de explicación adicional: todo, por más engorroso que sea, por más temas complejos en los que decida embarcarse, todo está allí. La respuesta está en la poesía misma, en la composición de los detalles, en los distintos niveles de trabajo. Suenan reminiscencias de aquellas palabras de David Lynch a The Guardian: “Una película, una pintura… Cada una tiene su propio lenguaje, no está bien intentar decir lo mismo en palabras (…). Es como un acto de magia, y los magos no te dicen cómo es el truco.”
Kendrick Lamar es uno entre pocos artistas de su generación que construyen un perfil bajo como parte de su identidad artística, y que aun así se ha ganado el respeto indiscutido de toda la escena musical, sin dejar rincón que no aprecie su perspectiva y sus dotes. Uno de estos dotes, sin duda, es la envidiable habilidad para comprender esencias de géneros aledaños al propio y combinarlos en formas y colores de ángulos agudos y tonalidades de luz y oscuridad sin dificultad aparente. Si algo es hip hop, esto lo es.
Tras la exploración de todo tipo de estilos, llega en “Mr. Morale…” una celebración que incluye sonidos nuevos entre los que reinan el neo-soul y el R&B contemporáneo en yuxtaposición con un ambiente que, a su vez, no se deshace de fragmentos trap o de la vibra lo-fi. Hay un cambio, como en tantas facetas del disco y del artista, que desafiará la aceptación de una masividad de oídos que recibió a Kendrick con brazos abiertos tras DAMN., y esto se condice completamente con la versatilidad de Kendrick y con todo lo que tiene para aportar desde una misma cosmovisión musical, que avanza cual topadora por donde las ramas de la inspiración lo guíen.
Las colaboraciones en la producción (The Alchemist, DJ Khalil, Pharrell Williams, Beach Noise, Sounwave, Duval Timothy, y más) no dejan casilla sin chequear en cuanto al alto rango, así como Kendrick y los artistas que lo acompañan se amoldan con soltura y facilidad a los desafíos propuestos. Las presencias de artistas como Florence Welch, Blxs, Amanda Reifer, Sampha, Tanna Leone, y Beth Gibbons aportan a la atmósfera general del disco, así como los siempre imponentes Ghostface Killah y Summer Walker, que vuelcan sus atributos sobre “Purple Hearts”. Quizás la más sorprendente de las invitadas fue Taylour Paige con su desgarradora interpretación de la mitad de un diálogo confrontativo que rasca sin temor la violencia, el machismo, la competencia femenina, y la política.
El coraje artístico de Lamar en lo sonoro y lo lírico siempre fue de pulsar sobre las contradicciones. Lo correcto y lo superficial, lo chato y lo unidimensional nunca fue de su interés. Por eso la participación en el álbum de una figura tan cuestionada como Kodak Black es un tema que decide no esquivar y atacar como a toro por las astas, al igual que discusiones sobre las presiones de la fama, la fragilidad de la masculinidad, los debates sanitarios que acarreó la pandemia, los orígenes sociales de la violencia, y la situación política mundial y estadounidense.
Un nudo más que interesante se da con los pareceres introspectivos que discute en “Count Me Out” y “Mirror”, además de los muchos elementos autorreferenciales, íntimos y familiares que habitan el disco. Algunos entran en un terreno emotivo en el que es muy sencillo perderse, como un torrente de talento y claridad en el discurso que fácilmente inunda los oídos. Casos así son la cruda y delicada “Mother I Sober”, y “Auntie Diaries”.
Esta última, por su parte, propone un relato con una aparente conexión intertextual en, al menos, uno de los nombres mencionados (véase “Sherane a.k.a Master Splinter’s Daughter”). Este relato se yergue desde una primera persona para narrar pura experiencia personal, y no se acobarda para regalar el que es, posiblemente, el primer tema de hip hop en el mundo mainstream en acercar un relato de este tipo. Y, particularmente, en ofrecer una mirada de abrazo a la comunidad LGBT+ de manera tan autocrítica y reflexiva, desafiando los estándares y las licencias que se da la escena toda.
La pisada firme sobre contradicciones diversas, como bien acostumbra K.Dot, se ve muy clara, también, en “Crown” y “Savior”: se oponen allí conflictos externos e internos, apariencias versus sentires. Aún más hondo, contrastan las mitologías y concepciones de la religión cristiana con un aura de fuerte cuestionamiento nietzscheano, la valoración del pasado con la renovación hacia adelante, la necesidad de tomar la antorcha y seguir desmalezando el camino a recorrer. “Tupac dead, gotta think for yourself” / “Tupac está muerto, debes pensar tú mismo.” Decidido, derrumba monumentos, no deshonrando gestas sino más bien llevándolas consigo, la vida no se detiene y Kendrick se planta, entonces, también imposible de detener. Y caen los ídolos: “The cat is out of the bag, I am not your saviour” / “Se sabe la verdad, no soy tu salvador.”
Hay una convivencia entre la responsabilidad del aporte comunitario y la responsabilidad de la representación, entre lo que afecta a individuo y a la comunidad, que recorre el proyecto: desde el principio, a través de las referencias al escritor alemán Eckhart Tolle, y hasta las últimas palabras pronunciadas en el disco. “Sorry I didn’t save the world, my friend, I was too busy buildin’ mine again” / “Perdón por no salvar el mundo, amigo mío, estaba ocupado reconstruyendo el mío.”
Una vez más Kendrick Lamar se adelanta a poner la vara del talento, de los debates y de la conexión con la realidad bien arriba para la escena toda. Sigue siendo un artista que no se limita a la hora de dejar en nuestros parlantes y auriculares lo que considera que es lo mejor, no lo que se busca oír y vender, y es por eso que hay cierta impredecibilidad en sus pisadas. “Mr. Morale & The Big Steppers” se une a la antología de este artista que, precisamente por todo esto, deja claro que su vigencia continúa intacta y que sigue siendo uno de los mejores artistas de la música toda en pleno 2022.