Los afluentes del corazón

Escrita por Julian Barnes, 'La única historia' presenta una historia de filosofía y reflexión siendo fiel al estilo del escritor.

La historia que nunca nos han contado es la nuestra. Nos la contamos a nosotros mismos, aunque a veces con matices ficticios, lo que adultera su recuerdo. Debemos decir adiós al pasado como memoria verídica y dar la bienvenida a nuestros recuerdos corrompidos por lo que realmente queremos creer que pasó.

La colección Panorama de narrativas de la editorial Anagrama alcanzó su volumen número 1000 el año pasado gracias a este libro de Julian Barnes (Leicester, 1946). Dividida en tres partes, esta novela está narrada y protagonizada por Paul, un chico de diecinueve años que estudia en la universidad. Cuando llega el verano, se va a casa de sus padres y se apunta al club de tenis, donde conoce a Susan, una mujer de cuarenta y ocho años, casada y con dos hijas. Se enamora perdidamente de Susan y mantienen una relación de la que apenas nadie parece percatarse, quizá porque su diferencia de edad no permita a nadie sospecharlo.

Paul cuenta la historia al principio desde su yo de diecinueve años, recuerda esa relación que ambos mantuvieron, igual que en El sentido de un final reflexiona con vistas al pasado. Ambas novelas se parecen en tanto que los protagonistas son ya mayores y saben que no quedan testigos de su pasado, de sus amores o de su juventud. Solo su deteriorada memoria puede ayudarles a recordar lo que una vez fue y ya no será jamás.

La única historia - Barnes, Julian - 978-84-339-8024-3 - Editorial ...

Aquí, el narrador también cuenta la historia desde su edad madura, y también hay crítica a la política británica de los años 60 del siglo XX. Es curiosa la presencia de la política en ambas novelas de Barnes. De hecho, en esta, Susan le dice a Paul que están en un desastre político precisamente porque gente joven como él no se implica en política. El marido de Susan, por ejemplo, parece simbolizar al bando conservador de la política británica por su forma de pensar y actuar, mientras que Paul, al menos en su juventud, representa el lado más progresista.

Paul cenaba en casa de Susan y su familia como un hijo más, aunque siempre bajo la mirada hostil del marido de esta, que llegará a agredirlo a él y a maltratarla física y verbalmente en diversas ocasiones a ella en la intimidad del hogar. Cenaba allí como un simple compañero de equipo de tenis de Susan y luego, en otra parte, se acostaba con ella.

Todo el mundo tiene una historia de amor, dice Susan. “Vivir enamorado es vivir en la verdad”. Y esta historia de amor es la única historia de Paul, por eso el título de la novela. Entre estas páginas se tratan temas como la Segunda Guerra Mundial —se habla de todos los que se quedaron por el camino, que eran “los mejores”—. De hecho, se nos cuenta que un hermano de Susan desapareció volando con su avión durante el conflicto.

Es admirable la capacidad de Barnes para retratar a dos generaciones diferentes a través de la mente de Paul. Él consideraba durante su juventud que sus padres le asfixiaban y rechazaban su relación con Susan, fuera del tipo que fuera, por la diferencia de edad que había entre ambos. Sus padres, para él, pertenecían a una generación caduca. Sin embargo, Susan no le decía nada que pudiera molestarle, por eso ella, para él, no era de esa generación.

A partir de la segunda parte de la novela su relación se complica. Huyen de las miradas ajenas y permanecen más tiempo juntos en otro lugar, pero esto no mejora su situación. Se ven como una pareja precaria, obligados a permanecer en un mundo que no acepta su amor, aunque tampoco es esta una novela fatalista, ni mucho menos. “La verdad no es amable. Lo descubrirás muy pronto cuando la vida te vapulee”, le llegará a decir ella a él.

Hay un momento en el que el lector se termina creyendo la historia, parece que ocurrió realmente, por lo bien construida que está y la veracidad que la pluma de Barnes aporta a la trama. En algunos momentos, Paul habla en segunda persona para dirigirse a sí mismo. Todo va cayendo en una rutina tediosa y molesta. Susan cae en decadencia por su afición al alcohol y su relación con Paul sigue la misma dirección que su salud.

Él seguirá a su lado hasta que ella comience a envejecer y a perder la memoria porque la ama. “El amor, por su propia naturaleza, era perturbador, cataclísmico; y, si no, no era amor”. Por eso lo hace. Pero sus vidas se separan, Paul tendrá otras relaciones que no prosperarán y, al final, el lector se dará de bruces con un cierre de la historia brusco e inesperado por la actitud que adopta Paul frente a Susan, o al menos así lo recuerda Paul en su madurez.

En esta novela hay un conjunto de sentimientos encontrados y temas que se mezclan para dar lugar a una historia al más puro estilo Barnes donde se habla del matrimonio, la vida, la violencia de género, el alcoholismo, la familia, las mentiras, la felicidad y el paso del tiempo.

La filosofía y la reflexión copan esta novela. De hecho, esta relación se asemeja al mito de Edipo, que se nombra en estas páginas. Sobre dicho mito realiza el narrador una digresión. Él admite no haber conocido nunca a nadie a quien pudiera aplicarse ese mito. De hecho, ni siquiera el propio Edipo quería matar a su padre y acostarse con su madre. Lo hizo por error.

Esta historia —la única con aires de El lector, de Bernhard Schlink, no tiene esa melancolía ni esa nostalgia que sí se hace palpable en su tristísima novela El sentido de un final. Cabe destacar también la capacidad de Barnes para construir incluso buenos personajes secundarios. Ahí tenemos a Joan, una amiga de Susan, con la que el lector llega a empatizar de manera increíble gracias a su nítida construcción.

Más conocido por El sentido de un final —con la que ganó el Premio Booker y que, como ha podido verse, me maravilló—, El loro de Flaubert y El ruido del tiempo, Barnes es un eterno candidato al Nobel de Literatura gracias a sus novelas tan sencillas aparentemente y tan bellas en forma y fondo.

Así, entre copas de jerez —algo muy común en las novelas británicas por lo que se ve—, descubrimos que el matrimonio, muchas veces, es una farsa, que muchas parejas casadas en realidad son actores de una irrealidad teatral y que la vida está llena de mentiras. Por eso dice Paul: “A veces ves a una pareja que parece morirse de aburrimiento juntos y no te imaginas que puedan tener algo en común o por qué siguen viviendo juntos. Es porque en su día tuvieron su historia de amor. Todo el mundo la tiene. Es la única historia”.

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