El éxodo de Málaga a Almería (El Mono Libre, 2024) es una novela donde su autora, María Jesús Orbegozo (Zumárraga, Guipúzcoa, 1945), pone nombres propios a personajes que representan a aquellos niños, mujeres, ancianos y hombres que huyeron por la costa de Málaga a Almería en febrero de 1937 ante la entrada en la ciudad del bando sublevado. Esta historia se mezcla con el matiz histórico que aporta Verónica Sierra Blas en el epílogo, el prólogo de Nieves Concostrina y las ilustraciones de María Rosa Aranega (Almería, 1995), con esas sombras que reflejan la tristeza y la desolación de sus personajes. En sus páginas, con ficción pero una base sólida de historia, se retratan las crueldades de un camino lleno de horror, miedo, penurias, miseria, hambre, frío e incertidumbre, donde quienes lo recorrían dejaban todo atrás y eran asimismo bombardeados por mar y aire.
El prólogo de Nieves Concostrina se titula «La vergüenza de la desmemoria», una buena muestra de lo que supone este suceso histórico: por un lado, la vergüenza de ambos bandos, y por otro, la desmemoria que también defendieron para que no conocieran dicha vergüenza que cada uno, a su manera, había cometido, unos por acción y otros por omisión. La masacre de la carretera Málaga-Almería, también llamada «Desbandá» o «Huía», es un acontecimiento poco conocido, hasta hace poco un gran desconocido, y aun hoy hay muchos cuerpos sin recuperar y familias rotas. No se tienen datos concretos, pero se cree que en la carretera hubo unos 3000-5000 muertos, muchos más que en Gernika, y, sin embargo, el bombardeo sobre el municipio vasco fue más célebre, también debido al cuadro de un pintor precisamente malagueño.
Concostrina comienza su prólogo haciendo referencia a la exhumación de Queipo de Llano el 3 de noviembre de 2022 de la basílica de la Macarena, en Sevilla. Él fue quien, en febrero de 1937, lanzó un mensaje de radio avisando de las consecuencias cuando el bando sublevado entrara en Málaga. «Los desmemoriados honran a los asesinos», se dice. Concostrina asegura: «Yo, como la mayoría de los españoles, desconocía el tremendo episodio de la Desbandá hasta hace poco más de diez años […]. Sentí vergüenza por mi desconocimiento. Sentí vergüenza de la desmemoria y la rabia del silencio impuesto. Vergüenza por no haberlo conocido antes. Rabia de que nadie me lo hubiera contado». Y afirma que en el sur no hubo guerra, sino que hubo exterminio. Asimismo, dice que todos los éxodos son el mismo éxodo, pues tienen los mismos motivos, el mismo origen y el mismo destino.
La protagonista de la historia es Cirila, que vive en un pueblo de Málaga y atraviesa el bosque para llegar al municipio vecino, donde vive su familia, para comunicarles que en el suyo ya han entrado los fascistas y deben huir de allí y llegar a Málaga. Esa Málaga ya no es la misma a la que le escribió Vicente Aleixandre antes de que estallara la guerra; ahora era una ciudad desolada llena de refugiados y miedo. Había sido bautizada como Málaga la Roja porque el primer diputado electo del Partido Comunista de España, Cayetano Bolívar Escribano, residía allí. Por otro lado, a Largo Caballero se le atribuye aquello de «Ni un fusil más para Málaga» o «Ni una bala más para Málaga». Los protagonistas tienen miedo y se les acaba el tiempo, pero deben tomar decisiones difíciles: si huir por miedo a las represalias de los sublevados o quedarse por miedo a no tener qué comer o a morir de frío, la lluvia o bombardeados. Y en caso de huir, ¿adónde?
Al principio, la familia de Cirila aguanta en Málaga para luchar y defenderla pese a la tristeza de ver su caída y su abandono, pero enseguida lo ven todo perdido y deciden irse a Almería. Algunos milicianos, soldados desorientados y autoridades, además de los numerosos civiles, huyeron el 7 de febrero. Por el camino iban camiones cargados de soldados que disparaban contra civiles, sus propios paisanos, porque en su huida se abalanzaban sobre dichos camiones. Entre esos camiones también apareció el del célebre médico canadiense Norman Bethune y su equipo de transfusión de sangre, que desplazaron a multitud de civiles de la carretera y salvaron muchas vidas que luchaban entre los bombardeos de aviones y cruceros y la presunta apertura de las compuertas de una presa cercana al río Guadalfeo y que se cobró varias vidas. Mientras tanto, desapariciones, reencuentros, pérdidas, duelos que no da tiempo a superar y un dolor inconmensurable por parte de unos personajes abocados a la tragedia.
Esta novela es muy trágica y la autora no se guarda nada ni trata de edulcorar o endulzar la dureza de aquel suceso. El epílogo, de una extensión similar a la de la propia historia y titulado «Al rescate de la memoria», muestra desde una perspectiva histórica la amargura de esos personajes, que se sienten refugiados y padecen el rechazo y la aporofobia de ciertas personas, no todas, claro, allá donde llegan. Son nómadas sin lugar propio ni pertenencias. Son una España peregrina, como decía Emilio Prados, citado aquí, en relación al éxodo de españoles hacia Francia y otros países del exilio. Son todos expulsados del paraíso perdido, que decía Vicente Aleixandre que era Málaga. Como María Zambrano, otra malagueña, concretamente de Vélez-Málaga, una de las poblaciones que atravesaron los personajes de camino a Almería, cuando dijo aquello de «Somos memoria, memoria que rescata».
En el epílogo, Verónica Sierra Blas refleja, de forma narrada, la conversación que mantuvo el 28 de abril de 2023 con María Jesús Orbegozo en relación a su novela para enfrentar literatura e historia. Según el reputado historiador Javier Rodrigo, citado aquí, la Desbandá es «el episodio más cruento de la guerra civil española en Málaga y uno de los acontecimientos más sangrientos de todo el conflicto». Sierra dice que entre 60 000 y 90 000 refugiados se concentraron en Málaga en los primeros días de febrero de 1937. Según el parte de guerra, la ciudad fue tomada el 8 de febrero a las dos de la tarde. Entre el 1 y el 23 de marzo hubo 700 ejecuciones en el cementerio de San Rafael, donde en la década de 1940 se celebraron otros 3500 fusilamientos en el que, según se dice, es el mayor conjunto de fosas comunes de la guerra civil española.
Cabe destacar que no todos los que llegaron a Almería se quedaron allí, pues hubo quienes volvieron a su lugar de origen y otros que se marcharon al Levante o Cataluña o a países como México o la URSS. Sierra asegura que Málaga fue la provincia andaluza con más refugiados enviados a América, con alrededor de 38 000. Según ella, «España perdió entre un 25 % y un 35 % de su población infantil durante la contienda. El número de menores que marcharon solos al exilio fluctúa entre 30 000 y 50 000. Muchos miles más se exiliaron junto a sus familias. En 30 000 también se ha calculado la cifra de “niños robados” por el franquismo, los cuales, en su inmensa mayoría, no eran “huérfanos de guerra”, como durante tanto tiempo se quiso hacer creer, sino hijos de mujeres republicanas encarceladas». También se hace mención a la mayor presencia de mujeres en la huida y en su papel en la asistencia y acogida de refugiados, lo que puede explicarse porque los hombres se hallaban en el frente de batalla. La catedral de Málaga —por cierto, la que más campanas tiene de toda España, 37, y al parecer tiene la campana de volteo más grande de Europa, que pesa 3800 kilos— acogió a muchos refugiados y avisaba ante la llegada de bombardeos.
La idea de esta novela nació de una visita que la autora, residente en Almería, cercana geográficamente al suceso y comprometida con él, hizo a una exposición fotográfica organizada por el Centro Andaluz de la Fotografía y comisariada por Jesús Majada en Almería en 2004. Hay un aspecto destacable en la historia, y es que un personaje fallece en los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas a partir del golpe de Estado del general Casado apoyado por Julián Besteiro y Cipriano Mera en Madrid, y que es un hecho poco conocido pero de suma importancia en el desenlace del conflicto. La novela como historia me parece estremecedora y agradezco que no se omita ningún detalle por macabro que sea: no es una historia feliz porque no debe serlo, pero por otro lado no me ha sido fácil empatizar con los personajes, los he visto en la lejanía y sin profundizar en sus rasgos emocionales, aunque sí me han interesado el tema y la parte histórica.


