Según el diccionario de Cambridge, ‘Fleabag’ es algo así como una persona sucia y desagradable. Una desgraciada de toda la vida, vamos. Una don nadie. Literalmente. Porque Phoebe Waller-Bridge no quiso darle un nombre a su personaje en la comedia negra que estrenó la BBC en 2016 y que luego adquirió Amazon Prime Video.
‘Fleabag’ comienza rompiendo de una manera brillante y exquisita la cuarta pared para que su protagonista se presente por sí misma y nos haga partícipes desde el primer momento. Nos mira con una complicidad graciosísima, nos confía pensamientos y recuerdos y, sobre todo, se apoya en nuestra compañía de la manera más dulce. Descarada, irreverente, cínica y egoísta. Así se muestra a pecho descubierto en las escenas iniciales repletas del humor más desvergonzado, como esa donde sale masturbándose con un discurso de Obama al lado de su novio hipersensible.
La joven londinense nos lleva de la mano a su universo caótico (e ineludiblemente cotidiano) introduciéndonos personajes a la altura de las circunstancias como su hermana Claire, una mujer de negocios, fría y hermética; su madrastra, una excelente Olivia Colman que explota su sonrisa cruel y pasivo agresiva hasta provocar auténtico odio; su cuñado Martin, un cretino obsesionado con los chistes sexuales y con un hijo retrasado; su padre, un viudo empeñado en que sus hijas vayan juntas a charlas feministas; y su mejor amiga Boo, que murió atropellada al arrojarse a un carril bici para darle un escarmiento a su exnovio.
Esta última es la más especial porque no nos explica quién es, simplemente nos la enseña en sus recuerdos. Nos enseña sus ocurrencias, sus historietas y cómo ambas montaron la cafetería para cobayas que ahora regenta ella sola. Se acuerda de ella todo el rato. Y todo le recuerda a ella. Ahí es cuando se empieza a cascarear la fachada de la chica sin reparos que se ríe hasta de su sombra. Tendréis que descubrir por qué.
Al final del primer capítulo de la segunda temporada, una cena donde todos se odian y una de las piezas de televisión mejor escritas que recuerdo, ‘Fleabag’ se deshace de toda predictibilidad y nos avisa de una historia de amor sumergiéndonos en un viaje tremendamente humano y tierno, ahora sí, de la mano de alguien que ya nos resulta irremediablemente familiar.
Vemos a la chica que utilizaba el sexo para distraerse de su vacío interior enamorarse de un cura hiperactivo que tiene que, además de casar a su padre y a su madrastra, mantener su celibato. También la descubrimos intentando recuperar la relación con su hermana Claire, una de las más bonitas y genuinas de la ficción reciente, y procurando dejar atrás su no diagnosticada ninfomanía.
‘Fleabag’ aborda, desde la comedia más hilarante y triste, la identidad emocional quebrada, los traumas no afrontados, la culpabilidad, el egocentrismo como mecanismo de defensa y el dolor más latente a través de su protagonista colosalmente interpretada por Phoebe Waller-Bridge, la guionista que estábamos esperando. Inteligente, rápida y punzante sin perder una pizca de realismo y emotividad y que se ha consagrado creando esta oda a la vida fracasada, que ya es una obra maestra.
Juego de tronos tiene dragones y la fotografía de El cuento de la criada quita la respiración, pero en ‘Fleabag’ hay una amiga. Una amiga que es adorable, aunque te cuente una y otra vez que ha vuelto con su novio y que le va fatal en el trabajo, aunque sea un desastre con el dinero y se fume quince cigarrillos al día. Y no puedes evitar tenerle un cariño inmenso porque te hace reír (y llorar) hasta que ya no te quedan lágrimas. No puedes evitarlo porque es quien que te salva de la soledad.