Seis años después de “El Protector”, en 2011 Santiago Segura anunció que el policía más casposo de todos los tiempos estaba listo para volver a aparecer en la gran pantalla. Así, el 11 de marzo de aquel año se estrenó en los cines “Torrente 4: Lethal Crisis”. Tengo muy buenos recuerdos de esta película, ya que fui con un colega a verla al cine y todo (mientras tanto, en la tele se encargaron de emitir las partes anteriores).
Para esta nueva entrega, Santiago Segura echó mano de la tecnología 3D que ya se había empezado a poner de moda en los cines y que incluso supuso el regreso de películas clásicas, como Titanic, con este formato estereoscópico (o sea, que en cada ojito se percibe la misma imagen en dos canales diferentes que, al mezclarse, dan la sensación de relieve, al igual que en el estereofónico ocurre en nuestros oídos). Aunque simplemente podemos disfrutar aquí de un par de efectos puntuales, como estornudos, salpicaduras o la llanta de un coche saltando por los aires, lo cual me hace dudar de si aquellos que pagaron un plus por ver la película en 3D acabaron muy satisfechos por ello.
En “Lethal Crisis”, como su propio nombre indica, vemos a un Torrente económicamente en las últimas, así como emocionalmente debilitado tras la muerte de su Fary. Después de los créditos, este aparece en el cementerio hablando con una estatua dedicada al cantante, a la que confiesa todas sus inquietudes. Al policía le horroriza que “los maricones hoy día se casen”, o que “en la Casa Blanca hubieran puesto a un negro, no para limpiar, sino de presidente”.
A nuestro héroe lo podemos ver, por otro lado, en esta parte, acercándose a los comedores sociales para pedir alimentos (aunque él niega tener estas necesidades a sus conocidos), o casi durmiendo a la intemperie. Su piso lo tiene lleno de inquilinos sudamericanos, que no caben más, a cambio de que le paguen el dinero necesario para la casera. Debido a esta pésima situación económica, una persona se le presenta para ofrecerle un trabajo para el que no todo el mundo puede estar dispuesto. Y esta misión acaba siendo un engaño para Torrente, quien acaba yendo a la cárcel.
En esta película los cameos, más que brillar por doquier, son la esencia del guión. Para empezar, por la propietaria del piso del policía, que no es otra que Belén Esteban. Peor es el compañero de Torrente en esta ocasión, “Rin Rin” (Kiko Rivera), el empleado de un club de alterne a quien nuestro héroe pide “unas pelillas” para desahogar sus pasiones durante un rato. Y después, el sinfin de famosos como Pablo Motos, Florentino Fernández, Risto Mejide, Higuaín o David Bisbal, quien además interpreta la canción de los créditos, “Aquí te pillo, aquí te mato”, entre un largo etcétera de nombres más. Por no hablar ya de los personajes, como el ya mítico Barragán, o los de José Mota, que aparecían a principios de esta década en su programa de los viernes, “el Aberroncho”, o “la Blasa”.
Aquí tenemos bastante y divertida acción. Y también muchas guarrerías. Porque en los primeros minutos de la película vemos a María Lapiedra, que interpreta a una novia, haciendo una felación a nuestro héroe a cambio de que no delate que ha estado enrollándose y drogándose con uno de los camareros del convite. Aquí tiene lugar una de las partes más graciosas de la cuarta aventura de Torrente, cuando suelta lo de “la técnica del Peter Pan”. Por otro lado, nuestro héroe sigue mostrando su lado más inhumano, al mencionar, sin escrúpulos, que “los inmigrantes estos vienen desde sus países metidos de droga hasta el culo” y que “por eso no saben lo que dicen”, cuando llegan varios preguntando por el piso que él realquila. O lo que es capaz de hacer para salir de la cárcel…
En la crítica de “Torrente 3” de la semana pasada, yo mostraba mis dudas sobre si esta es mejor o peor que “Torrente 4”. Y lo cierto es que esta aventura sigue estando floja en cuanto a su argumento. Pero, al menos, aquí vemos dinamismo y tenemos cierta intriga respecto a cómo va a salir nuestro héroe de las situaciones. No es como en “Torrente 3”, en la que la cosa está todo el rato estancada.
Tenemos ante nuestros ojos una película en la que todo el mundo cabe, y en la que vemos a personajes en cierto modo cotidianos protagonizando momentos de acción o de peligro. Segura hace una historia con gente corriente, como tú y yo, sin ser actores, e incluso con personajes ficticios (aunque, en el caso del “Aberroncho”, recuerdo que sentí que la cosa estaba un poco pasada de moda, porque en el 2011 no se llegó a emitir “La hora de José Mota” y, por tanto, este personaje ya no era tan viral). Y eso, pues, quieras o no, tiene su curiosidad también, al ver a Belén Esteban interpretando un papel (que no lo hace mal, ¿eh?), más allá de verla contando su vida en un plató.
En esta ocasión, la mítica escena de las “pajillas” en el coche nos trae una sorpresita. Es lógico que Segura meta algún que otro cambio. Con respecto a las anteriores entregas, el director siempre mete algún guiño a estas. Es el caso de los tenedores de plástico de “Torrente 3”, que vuelven a mencionarse aquí. O los encuentros fortuitos con Buenafuente y su familia. Me fascina bastante la música elegante que se emplea para los momentos en que Torrente está en máxima concentración, que parece que estemos viendo a un espía en plena misión especial. Aunque lo que de verdad me pareció fascinante fue ver el bar de la primera película intacto, más de diez años después.
El final de esta aventura de Torrente hizo que, evidentemente, Santiago Segura tuviera que hacer una continuidad a la trama. Es por eso que, tres años después (2014), el policía regresaría a la gran pantalla en “Torrente 5: Operación Eurovegas”, la última película hasta ahora de la saga.