Un vistazo a ‘Historias de Alcafrán’, la nueva apuesta de La 1 para el viernes

En 'Historias de Alcafrán' vemos una parodia de un fenómeno que, por desgracia, es una realidad en toda Europa: el despoblamiento rural.
Fotograma de 'Historias de Alcafrán' / El Economista

José Mota es sinónimo de la noche de los viernes en La 1 desde que él y su excompañero, Juan Muñoz (“Cruz y Raya”), empezaran en 1989 en un show llamado “Pero… ¿esto qué es?”, pasando por sus programas propios (el primero fue en 1993, “Abierto por vacaciones”) hasta su ruptura en 2006. El manchego prosiguió en solitario en 2009 con “La hora de José Mota”, que tuvo bastante éxito y popularidad, pero este humor se empezó a desgastar unos años después…

El rey de la Nochevieja durante casi veinte años (menos las del 2012 y 2013) busca ahora nuevas fórmulas con espacios en los que él ahora no aparece, a pesar de que llevan su firma. El verano pasado, Santiago Segura presentaba su efímero “Hoy no… ¡Mañana!”. Y el pasado viernes le tocó el turno a su serie, “Historias de Alcafrán”, que La 1 anunciaba con una ilusión que los resultados de las audiencias han podido fastidiar en bastante medida, la verdad…

Alcafrán es el nombre por excelencia de un pueblo inventado por Mota en sus sketches y que siempre ha mencionado, ya fuera de la mano de sus personajes míticos (Blasa, Tomás…) como en otras imitaciones. Ahora este pueblo ha “cobrado vida” en una serie que no llega a los 45 minutos de duración y que, inevitablemente, me recuerda a “Los Simpson” en bastante medida.

Fotograma de ‘Historias de Alcafrán’/ Audiovisual451

En “Historias de Alcafrán” vemos una parodia de un fenómeno que, por desgracia, es una realidad en toda Europa: el despoblamiento rural. Viajamos a un pueblo que en el pasado vivió una etapa espléndida, pero que ahora lucha por no quedarse vacío. Al igual que en la serie de dibujos de Matt Groening, aquí vemos caricaturas de todos los elementos que caracterizan a un núcleo rural… ¡Y de sus habitantes! 

Aquí tenemos a un profesor, Álex, que se dispone viajar a Alcafrán, acompañado de su novia, Pilar, donde empezará su nuevo trabajo dando clases allí. En este pueblo no hay suficientes niños para que por ley puedan montar una escuela como tal, así que, mientras esperan a que algunos de los habitantes puedan tener nuevos hijos, tienen que conformarse con un centro de mayores que dé clase a un máximo de cinco o seis personas. Esta es una realidad en muchos de los núcleos de nuestra España vaciada, sin lugar a dudas, en la que han tenido que llegar a mezclar a niños de todas las edades en una misma clase.

Aquí tenemos a un exalcalde corrupto que sale de la cárcel y que vuelve al pueblo, a pesar de que sus habitantes no le reciben con mucho agrado. Y tenemos a la nueva alcaldesa que lo sustituye, que ha instalado junto al ayuntamiento un videomatón. Es decir, una cabina como los clásicos fotomatones, pero en los que los pueblerinos se pueden grabar y, así, enviar sus quejas. En este pueblo tenemos también, cómo no, a un sacerdote, y a una agente de policía que mantiene algunos rollos íntimos con otro vecino de allí. También tenemos a cuatro chavales, dos chicos y dos chicas, que tratan de hacer allí su vida lo mejor que pueden.  Y una peculiar vaca lechera, que hace de “Vieja del visillo” y que cotillea a sus anchas por las calles de Alcafrán. Por no hablar de alguna gente mayor, entre ellos, las típicas pueblerinas cotillas.

Sin duda, la presencia de estos jóvenes me recuerda a una amiga que nació en un recóndito pueblecito situado por la zona de Ronda, uno de los muchos que han sufrido bastante el tema del despoblamiento. Puede que en mi edificio (o en el tuyo) haya más habitantes que en todo ese lugar. Durante estos últimos años, tras acabar la Universidad, tuvo que regresar allí, y la sensación que ella tenía era de un hastío total, al no tener casi a sus amigas con ella ni mucha vida alrededor. De no haberle cambiado la situación este año y haber podido volver a la ciudad, no le habría sido muy posible encontrar la felicidad ni mucho sentido a la vida, la verdad.

Porque sí, es cierto que tu pueblo tiene una historia y, aparte de una vida, también forma parte de la tuya. Pero más cierto es lo aburrido que puede llegar a ser vivir en una situación así, como les ocurría a los habitantes de Radiador Springs en “Cars”. Y esta vida cotidiana tan pacífica y, en cierto modo, monótona, choca mucho con la que tiene la gente de ciudad que acabe parando allí. Es el caso de la novia del nuevo maestro, a quien el párroco da una visita turística por Alcafrán y que está frita por coger el coche y largarse de allí.

Sobre lo que me parece esta serie, toca mencionar algunas cositas. Desde los primeros minutos ya sentí que estaba viendo otra de las ya conocidas creaciones de TVE, algo que creo que el más de 8% de audiencia ha terminado de confirmar. La cadena pública tiene una especie de maldición que no le permite surfear bien la cresta de la ola mainstream. Es decir, estamos viendo una serie de corte familiar, una serie tradicional que busca hacernos reír con la historia del típico pueblo deshabitado. Es una serie que consigue sacar sonrisas, pero no carcajadas.

Fotograma de ‘Historias de Alcafrán’ / Diez Minutos

Por un lado, la voz de la vaca Margarita nos hace sentir en el típico spot de televisión, o algo así. Sobre todo lo del videomatón, que me recuerda a ese anuncio de snacks en el que inventan una boina con Wi-Fi, o un botijo-altavoz. La intención no es, para nada, despreciable. Pero tampoco es acertado pensar que se vaya a llevar gran cosa la noche de los viernes, ya que el dominio lo tiene “La Voz”, que con su regreso se llevó un 20% de share. Poner esa voz de abuelita en la vaca mientras vemos algunas escenas propias de “Aquí no hay quien viva”, por ejemplo, no nos ayuda muy bien a terminar de entender lo que estamos viendo.

Ya estoy otra vez en un artículo sugiriendo ideas para hacer una tele mejor. Pero es que tenemos una especie de problema en la cadena pública. Hay que escoger de una vez un rumbo: el de ser una cadena referente de nuestro tiempo, o el de otro, ya pasado. Ahí se hacen constantes referencias a sus años de oro; se ponen programas de corte cañí, tirando a lo rural (como el ya terminado “Typical Spanish”); el archivo aparece hasta en los telediarios, o cosas así. Bueno, en realidad la nostalgia no aparece en el logo del canal de milagro. Entonces, si queremos que el público joven tenga conexión con esta cadena, es necesario emitir contenidos de acorde con ello. Está al caer “Hit”, una serie que promete bastante y que parece que va a cumplir bien con lo que una tele pública tiene que hacer. Es decir, reflejar diferentes problemas de la sociedad, que es lo que en su día se hacía con otro tipo de programas.

Pero, durante toda esta década, La 1 ha traído programas del milenio pasado con la intención de que volviesen a cuajar en una época que no tiene nada que ver. Y, obviamente, estos acabaron marchándose por la puerta de atrás. Que si el regreso de Los Morancos a un programa rancio de tarde; que si el regreso aquel del espíritu de “Noche de fiesta” que, si bien fracasó la “Alfombra Roja” de Moreno, más tarde vino otro espacio aún peor… 

Y luego tenemos programas muy baratos o de poca calidad, como el “Hora punta” de Cárdenas, o “Tvemos”, un recopilatorio de vídeos de Youtube que, si bien podría ser entretenido, el prime time no era su franja idónea. Ahí, por cierto, ví que, por la cara, hablaban de que a finales de los 80 emitían “El precio justo” con Joaquín Prat, que es como ponerse a hablar de los videojuegos más recientes y saltar con lo bien que lo pasaban antiguamente los niños con las canicas. Si hacemos estas cosas, estamos impregnando de naftalina la parrilla entera de un canal y, así, la imagen que da a mucha gente joven es de una cadena a lo “Cuéntame”. Aunque sí que es verdad que en su canal de internet, Playz, si se emiten unos contenidos juveniles que son la envidia del gremio. Pero segregar al público no mola mucho, ¿no?

Luego tenemos una extraña fórmula que es la de poner un programa a poco más de las 22 (buena idea lo de romper con esta absurda moda de empezar los programas casi de madrugada) y que acabe casi a las 23 y que luego tengan que poner una peli de relleno para terminar la sesión. “Historias de Alcafrán” no va a tener demasiada vida en la parrilla de La 1, muy probablemente, pero quizás otro espacio, mejor conseguido, de la misma duración no termina de llenar la noche del viernes, frente a lo que otros canales ofrecen. Aunque lo bueno que tiene es que, con esta media hora de duración, no se hace nada pesado…

Esta primera prueba, como ya digo, no augura muy buenos resultados, a pesar de la buena intención que, como en todo medio público que se precie, ha de transmitir valores a los ciudadanos. En este caso, nos conciencia del problema de esos pueblos en los que cada vez queda menos gente. Pero se queda a la mitad y, así, este esfuerzo no parece que vaya a acabar bien reconocido, sinceramente…

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