Acerca de lo insumiso

El ambiente está bien, pero que bien caldeado. Porque, con el 8 de marzo a la vista, en plena semana de reivindicación de los derechos de la mujer, aquí en Málaga se esperaba el otro día cómo iba a acabar aquella feminista que en el 2013 participó en la polémica procesión del «Santo Chumino Rebelde» (perteneciente a la «Hermandad del Coño Insumiso») y que le costó acabar ante los tribunales. 

Aquella procesión, que tuvo lugar el día citado al principio, no sentó muy bien a algunos grupos conservadores, que llevaron a juicio a esta persona. Pero al culebrón aún le queda cuerda, ya que el juicio se tuvo que aplazar, al no poder acudir como testigo el policía que detuvo a la acusada. Así que la intriga habrá que sobrellevarla hasta octubre.

Mientras llega el esperado día (el 14 de ese mes, para ser exactos), lo que sí podemos evitar sobrellevar es el conservadurismo rancio que todavía acecha en nuestro país. Sí. Es el mismo que defienden algunos recién llegados al Congreso y al Senado. La denuncia a esta mujer considero que ha sido fruto de dos cosas: por un lado, la ofensa que ha supuesto a los grupos religiosos que hagan una parodia de una procesión y de algunas oraciones de esta manera y, por el otro, lo que he mencionado antes (que también deriva un poco de lo primero, cómo no). En pleno 2020, en pleno siglo XXI, todavía podemos encontrar a gente que al ver la procesión de una vagina a modo de parodia reacciona igual o peor que cuando, por ejemplo, se le salió la teta a aquella cantante durante su actuación en la tele hace más de 30 años. Porque gente como Ned Flanders puede encontrarse en la vida real donde menos te lo esperes.

Lo malo es que este conservadurismo, más rancio que una bolsa de cacahuetes manidos, va ligado a una falta de conocimiento. Una procesión no es exclusiva del cristianismo ni, por ende, de la Semana Santa. Y en todo el mundo se hacen de diferentes maneras… y se hacían también. En el caso de la Antigua Grecia, a sus dioses los veneraban mediante… ¡pichas! Que un grupo de muchachas haga esta representación de su órgano genital no demuestra que se estén cachondeando de los cristianos ni de Dios. Lo dice uno que es creyente, en todo esto. El suceso supone una crítica social, muy necesaria por cierto, con la que se denuncian las injusticias que sufren muchas mujeres, que en muchos lugares del planeta continúan oprimidas por el patriarcado (recordemos casos como la ablación del clítoris, entre otras costumbres machistas y discriminatorias de las que aún no consiguen librarse). 

Ahora me estoy acordando (y riendo bastante, además), de una cosa que me pasó de pequeñito. Yo tenía ocho años y estaba en un cole religioso, de corte conservador, cómo no. En aquel curso, para la asignatura de Plástica, teníamos que hacer una cestita, de la altura y anchura de un pulgar. Y había que decorarla. En un momento de inspiración, porque sí, a mi me dio por dibujar una mano haciendo el típico gesto de «la peseta». Hala, para hacer la gracia, como piensan cada semana los dibujantes de «El Jueves» para sus portadas. Posiblemente, la idea me vino por una camiseta que mi madre me compró en el rastro de pequeño. De color rojo, en ella aparecía delante la palabra «F*CK» y, en el hueco de la «U», aparecía una mano haciendo el antes citado gesto, mientras que, en la parte de atrás de la camiseta, aparecía una avispa gamberra liándola parda…

Así que yo me dediqué a hacer mi obra maestra. Porque, por otro lado, en una cestita de papel de tamañas dimensiones, tampoco es que cupiera ahí mucho. Otros dos compis me vieron y, al principio, les pareció muy atrevida mi idea. Pero luego les hizo tanta gracia que dibujaron lo mismo. Y, por su parte, los chivatos hicieron su trabajo con la seño. Entonces, pasado un rato, ella nos llamó con tono amenazador. La cosa acabó con nuestras cestas requisadas y llamando a la jefa de estudios del cole, que, por un lado, nos castigó sin recreo toda la semana y, por el otro, nos amenazó con llamar a nuestros padres si lo volvíamos a hacer. Como si hubiésemos cometido un delito o algo así, vaya. «Rubén es el promotor de todo esto, así que él es el que nos va a explicar esto bien», me acuerdo que dijo mi profe en aquel momento. Ahí estábamos tres chiquillos de ocho años asustados ante lo que nos podía ocurrir y, lo peor de todo, que no sabíamos por qué nos había caído aquello exactamente.

Sacando el tema años después, mi madre cayó en que posiblemente lo que provocó tal jaleo fue que mi «mano» se parecía mucho a un falo, ya que el dibujo era muy sencillo: un puñito con el dedo tieso pero que, al dibujarlo tan mal, parecía más bien el miembro genital con los dos testículos a los lados. A mis 26 años, y en una época en la que ya hasta hacen porno educativo para los niños, considero que aquello que nos hicieron no estuvo bien. No se pasaron tres pueblos, sino la Península de un extremo a otro. Porque, aunque hubiésemos dibujado una picha adrede, no estábamos haciendo nada malo y, en todo caso, se tendría que haber hablado tranquilamente con nosotros, o algo así. Por supuesto, era más cómodo y común el método tradicional. Es decir, el miedo, los castigos y los gritos para que los críos obedeciéramos (acompañados a veces, por supuesto, de portazos para crear ese fantástico clímax).

Podemos considerar muy parecidos a lo que a mí me pasó los propósitos de los pines parentales que la extrema derecha trata de poner en los colegios, o las medidas contra los «lobbies feminazis» que se intentan instaurar también. Sin duda, un niño hoy dibuja un miembro genital (o algo que se le pueda parecer) en clase y no le cae lo que a mí y a mis otros dos compis. Porque ahora existe la educación sexual para los críos y tal (aunque recuerdo que aquel año en nuestro libro había dos hermosos dibujos de un niño y de una niña desnudos para aprender sus partes, pero bueno), en los que están al día de estos temas (obviamente, de un modo comprensible para ellos). Y, si estos reprodujeran lo que aprenden, no sería motivo ninguno para castigarlos, ni incluso reprimirlos.

Así creo que he dejado claras las desventajas del conservadurismo rancio. Es decir, yo en el cole me las tuve que ver con la jefa de estudios ante el escándalo de lo que pudo ser una picha y una mujer está pendiente de los tribunales por llevar una procesión de una vagina y dedicarle unas oraciones que, como ya he dicho antes, va más allá de la parodia. Todo ello por «no faratar los valores éticos y morales tradicionales» y tal. Si nos vamos a lo de ofenderse por bromear con la religión, ahí están momentos como el «Ella no quería oiga», de Martes y Trece, en el que Josema Yuste recordaba de forma pícara cuando Eva probó la manzana, o como cuando José Mota imitó a Diego «El Cigala» en un funeral cantando una saeta al ataúd en el que yacía la clase media trabajadora. En fin, como se suele decir, no somos nadie…

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