De ratones y mujeres

'Animalitos' es una novela que habla sobre el amor, que está en prestar atención, y sobre la valentía, el miedo y los pedazos rotos que cada persona arrastra consigo toda la vida.
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Animalitos (AdN, 2024) es la primera novela de Lucía Alba Martínez (Madrid, 1992). Su protagonista, Inés, tiene veinticinco años, una vida desordenada y muchos sueños. En estos aparecen personas como su padre o su exnovio. También tiene sueños de futuro y miradas al pasado, recuerdos de infancia y muchas noches de alcohol, resaca y sexo con las que intenta tapar las oquedades que le deja la vida. En las paredes de su piso no hay oquedades a la vista, pero por ellas corren ratones, igual que corren por su mente, y no consigue deshacerse ni de los de un lado ni de los del otro. La vida adulta, la angustia existencial y no saber qué deparará el futuro le frustran en esta historia llena de memoria, desamor y abandono.

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Esta novela está dividida en capítulos muy breves con párrafos casi sin divisiones: toda una mole que pesa en la mente de la narradora y que transmite al lector como puede. La vida de Inés está parada, como le dice una amiga. No estudia ni trabaja, está perdida y deprimida, pero oculta su malestar a sus padres. Cada vez es menos valiente y entiende más a su madre. Mientras, se dedica a soñar y a contar lo que sueña y a contar a qué le recuerdan esos sueños, y así se mezclan los momentos oníricos y la memoria. En sus sueños hay muertos, bombas, fuego, explosiones y guerras. Son sueños acuciantes, con prisas y angustia. Sueña por la mañana porque duerme tarde. Sueña nebulosas, alivios que duran poco porque enseguida se cierne sobre ella la pesadilla. Viaja de sueños a alcohol y de ahí de nuevo a sueños.

Inés tiene la mente infestada de sueños intranquilos, de recuerdos de personas, de ruidos, de latas de alcohol compradas de madrugada, de ciudades donde fue algo parecido a feliz: Madrid, Gijón, Granada, Túnez. Ahora vive en una casa llena de mierda acumulada, como dice, y donde ni ella ni nadie podrá descubrir nada emocionante, como tampoco en su vida. Tiene una guerra de guerrillas con los ratones y se pasa el día en el sofá pensando en cosas que no debería. Viaja a los recuerdos de una infancia donde le tocó ser muy pequeña y muy grande a la vez y su objetivo es convertir acciones íntimas y hermosas en feas y sucias.

Inés se mueve entre lo triste y lo precario. Padece carencias emocionales, por eso quiere despojar de toda emoción o belleza los actos cotidianos e íntimos. Cuando estaba con su exnovio, no se preguntaba si él la iba a dejar, sino cuándo lo iba a hacer. «Solo se observa con tanta atención una rodilla, un granito, un lunar o un moratón si eres médico o si estás enamorado», dice, y añade más adelante: «Si sigo blanquísima es de pura tristeza y apatía. No soy feliz, pienso, porque tal vez he sido demasiado feliz». Ahora, mantiene sexo rápido y frío con desconocidos. «Aunque no me hayan querido, al menos me han tocado».

Cuando era niña, tenía terrores nocturnos. Ahora, reconoce que tiene miedo de estar sola, pero sobre todo de dormir sola. Entre otras cosas, porque tiene miedo del mañana. También de niña pensaba en todas las profesiones que le gustaría ser de mayor, y ahora que es adulta, si le preguntaran qué quiere ser, diría que una niña. Es tan mayor y sin embargo sigue queriendo ser pequeña y necesita cariño y calor. «La infancia debería permanecer inmóvil, sin clasificar, acumulando polvo», dice. Piensa que recordar la infancia no es inútil ni doloroso, pero luego se desdice para afirmar que recordar siempre es un ejercicio inútil y doloroso. Al final, el futuro parece tan desconcertante que es mejor refugiarse en el pasado.

Animalitos es una novela que habla sobre el amor, que está en prestar atención, y sobre la valentía, el miedo y los pedazos rotos que cada persona arrastra consigo toda la vida. Inés es una protagonista vulnerable capaz de ver, debajo de un cerro, toda la prehistoria y lo verde que encierra. Tiene la habilidad de ver la belleza en las pequeñas cosas, debajo de las cosas menos bellas, y sacarlas a la luz, exponerlas al mundo. Incluso encuentra belleza en las historias cotidianas, aquellas que escuchan los médicos y los policías de gente afectada por un robo o una dolencia, por ejemplo. Pasa duelos por relaciones, por etapas vitales e incluso por una casa. Una vez perdido el entusiasmo, sus memorias se diluyen y su narración se hace repetitiva, como su propia vida. Un bucle infinito, sin aliciente, que se transmite al lector. Sin embargo, vale la pena leer una historia donde se concentran escenas tan bellas como el fallecimiento de la tía Clabel.

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