Allá por el 2001, en casa no había muchos videojuegos con los que pasar el rato. Hacía pocos años que mi padre compró el primer ordenador y yo, entonces, el poco contacto que empecé a tener con él era por las clases de informática del cole, en las que, a base de mucho Paint, conocimos las nociones básicas para manejar lo que iba a ser un instrumento imprescindible para nuestra vida cotidiana. En aquella época, yo era el único de la clase que sabía lo que era una impresora (concretamente, una Epson Stylus). E Internet se conocía ya, por supuesto. En la tele solían hablar de ello; también se anunciaba y, además, aparecía en películas… Parecía interesante, sí.
Son tiempos que se recuerdan con cierta nostalgia, aunque tampoco tanta. A pesar de que yo tenía seis años, era muy consciente de la porquería que era el cacharro con el que intentaba divertirme. Más de una vez esperaba la llegada de algo mejor. Los juegos tardaban en cargar en ocasiones, otras veces ni funcionaban bien (el CD-ROM podía estar sucio o algo de eso), y algunos ni se podían poner por culpa de algunos errores. Las interfaces gráficas eran pleistocénicas y, cuando apagaba el PC, un texto amarillo en una siniestra pantalla negra me indicaba que ya podía darle al botón para apagar el equipo. Cuando lo hacía, los altavoces emitían un estridente sonido.
Yo estaba muy enganchado a un juego llamado Lomax, que, al parecer, era una secuela del famoso Lemmings, aunque no lo conozca ni su padre. Pero, un día, sin querer, el juego se eliminó. «Y ahora, ¿¿qué??», me preguntaba yo. Entonces, en aquella carpeta, había otro archivo en el que ponía «DUKE 3D«. Pinché.
Me encontraba con un juego titánico que, aún a día de hoy, es una obra de culto: Duke Nukem 3D, un juego súper avanzado para su tiempo, y muy cachondo, aunque uno no entendía nada de lo que decía. El primer escenario, «Holocausto Hollywoodiense», es mi favorito. Ahora tengo el videojuego en Steam, ciertamente remasterizado (y con textos en castellano) y no entiendo cómo puedo jugar tanto aquí sin hartarme. En esta zona, nuestro héroe se encuentra en una calle, con una acera que imita al mítico «Paseo de la Fama» de Hollywood, y en la que hay un cine. Pero no es un cine cualquiera, sino uno porno, y algo abandonado. Su estilo era el propio de los clásicos, como los antiguos Astoria o Victoria, aquí en Málaga. Esa fachada en forma de carrete de cine, con el mítico letrero de «CINEMA» en vertical causa mucha nostalgia hoy.
Yo no tenía ni idea de la temática del local en el que entraba. Pero flipaba con lo bien recreado que estaba todo (para su tiempo), aunque había muchos pósters de chicas en ropa interior. Se supone que, justo en la cornisa en la que figura el letrero de «Innocent?», hay un RPG con el que podías volar la taquilla del cine y entrar en este por la fachada principal. Pero, como yo no lo sabía, tenía que entrar siempre por la tenebrosa puerta de atrás, que daba al patio de butacas. Era demasiado pequeño, en realidad, para ponerme a jugar a esto. Así que pasaba ciertos repullos con algunos monstruos que aparecían, dispuestos a acabar conmigo. Sobre todo cuando me mataban y no tenía ni idea de por qué.
Duke Nukem 3D es, en realidad, un videojuego «2,5 D». Esto era porque los escenarios estaban recreados en tres dimensiones, pero los objetos y los enemigos estaban, en cambio, en 2D. Pero el juego no pierde su encanto. Nos encontramos con el que yo considero el abuelo del Half-Life. Porque no veas si tiene esto interacciones. Puedes encender o apagar interruptores, abrir puertas, o mear en los retretes (lo que te da diez puntitos de salud, a la vez que nuestro héroe dice, aliviado: «¡AAHH, MUCH BETTER!»). Y, encima de que habla, se refleja en los espejos (que, si interactúas cuando haces esto, más pronto se autopiropea).
Al subir a la sala del proyector de cine, al accionar uno de los interruptores, me encontré con una grata sorpresa. La pantalla se abría, y aparecía una actriz en ropa interior bailando todo el rato. Sin duda, aquello me causó gran impresión. A día de hoy, esto me sigue haciendo la misma gracia que en su día. Y es que, en aquellos años, que se pusiera una «película» (más bien son GIFs) en un juego, resultaba muy realista. ¿Qué es de una sala de cine si no se ve nada en la pantalla? De todos modos, esto no es, realmente, el tema central del escenario, en el que hay varios escondites por descubrir.
Duke Nukem 3D tiene multitud de escenarios más, divididos en cinco episodios. En uno de ellos, nos sentiremos como Luke Skywalker en naves espaciales, y también tendremos una misión en sitios cotidianos, como un supermercado o en la hamburguesería «Burguer Duke» (quién pusiera en marcha algo así). También daremos guerra en un restaurante de sushi con un karaoke en el que figura «Born To Be Wild». Adivina qué ocurre si acercas a Duke Nukem al micrófono y le das a «Usar»…
Y, ¿qué hay de las armas? Desde las típicas pistola y escopeta, usaremos aniquiladoras, reductoras de tamaño o congeladoras, que nos permitirán deshacernos de los enemigos petrificados con una simple patada. Diez variedades de armas en total, vaya. Y los objetos especiales. Podemos darnos un paseíto en el aire gracias al Jet Pack (cuando lo obtengamos), o usar gafas nocturnas o pasarnos el mapa en un santiamén (relativamente) si nos tomamos una dosis de esteroides.
Ante la inmensa variedad de armas, de escenarios (algunos llegan a cansar porque es posible que no encontremos la salida tan pronto), de enemigos, de interacciones y de chistes, Duke Nukem 3D se lleva mi 9. Un argumento quizás más coherente es lo que se pueda echar de menos. Porque es cierto que nos encontramos ante ingeniosos escenarios en los que tenemos que encontrar la salida rodeados de porculeros enemigos y de mujeres en bikini. Pero lo que sí es un juego de pensar, en el que más de una vez tendremos que usar la cabeza para salir de algunas airosas situaciones (y sino, habrá que tirar de algún tutorial en Youtube…).
Si bien el Half-Life ha sido mi juego de culto desde los 9 años, ahora reconozco que este ha sido heredero, en gran parte, de Duke Nukem 3D. Y también considero que este juego es gran merecedor de un remake acorde con la tecnologia actual. Porque Duke Nukem 3D es un alocado gran juego, que se desarrolló en una época en la que la tecnología escaseaba y que ahora disfrutaríamos mucho más de todo ese potencial.
Ahora mismo, ‘Duke Nukem 3D: 20th Anniversary World Tour’ vale 20 euros (19,99) en Steam. Pero, con motivo del ya cercano Black Friday, la oferta puede ser lo suficientemente atractiva para pillárselo. Un interesante juego para disfrutar. Los desfasados gráficos aquí no cuentan mucho. Para servidor, es realmente fantástico ver que un juego de los inicios de Windows se encuentre aún disponible, y además con textos en castellano, en los que se te informa de los secretos descubiertos o del tiempo que llevas jugando. Porque, además, gracias a Steam, es posible desbloquear varios logros, como el completar un capítulo, matar a todos los enemigos de un nivel, o el de pasarte uno de estos en el menor tiempo posible. Simplemente eso, fantástico.