Muchas veces, pese a que nos aconsejen cómo actuar ante situaciones complejas, solo la vida puede hacernos aprender con sus golpes. Dar el paso hacia adelante, hacia el cambio, es siempre dar un gran paso. Regálame una sonrisa (Editorial Quaestio, 2020) dibuja un fresco de varios colores. Elisa, Luisa y Cecilio son los protagonistas de esta historia tan inspiradora. Ellas están pasando por un mal momento en sus vidas. El pasado estrangula su alegría hasta asfixiarla, pero conocen a Cecilio, un sastre retirado, y sus vidas cambian.
Ada Sillero (Granada, 1970) ha escrito una historia motivacional en cuarenta y un capítulos. Desde el principio, el lector percibe la hostilidad de una sociedad, a veces, de modales toscos con sus iguales. La rabia comienza en esa primera página y evoluciona hasta desembocar en un final de fuerza, valentía y coraje.
La novela se desarrolla de forma cronológica, aunque con alguna analepsis, y nos muestra la psicología de unos personajes hundidos en un pozo. En cada capítulo, la autora alterna diferentes narradores que se unen en una fuerte amistad y aprenden que la vida hay que tomársela con calma y que nada nunca es tan grave. La atracción del ser humano por sentirse acompañado es fortísima, pero también es necesario aprender que un desamor o una separación no suponen una tragedia.
Esta historia se mueve entre Granada, Madrid y Cantabria principalmente y agiliza la narración gracias a los constantes diálogos. La pérdida de la pareja y la muerte de un hijo marcan vidas que siguen su curso inexorable cargando a sus espaldas tragedias, a veces, demasiado pesadas. Cuando la catástrofe se cierne sobre el ser humano, o te vas con ella o sigues caminando.
Regálame una sonrisa es una novela que guarda tragedias personales, como la dramática infancia de Cecilio y su oscuro secreto, pero también tiene su toque de humor y de estímulo. Son muchas historias engarzadas, en definitiva, que derivan en el que quizá sea el único rasgo que une a todo ser humano: la búsqueda de la felicidad. Ada Sillero tiene una sonrisa para regalarnos, como dice Ana Torroja en su canción. Y esa sonrisa es este libro. En Nostromo Magazine hemos hablado con ella sobre el amor, sobre el miedo, sobre el dolor y, por supuesto, sobre su novela, y este ha sido el resultado:
1. ¿Cuándo comenzó tu amor por la lectura y por la escritura?
Mi afición por la escritura comenzó seguida por mi afición por la lectura. Desperté a la lectura cuando en el colegio, con ocho o nueve años, en la clase de lengua me mandaron hacer un comentario de texto sobre El camino, de Miguel Delibes. Ese libro me ha marcado porque cuando lo leí quise sacar a Delibes de mí. Es el libro que más veces he leído, con el que me siento más identificada.
Entonces empecé a escribir cuentos y relatos que están en un cajón y que nadie ha visto porque entonces no estaban como para que salieran, ahí siguen. Nunca dejé de escribir e intentar ver mundos e historias que me ayudan en mi vida. Yo al escribir comprendo que lo mejor que puede sentir una persona es la libertad, porque en esa libertad creo un mundo, unos personajes, que no soy yo, pero que tienen mucho de mí.
2. Hablando de la relación entre la autora y los personajes, ¿cuánto de ti hay en Elisa, en Luisa, en Cecilio y en las situaciones que ellos viven?
En Elisa hay miedo a dar un paso porque todos hemos pasado por ahí. Quizá en distintas circunstancias, pero siempre hemos encontrado ese miedo de «no sé qué me puede pasar» o «no quiero hacer daño a otra persona», y a lo mejor por ese miedo no lo haces. Lo único que necesita es sentirse segura de sí misma. Eso es una cosa que también cuesta mucho trabajo, pero hay que intentarlo. Lo que hay que hacer es evitar ese miedo, sentirte seguro de ti mismo y no sentirte culpable de lo que estás haciendo. Si te sientes culpable de las circunstancias, te vas a sentir más culpable de cosas que no tienes por qué sentir. Todo eso te va a ir hundiendo y te va a ir metiendo en un pozo.
Luisa es como el Sancho de Don Quijote, que va repartiendo bienestar por donde pasa. Ella tiene sus condenas, pero intenta ayudar a todo el mundo aunque no esté bien. Ayudar a todo el mundo al final le rebota y consigue lo que quería. De Cecilio tendría la capacidad para tener un secreto. Cecilio tiene un secreto escondido durante mucho tiempo que lo está matando por dentro, precisamente por lo mismo: por miedo al rechazo, a que lo tacharan de cosas… Entonces encuentra a la persona idónea para poder soltar ese lastre que ya le lleva pesando demasiado tiempo. Creo que todo el mundo tiene una mochila que debe soltar para llegar a lo que quiere. En definitiva, todo el mundo lo que quiere es ser feliz, pero a veces no buscamos la felicidad en el sitio donde deberíamos.
3. ¿En qué te basaste para escribir una novela tan inspiradora como esta?
Me inspiro en los pequeños detalles de mi vida, cualquier detalle me sirve. Si hablo con una amiga, igual un gesto o una palabra me inspira. También me gusta mucho fijarme en la gente cuando voy por la calle. Si tengo tiempo me gusta sentarme en un banco y ver a la gente e imaginar cómo pueden ser sus vidas por su aspecto, pero no prejuzgarlas, sino saber cómo podría ser esa persona. Una persona puede decirte muchas cosas por su forma de andar o por la forma que tiene de mirarte.
Un juego que hago es pensar en las personas que hay a mi alrededor, cómo sería su cara cuando eran niños o cómo será cuando sean mayores. La inspiración te puede venir por cualquier sitio, al menos a mí. Yo empiezo a escribir desde que me levanto hasta que me acuesto porque cuando te sientas a escribir es porque antes has hecho un trabajo de pensar: «este personaje tiene que hacer esto, debe tener esta personalidad…». Cuando te sientas a escribir es cuando ya lo tienes claro. Yo no escribo una, dos o tres horas, sino desde que me levanto hasta que me acuesto. Cuando pienso algo en el día, en mi cabeza sigo maquinándolo hasta que soy capaz de llevarlo al papel o al ordenador.
4. Hablas maravillas de Granada en tu novela, ¿qué significa esa ciudad para ti?
Significa mucho porque es la ciudad en la que he nacido, he crecido, he vivido… y donde me moriré. Yo soy y seré de Graná. No de Granada, sino de Graná. La gente que no es de Graná dice Granada, pero los granaínos no decimos Granada, decimos Graná.
Por un lado puedes sentirte saturado porque vives en la ciudad más bonita del mundo, con el Mirador de San Nicolás, la Alhambra… pero Graná es más que la Alhambra y el Albaicín: es el encanto que tiene, la luz y hasta el sambenito que nos han puesto de la malafollá. Decir Graná es más profundo que decir Granada, es como si te metieras en las leyendas, en la historia, en la esencia. Cuando paseo me gusta ver la ciudad como si fuera la primera vez que la veo y créeme que descubro cosas que no había visto hasta entonces.
Como Graná, na [esto lo dice el entrevistador, que es malagueño pero está enamorado de Graná].
5. He percibido que el mensaje que quieres lanzar (o el que quieren lanzar tus personajes) es que la vida hay que tomársela con calma, que nunca nada es tan grave y que siempre hay alguien que te va a querer y apoyar, ¿es así?
Sí, es bueno pensarlo, pero hay que tener la suerte de conseguirlo. Todo el mundo, desde que nacemos, venimos destinados a que nos protejan y eso nos dura siempre. Nos podemos poner muy duros y decir: «Yo no necesito nada», pero todo el mundo necesita una palabra de aliento, una caricia y un «no te preocupes que yo estoy aquí» en momentos malos y buenos, en tu día a día.
Todo el mundo necesita a alguien que te diga: «Mira, esto lo has hecho bien», a todo el mundo nos gusta que nos regalen el oído y sentirnos apoyados. Hay veces en que ese apoyo falta y entonces te tienes que sentir lo suficientemente fuerte y segura de ti misma para no necesitar ese apoyo exterior, y ahí es donde está la complicación. La soledad no elegida es muy mala. No hay mayor soledad que estar en un sitio rodeado de gente y sentirte solo porque nadie te haga caso o porque no te sientas comprendido con lo que te pase o con lo que digas… eso te mata.
6. En tu novela hay situaciones muy dolorosas. ¿Cuánto dolor crees que es capaz de soportar una persona?
Físicamente puede soportar muchísimo, pero mucho menos que psicológicamente. En realidad eres capaz de aguantar muchísimas cosas. Yo no tengo hijos, pero si se muere el hijo de otra persona, por ejemplo, te dices: «Si eso le pasara a mi hijo no podría soportarlo», pero si tienes la desgracia de que le pase a tu hijo tienes que soportarlo, entre otras cosas porque no hay más remedio. O te quitas de en medio forzando la situación o tienes que vivir con eso. Lo vas a vivir igual que el día de después, pero el cuerpo va a soportar ese dolor porque no le queda otra.
Cuando vives un tiempo de luto, lo pasas mal, pero cuando pasa, aunque siempre tengas ese cuchillo clavado, eres capaz de vivir y de intentar ser feliz. La felicidad no es llegar a algo material. En la vida hay que aprovechar cada segundo, porque nunca se sabe lo que puede pasar o lo que puede pasarle a las personas que quieres. Aprovecha cada momento, porque luego arrepentirse no sirve de nada.
7. ¿Cómo crees que se puede salir de un hecho trágico como la muerte de un hijo si ni siquiera hay nombre para ello?
Cada persona saldrá de una manera diferente. Aquella que sea religiosa se agarrará a su fe y quizá piense que su hijo está con Dios y se consuele con eso. Aquella que sea atea pensará que esa persona está a su lado de alguna manera… Cada persona supera su dolor de diferente manera, no hay una regla para decir: «Te pasa esto, pues tienes que hacer aquello». No hay un decálogo para superar una pérdida.
8. Qué importante es el amor en tu novela. Te ha salido una obra con muchas historias de amor cruzadas: amor familiar, amor platónico, por supuesto amor no correspondido… ¿qué importancia tiene el amor para ti?
En la vida todo se mueve por amor. Cuando tienes un hijo, te mueve ese amor hacia él. Prefieres morirte pero que tu hijo se salve, por ejemplo. O el amor a tus padres, que es lo que más quieres. Luego está el amor de tu pareja y de tu familia. El amor lo es todo, y lleva consigo un rasgo que para mí es muy importante: la sonrisa. El amor siempre va acompañado de una sonrisa, una sonrisa significa muchísimo, porque no solo es un gesto.
Cuando amas a alguien, no solo te sonríen los labios, también los ojos. La sonrisa de los labios puedes fingirla, pero la sonrisa de los ojos no. La sonrisa es como abrazar a la persona que tienes delante, te hace sentir confortable. En el amor de pareja, lo máximo es que quieras a alguien y que seas correspondido por esa persona. El amor se te nota aunque no quieras.
9. Antes hablabas del miedo que nos atenaza y ahora has hablado de la importancia de la sonrisa. ¿Crees que una sonrisa en el momento adecuado puede romper el miedo de una persona?
Sí, por supuesto. El miedo achica. Por miedo eres incapaz de hacer muchas cosas. Si tienes miedo pero la persona que tienes enfrente te sonríe, te está dando su apoyo. Te está diciendo: «Si te caes, te vuelves a levantar». Haciendo una fórmula matemática: una sonrisa más un gesto de buena fe es igual a felicidad. Una sonrisa es el primer paso para demostrar el amor, la comprensión, el apoyo. Quizá una sonrisa no te abra puertas, pero seguro que no te las cierra. Una sonrisa sincera es lo más barato y lo más valioso que hay.
Por último, Sillero nos habla del libro que está leyendo actualmente, El largo sueño de Laura Cohen, de Mercedes de Vega, y nos recomienda algunos escritores que le gustan: Miguel Delibes, Miguel de Unamuno, Carlos Ruiz Zafón y Espido Freire. Además de ellos, también Nativel Preciado con su libro El egoísta, Jaime Bayly con Y de repente, un ángel y Mónica Carrillo con La vida desnuda.