En las últimas semanas hemos conocido que ‘Black Panther’, la película de Marvel Studios sobre el primer y único superhéroe negro con historia propia en La Casa de las Ideas, ha sido nominada a un total de 7 premios de la Academia (Premios Oscars), incluyendo el de mejor película, o 3 Globos de Oro, siendo la primera película de superhéroes en ser nominada al Globo de Oro a la mejor película dramática, además de haber recibido ya el premio a Mejor Reparto en los Premios del Sindicato de Actores en Estados Unidos. Es por ello, que aprovechamos para traerla de vuelta sobre la mesa y analizar la cinta en su contexto social y político, las estrategias de marketing político (propaganda) de la industria del cine, la batalla cultural antirracista en este medio y en el cómic que da origen al superhéroe. ¡Vamos allá!
‘Black Panther’ es una película de acción de superhéroes de Marvel, que se inserta dentro del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) que se lleva desarrollando durante más de una década, y que pretende presentar un personaje más de su lista, en este caso se trata de Pantera Negra, un rey de un país distópico avanzado tecnológica y socialmente (Wakanda) en el corazón de África, cuya fuente de riqueza es el Vibranium, un metal que extraen de su tierra para producir y desarrollar esa tecnología que aplicarán tanto para uso militar (siempre defensivo), como civil. Este monarca superheróico, se tendrá que enfrentar a una rebelión dentro de su país, ocasionada por un estadounidense de origen wakandiano que pretende acabar con la política autárquica del país, para provocar una revolución mundial que libere al mundo negro del yugo colonialista.
La película no tiene mayor recorrido, ni interés dramático. Sin embargo, sí que supuso un gran revuelo a nivel mediático, ya que prácticamente la totalidad del elenco de la película es afroamericano (¿pero no era un país de África? ¡Jé! ¡Es Hollywood, idiota!), lo que supuso un masivo apoyo por parte de la población negra aburguesada del país, desde actores y actrices, a jugadores de la NBA, pasando por Michelle Obama, que la han asumido como un símbolo de emancipación para la población negra estadounidense. Sin embargo, ¿se corresponde este relato con la película?
Lo cierto es que el hecho de que Marvel decida dar su apoyo total a una película con un superhéroe negro, que además no se encuentra aislado del resto de sus semejantes, sino que sus valientes guardias, sabios consejeros y también su amada, son personas negras, es innegablemente positivo, y supone un avance sin precedentes en la industria del cine norteamericano, que reservaba al colectivo afroamericano a cintas indies o alternativas, y siempre dramáticas e históricas (como víctimas); y no tanto en el producto mainstream. Vivimos tiempos de progresismo en Hollywood: cada vez vemos más películas protagonizadas por mujeres, hombres y mujeres afroamericanas, la comunidad trans o LGB, todos colectivos que nunca se presentaban en primera persona, y siempre lo hacían de forma estereotipada; y presuponemos que es una dinámica que continuará al alza, incluso, como decimos, dentro del universo más mainstream.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que esto sigue siendo Hollywood, la mayor industria de propaganda del mundo capitalista y del imperio yankee. Y si el hecho de que se pretenda obtener rédito económico y propagandísticos con estos colectivos que se están revelando ante su situación de opresión, nos indica que la lucha de estos y su batalla cultural está dando resultado, es necesario mantenerse alerta. El Imperio se ve obligado a incluirlos y hacer suyo su mensaje, pero siempre buscará la manera de tergiversar sus reclamas y conservar apariencias estéticas progresistas, para lanzar un mensaje represivo y reaccionario.
Y esto, claro está, también ocurre en Black Panther, donde un país utópico de África es salvado por su rey (un monarca nada democrático) de un líder revolucionario con ideas panafricanistas, cuyas ideas revolucionarias se presentan de manera grotesca, burlona y simplista, además de defender una violencia a menudo contradictoria y para nada emancipatoria, para que quede claro que es el malo de la película. ¿La solución final conciliadora de los buenos? Acabar comprando viviendas sociales para jóvenes negros en un barrio pobre de California. Quizá lo más revulsivo de Black Panther es la aparente naturalidad con la que un producto pop multimillonario asume que la explotación colonial y el racismo dentro de los Estados Unidos son realidades históricas a rechazar, y seguramente esto sea más un deseo de quien la ve, que una realidad latente en la cinta. Es esta, por tanto, una película buena para describir el racismo, pero muy mala para posicionar el antirracismo.
Podemos solventar de manera rápida el tema de los premios, afirmando sin ningún pavor que son una castaña. Cada año, los apasionados del cine tenemos más motivos para desconfiar de estos, ya que no se suelen corresponder con un buen o mal año a nivel de calidad cinematográfica, sino más bien con un oportunismo mediático que permea desde la sociedad. Esta película es entretenida y podemos verla sin bostezar, pero para nada se corresponde con la cantidad de nominaciones y premios que está recibiendo. Esta no es una película para estar nominada a Mejor Película del año, porque ni tan siquiera es la mejor de superhéroes del año, y esto no creo que sea una opinión aventurada ni hater.
Solventado este tema, vamos con algo más interesante. El origen del superhéroe lo encontramos, cómo no, en los cómics de Marvel. Pantera Negra (como se conocía aquí al personaje antes de ponerse de moda no traducir los nombres propios de los superhéroes) es creado por Stan Lee y Jack Kirby en los años 60, introduciéndolo en primer lugar en el número 52 de ‘The Fantastic Four’ (1966), y suponiendo el primer superhéroe negro de la historia del cómic convencional estadounidense. Este personaje irá alternando su actividad entre su reino Wakanda y los Estados Unidos, ya sea colaborando con Los 4 Fantásticos o con Los Vengadores, aunque siempre con papeles secundarios.
Pero el motivo por el que traemos a colación el cómic de Pantera Negra en este artículo es por su riqueza política, para analizarlo en contraposición con la película, que es necesario comprender en su contexto social de racismo institucional y cultural imperante en los Estados Unidos. Y es que su origen se produce, al contrario de lo que el público cree, con anterioridad (por cuestión de meses) a la formación del partido político Black Panther Party, que defendía los intereses de la población negra, desde una perspectiva radical y de clase, apostando por la lucha armada como autodefensa ante la violencia policial, además de tejer alianzas estratégicas con organizaciones obreras como el propio Partido Comunista, algo que terminaría de enemistarlos con el establishment norteamericano.
Sin embargo, no será hasta sus inicios como personaje en solitario, inaugurado por Don McGregor en ‘Acción en la jungla’(vuelta a África, bebiendo de Malcolm X), cuando el personaje irá tornando en unas posiciones más comprometidas y políticas, fruto del momento histórico, enriqueciéndose del movimiento por la liberación del pueblo afroamericano. De hecho, McGregor declara que cuando tomó las riendas, “todos eran básicamente héroes rubios de la jungla que llegaban para salvar a la población nativa. Todo bastante racista. No podía creer que Marvel publicara aquello”. La etapa de McGregor profundizó sobre el pueblo de Wakanda, humanizándolo y tratando asuntos tan interesantes como polémicos, como la complejidad de la relación entre una figura monárquica que a su vez es líder superheróico (rechazado por su pueblo al ser tomado como vendido), así como tramas cargadas de reivindicaciones y violencia.
Pantera Negra deberá ejercer de líder en una nación que unificará valores tribales y de modernidad tecnológica, siendo líder político y religioso del conjunto de tribus que conviven en la nación. Este interesante choque cultural que se da dentro de Wakanda no es explorado en la película, pero sí que tiene un largo desarrollo en el mundo del cómic. Wakanda vive aislada del resto del mundo para preservar al valor de su tan famoso Vibranium, metal caído de un meteorito del que se sirven para poseer una gran riqueza tecnológica.
A través de un arco argumental de 13 números, y acompañado por distintos dibujantes, McGregor aprovechó un personaje que no parecía importar al gran público para lanzar una obra eminentemente política y negra (“Teníamos a una cultura africana escondida y aislada ¿de dónde iban a salir los blancos?»), que llegaría incluso a enfrentar a Pantera Negra con el Ku Klux Klan en el estado de Georgia. Esto sería demasiado dado el contexto político estadounidense del momento, y sería relevado como guionista del personaje.
Años más tarde, y ya en los 90, el desarrollo de Pantera Negra sería encargado a Christopher Priest, el primer guionista negro de Marvel, que curiosamente elegirá al personaje del torpe político blanco Everett Ross (que aparecerá en la película interpretado por Martin Freeman) para presentar a un renovado Pantera Negra, que ya empezaría a estar rodeado por las Dora Milaje, las acompañantes del T’Challa. En un total de 62 números, el rey en el exilio (Nueva York), verá cómo su país vuelve a ser tomado por Eric Killmonger (creado por McGregor, es interpretado en la película por Michael B. Jordan). Será esta una obra más Pulp y con notas de humor negro.
Más tarde llegaría la etapa de Reginald Hudlin, explorando el origen del personaje, pero siendo ya una obra mucho menos adulta, profunda y por tanto, política. De hecho, la trama más relevante para el personaje sería el casamiento con la mutante Tormenta. Pero que sea una obra menor o más juvenil no la hace despreciable, ya que cuenta con John Romita Jr. al mando del lápiz, que dejará su marca preciosista en los números con mejor dibujo de la historia del personaje.
Después de algunas nuevas incursiones, y desencuentros con Los Vengadores (personalmente, nunca me interesó esa trama), llegamos al momento actual con la etapa de Ta-Nehisi Coates, escritor, periodista y educador afroamericano, nacido en Baltimore, y una de las voces más respetadas en cuanto a sus escrito sociales y políticos (especialmente de la comunidad afroamericana). Apareciendo su primer número en 2016, en la que aún continúa trabajando, no ha llegado a España una versión traducida y recopilada de su obra, por lo que no podemos tener una perspectiva global de su intervención en Pantera Negra. Sin embargo, sí que podemos ver cómo, acompañado al dibujo por Brian Stelfreeze, da al mundo de Black Panther un tono filosófico profundo, que se debe leer sin prisas.
Una vez hecho este repaso por la historia del personaje y universo superheróico de Black Panther, toca reflexionar si de verdad hemos avanzado tanto como nos pensábamos al analizar la película de Marvel Studios y todo su instrumento mediático, si en los años 70 había autores que, en un contexto mucho más desfavorable para la causa, ya ponían a este personaje a patear fascistas del Ku Klux Klan, entre otras muchas reivindicaciones políticas, además de simpatizar con una organización obrera negra que abogaba por la abolición de las desigualdades raciales y de clase.
El aparato ideológico estadounidense ha fomentado el sueño de Martin Luther King (ay, si les diera por leer al último King jr…) de conseguir que personas negras alcancen altos puestos directivos en la gran empresa, profesiones liberales y por supuesto en política –Ahora que con la llegada del ultraderechista Trump a la Casa Blanca, se vende una imagen de progresismo en la principal industria cultural americana (estamos ya hartos de referencias burdas a Trump en el cine mainstream), que se autorreferencia en la figura idealizada hasta los cielos de Barack Obama (Guantánamo sigue funcionando, ejem-ejem… los negros siendo asesinados por la policía que se mantiene impune, ejem…)–, y ha negado la tradición más radical del antirracismo, mucho más rica ideológicamente (aunando luchas por la abolición de las desigualdades de clase, género y raza), de Malcolm X o Ángela Davis, pasando por el Black Panther Party.
Una vez más, el género del cómic (y en especial de superhéroes), tantas veces ridiculizado como librillos con dibujos para niños, demuestra haber ido muchos pasos por delante del cine en cuanto a la inclusión de temáticas, personajes y universos enteros con (y más aún desde) esa mayoría social de minorías que no obedecen al canon sociológico y estético patriarcal e imperialista. Ahora sí, ¡Wakanda por siempre!