El pasado 26 de abril, mismo día en que 86 años antes se estrenara la película-documental de Luis Buñuel ‘Las Hurdes, tierra sin pan’ (1933), llegó a unos pocos cines en España ‘Buñuel en el Laberinto de las tortugas’, que supone la adaptación en formato de largometraje animado del cómic homónimo de Fermín Solís. Por desgracia, únicamente se ha estrenado en un total de 19 salas en todo el país, lo que vuelve a ser una muestra de la poca importancia que damos a la animación, especialmente a la autóctona.
Y es una pena especialmente porque la película es muy buena. Bajo la dirección de Salvador Simó, el guion elaborado por el propio Salvador y por Eligio R. Romero, y la dirección artística de José Luis Ágreda, así como la colaboración cercana del autor del cómic Fermín Solís, la cinta supone un relato inmenso, dentro del micromundo que supuso el rodaje de ‘Las Hurdes’, que se hace enorme al retratar los sueños, contradicciones y perturbaciones del famoso director aragonés, así como su relación de amistad con Ramón Acín.
Pero vayamos por partes, pues, como hemos dicho, la película de la que hablamos es una adaptación del cómic anterior. En concreto, 12 años anterior, cuando se publicó la novela gráfica ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, escrito y dibujado por Fermín Solís, que originalmente se publicó en blanco y negro con un dibujo cercano al cartoon, pero con un mayor naturalismo de lo que había realizado con anterioridad Solís, el cual siempre se ha destacado en su faceta de ilustrador para libros infantiles, teniendo que cambiar su registro para llegar a un público distinto. Ahora, con motivo de la realización de la película, se ha publicado una nueva versión (Reservoir Cómics) coloreada, con la paleta de colores elegida para la película, lo que ha permitido una mayor cercanía entre ambas obras.
El punto de partida de la historia nos sitúa en París en 1932, donde Buñuel comparte penas y alegrías nocturnas con su gran amigo Ramón Acín, dialogando entre copas y paseos sobre sus compromisos políticos y artísticos. Buñuel por entonces únicamente había estrenado dos películas, ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’, sendos ejemplos del género surrealista por los que la crítica y sobre todo el público lo habían rechazado, y en las que había gastado el dinero que su madre le había prestado. Y aquí es donde interviene de forma crucial en su vida Ramón, pintor, escultor y artista de militancia anarquista, quien le prometió que, si le tocaba la lotería, financiaría su próxima película. Y así, en las Navidades de 1932, a Ramón Acín le tocó el gordo de lotería, y llamó a Buñuel para rodar el documental que estaba deseando en la comarca de Las Hurdes, Cáceres.
Con estas, se plantan en Las Hurdes Luis Buñuel, Ramón Acín, Eli Lotar (operador de cámara) y Pierre Unik (ayudante), estos dos últimos amigos franceses de Luis Buñuel. Así, empieza a desarrollarse una historia de amistad y del rodaje del documental, siendo el relato interrumpido por constantes escenas de los sueños y pesadillas de Buñuel, el cual se descubre a sí mismo en Las Hurdes, debatiéndose entre las contradicciones que suponen sus ideales políticos (pretendían mostrar al mundo la injusticia que se estaba cometiendo con un pueblo que se hallaba en la miseria absoluta), con su obra artística (más despegada de la realidad social), para completar una evolución del personaje redonda.
A nivel visual, la película es de una gran belleza, con una animación simple y sin alardes, acorde al contexto de “(sur)realismo social” de la cinta, que se combina con escenas del documental original de Buñuel, incluyendo descartes de la propia cinta original, lo que supone un acierto con mayúsculas. En mi opinión, este hecho diferencial con respecto al cómic hace que la historia funcione mejor en la pantalla que en las páginas de un tebeo, sin desmerecer al cómic de Solís, sin el cual no se habría podido concebir la película.
Por último, es interesante resaltar el trabajo de doblaje de la película, hecho que tendemos a pasar por alto, y siendo habitual que en el cine de animación se elige a actores/actrices convencionales (en lugar de actores/actrices de doblaje). Aquí, por contrario, se ha elegido a un doblador aragonés para la figura de Luis Buñuel, dobladores extremeños para los aldeanos de Las Hurdes, y a franceses hablando español para Eli Lotar y Pierre Unik. De nuevo, un acierto.
En definitiva, nos encontramos ante una obra magnífica, de mucho mérito, que pone en debiera poner en alza a la animación en nuestro país, y que el público disfrutaría de no ser porque apenas la va a ver anunciada ni en las principales carteleras de los cines más comerciales. Desde esta humilde trinchera, seguiremos apoyando el buen cine y la buena animación para que se haga un hueco en la escena, y “Buñuel en el laberinto de las tortugas” es un claro ejemplo de ello.