Escrito por Rubén Pareja Ramírez
«Esto ya se parece a una colonia de Latinoamérica, por Dios», dice uno de los muchachos con los que suelo salir de copas algunos findes. No le falta razón. Las discotecas y pubes españoles están infestados desde hace ya catorce años por un virus al que varia gente ha puesto iniciales y todo: «Ruido Extremadamente Grosero, Grotesco, Altamente Estúpido y Tonto que Obstruye Neuronas«.
De hacer más largo este artículo (que podría), acabaría aburriendo a cualquiera. El reggaetón (O «R.E.G.G.A.E.T.O.N«, según lo anteriormente dicho) comenzó en el 2004 ocupando las listas de éxitos veraniegos con ‘La Gasolina’ o ‘Dale don Dale’, y ahora coloniza el panorama musical. Y tiene sentido. En un contexto de hambre y pocas ideas, aumentan los listillos en busca de ese milagroso sonido (económicamente hablando) basado en auto-tune y bases sencillas que garantizan éxito.
Es imposible entrar en un local sin tener que aguantar eso. Atrás quedaron aquellas épocas en las que las discotecas ofrecían buenas experiencias. La clave de su éxito es sencillo. Es un estilo que el mercado ha impuesto a la juventud (el famoso «Pídeme lo que te doy y te daré lo que me pides»). Así, esta piensa que «es la música de ahora» y que «es lo más sensato escuchar». «¿¿Entonces, qué quieres que te pongan para bailar?? ¿¿Mozart??», se excusan muchos.
Si no te gusta el R.E.G.G.A.E.T.O.N, venga, vete a otro local. ¡Ah, no! Que es que está en casi todos lados. La poca variedad sucumbe ante el monopolio y tiene que echar el cierre, como fue el caso del ‘Vive le Rock’ y, recientemente, de ‘Monsters’, en Málaga. La solución entonces es pasar de una actividad propia de mi edad que hacían nuestros padres en su época también. ¿Pagar a veces para entrar a un lugar que pone algo que no me gusta, con tal de estar en la onda? ¡Hola! ¡Hola! ¿Hay alguien en casa, McFly?
En las listas españolas de Spotify no se refleja mucho, pero hay música, más allá del reggaetón. Y algunos géneros, antiguos, además, están regresando de la mano de artistas indies. Aún me dura el flipe que me dio escuchar Parcels, con temazos como «Overnight» o «Gamesofluck». Por no hablar de Jamiroquai, o de Tame Impala… Es lo que tiene la música, que, como la pintura, ofrece diferentes contrastes y tonos de los instrumentos y, al final, crean un sonido agradable para el oído humano. Vamos, armonía y demás. Pero el R.E.G.G.A.E.T.O.N, al carecer de esta calidad, es más facil de hacer (obviamente) y, por tanto, más barato. Sin embargo, su acogida, incomprensiblemente, es total.
Dentro de poco, «Mayores», de Becky G, caerá en el olvido, porque ya no estará de moda y no tendrá sentido escucharla. ¿Qué hay de la bicicleta, que tanta fiebre causó hace dos años? Está ya más desaparecida en combate que Chuck Norris. Entonces, esto se escucha, en parte, obligados. La industria nos dice qué tenemos que escuchar y nos priva de cierta personalidad musical. Uno escucha temas de todas las épocas que, por muy carca que sean algunos, siempre se hablará de ellas como si de su primera vez fuera. Hace poco, escuché entero el álbum ‘Thriller’, de Michael Jackson. Ahora entiendo por qué fue tan premiado.
Que esta moda no haya muerto aún tras catorce años ya empieza a ser un misterio que quizás Íker Jiménez debería tratar en su Nave del Misterio. Música divertida (y de producción española), como lo fue alguna de la Ruta del Bakalao, duró mucho menos que esto, de extraña forma. Ahora, tristemente, personas como Maluma, Daddy Yankee o Bad Bunny alargan la vida de tal fenómeno, que me ayuda, en épocas de Feria, por ejemplo, a volver cada vez más temprano a casa. Total. Y las horas que estoy las paso más tiempo quieto que bailando, con la esperanza de que pongan otro tipo de cosa más alegre y sensata.
Respecto a lo del primer párrafo, hablando con estos chavales, yo les expuse mis ideas. Málaga es una ciudad costera, al igual que muchas latinoamericanas. La sensación de calor en verano, al atardecer, bailando en una playa con hermosas muchachas en bikini o con hermosos muchachos fuertes y tatuados al son de estos sonidos es uno de los elementos idóneos que posiblemente creen un espejismo de terruño latinoamericano y que llevan a tener tanto éxito a esto, creo yo.
La fábrica:
Celebrando mi cumple, encomendé a uno de mis colegas que nos sorprendiera con un lugar de copas en el Centro. Él aseguraba que era un sitio apañado. Los cinco que éramos entramos.
No recuerdo cómo se llamaba ese pub. Yo lo llamaría «La fábrica». Un centro de crionización de futuros engendros reggaetoneros. Con este fantástico sonido de fondo, chavales de hasta catorce años o cosa así se veían sumidos en este fantástico universo. Un chaval, de estatura bastante alta, por cierto, no había tenido muy buena noche, la verdad. Se veía que andaba picado con otro de los allí presentes, porque la actitud iba encarada al mismo (su mirada asesina lo reflejaba bien), mientras los otros colegas trataban de frenarlo. ¡¡Josemii! -pienso- ¿¿Dónde demonios nos has metido, por Dios??
Tratamos de apartarnos un poquito. Hacía calor allí y encima, estaba petado de gente. Al fondo, las chavalas bailaban alegres, ya sea solas o disfrutando del contacto con alguno de los muchachos que había allí. La verdad es que iban preciosas, aunque sus caras, por mucho maquillaje que tuvieran, revelaban que eran auténticas niñas. He llegado hasta aquí para rescatar a Josemi. ¿Qué haces ahí con el D.J? ¡Vámonos de aquí!
Aquellos cinco minutos allí dentro fueron un cachondeo, todo hay que decirlo. Pero me da pena esto en el fondo, ya que, como he dicho antes, hemos asistido no a una fábrica cualquiera, sino a la fábrica de las futuras mentes gentes del mañana. Una generación consumida por esta moda, sin apenas valores, que lo único a lo que pueden aspirar es a la chulería y a la pelea en cuanto uno le «vacile» un poco o algo así. Estos valores, que se dan en la calle sobre todo, los potencian en casa maravillas como Mujeres y Hombres, del que los críos aprenden el perfecto contacto que hay que tener con las chicas al ritmo de esos ruidos.
Se supone que el R.E.G.G.A.E.T.O.N desciende del reggae, un estilo único, reivindicativo, creativo, alegre, y que de verdad te hace sentir en la playa. Con el nieto, en cambio, se elogia algo que para nada se ha logrado con esfuerzo. Se denigra a la mujer, que, sin embargo, no parece pronunciarse mucho en contra de esto. Por no hablar del nefasto estilo de vida: la chulería y las malas formas se imponen en las calles. La escoria, generalmente en un banco tirada con un altavoz emitiendo ese ruido, acecha a los pacíficos transeúntes, a ver con quién se mete más. Por no hablar del alcohol, elemento estrella en las fiestas de hoy en día, que está siendo un gran tema de preocupación al engancharse gente cada vez más joven al carro. Ante todo esto, como le diría Inés Sastre a Torrente, hace que uno prefiera quedarse en casa viendo la carta de ajuste. Jamás creo que se haya asistido a una época similar. Evidentemente, tendremos que estar muy prevenidos ante el apocalipsis musical que parece acercarse…