El árbol de la sangre: el dolor de cabeza llega a las salas

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En los 90, Julio Medem era todo un referente en el cine español. Cada película que sacaba era un éxito de crítica y público, pero los años dorados no duran para siempre. En 2003 filmó el polémico documental La pelota vasca, la piel contra la piedra y, desde aquel momento, nada fue igual en su carrera. En 2007 llegó Caótica Ana con unas críticas para nada buenas y, desde aquel entonces, el éxito de Medem se ha ido tambaleando con subidas y bajadas, si bien es justo decir que algunas han pasado más desapercibidas de lo que deberían, como la más que correcta ma ma (2015).

Ahora, tres años después de su último largometraje, llega a nuestras pantallas El árbol de la sangre, un drama donde sus dos protagonistas viajarán hasta un antiguo caserío vasco para escribir la historia común de sus raíces familiares, creando un gran árbol genealógico lleno de secretos y tragedias.

Desde su primera escena, ya sabes si es un filme que te va a cautivar o que, por el contrario, te va a aburrir soberanamente, y, por desgracia, ocurre lo segundo. El árbol de la sangre es aburrida de principio a fin. Desde el primer momento, no hay algo que te atrape y que capte la atención. La mezcla de historias que hay en ella está tratada de una forma muy confusa y, las partes que tienen lugar en el presente y en las que aparecen Álvaro Cervantes y Úrsula Corberó, son soporíferas y no hay ni por donde cogerlo.

El árbol de la sangre pretende ser una película de autor que juega a lo raro y a lo complicado, pero, en su lugar, consigue ser uno de los trabajos más tediosos y densos del cine español en lo que llevamos de año. Ojalá pueda Médem volver a brillar en poco tiempo.

 

Valoración: 2/5

Lo mejor: La fotografía de Kiko de la Rica y su impecable música

Lo peor: Un montón de ideas mal ejecutadas

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