Se ha consolidado como una figura imprescindible y elogiada en el panorama del flamenco actual, ella es la onubense Rocío Márquez. Su último trabajo, Visto En El Jueves no ha dejado a nadie indiferente, y despierta una curiosa consideración y entendimiento del flamenco oscilante entre los orígenes más tradicionales y un fuerte carácter experimental e intrépido.

Una cantaora consciente de sus raíces pero que, aun así, se eleva de su propia tierra para alimentar su música de otros tintes y contemplaciones distintas. Hablamos con ella para adentrarnos en su búsqueda y tratamiento del flamenco como gran aportadora y continuadora del mismo.
¿Eres partidaria de un modo de ver el flamenco más purista?
A mí me resulta muy complicado el tema de las etiquetas, porque considero que en el arte todo es muy subjetivo. Desde mi experiencia, en festivales como el Primavera Sound o el Monkey Week, se me puede considerar una artista muy tradicional y en cambio, en festivales muy tradicionales como en La Unión o en La Bienal del Flamenco de Sevilla, se me considera una artista casi experimental. Por eso, pienso que este tema es bastante relativo y delicado, porque depende de quién lo diga, van a haber diversas opiniones.
¿Qué valores del flamenco piensas que son o deberían ser inmutables ante su progresiva experimentación y fusión?
A mi parecer, para deconstruir algo hay que conocerlo antes. Entonces digamos que, cuando uno conoce los códigos y estilos flamencos, no se trata de que sea una limitación, sino una inspiración para la atracción, bajo mi punto de vista. Pero por supuesto, claro que existen unos códigos respecto a los palos, melodías, el compás… que hay que conocerlos si hablamos de hacer flamenco.
En tu trayectoria musical podemos denotar una experimentación meticulosa e intimista que parte de lo tradicional. ¿Hasta qué límite piensas que se puede llevar acabo la experimentación en el flamenco?
Este tema vuelve a ser un poco subjetivo. Yo intento no ponerme límites, el lenguaje que yo conozco es el flamenco porque es el que he practicado durante muchos años, desde que soy pequeña, porque me emociona mucho y soy aficionada como oyente además de intérprete. Entonces, viendo que ese es mi lenguaje, lo que intento es permitirme lo que pueda salir de ahí, y de todo eso que pueda salir, habrá gente que lo considerará flamenco y gente que no. Pero yo no quiero encontrarme con barreras en esas líneas de qué es flamenco y qué no es flamenco. Dentro de mi propia experiencia, yo me he metido en un estudio de grabación y de repente alguien que está fuera, como un productor, me pregunte “¿pero eso es flamenco?”, y eso ya está limitando.
Al final la atracción es atracción, y no podemos estar pendientes de etiquetas. Se hace y habrá quien lo considere de una manera y quien lo considere de otra, a quien le guste y a quien no le guste, pero el flamenco en sí mismo, desde su origen, lleva implícita esa mescolanza. Por eso tampoco tiene mucho sentido a la hora de crear, poner esa barrera antes de tiempo, porque precisamente el flamenco nace de la convivencia de tres culturas distintas en Andalucía durante siglos, sumándole los movimientos de ida y vuelta con África y América y el gran aporte del pueblo gitano. Hay una gran cantidad de matices y colores diferentes que han configurado el arte en sí. Por eso me resulta complejo no percibir la creación hoy en día desde esa misma mescolanza. Si al final no intentamos caer en una reproducción, sino que también intentamos traernos el flamenco a nuestra realidad, pues nos encontramos con un entorno distinto al que hubo en otro momento y es lógico que haya códigos que cambien. Me parece la mejor muestra de que está vivo.
En Visto en El Jueves observamos una reinterpretación de los clásicos bastante personal. ¿Cuál era el objetivo principal y original de su creación?
Visto en El Jueves, es un conjunto de cantes y canciones que yo he escogido de vinilos y cintas de casetes que compré en El Jueves, que es un mercadillo que hay en la calle Feria de Sevilla, y pensé que sería interesante coger lo que más me emociona de cada uno de esos vinilos. La peculiaridad que tienen las canciones, es que todas me llegan a través de los filtros flamencos. Temas como Luz de Luna o El Último Organito – aunque éste último sea un tango argentino – me llagan por El Cabrero, o Se Nos Rompió El Amor de Bernarda y Fernanda de Utrera y Trago Amargo por Vallejo. Esto estaría conectado con la reflexión anterior, todas estas versiones, sin ser palos – aunque esté versionado por bulerías o tangos – siendo canciones, ya los han usado los flamencos, con lo que es algo que se ha hecho toda la vida. Versionar un tema es lo más antiguo que hay en el flamenco, no es nada nuevo.
Nos parecía interesante este aspecto, y por otro lado, difuminar la línea entre canción y cante, que siempre está demasiado marcada, y la importancia de la reinterpretación, de la conexión con la memoria colectiva, la reutilización desde un punto de vista de varias manos como esos vinilos, que pasa igualmente con las melodías. Y de alguna manera, esto conecta con un poema de Antonio Orihuela, al que también conocí, y está presente en el disco en el tema de Llegar A La Meta, que precisamente reflexiona sobre esta sociedad capitalista, consumista.
¿La realización del mismo fue esporádica o más bien premeditada de antemano?
Sí claro, se combinaron ambas maneras mediante el concepto que engloba todos estos temas. A nivel musical, lo que los conecta son los arreglos de Canito, que siempre ha sido un guitarrista que me ha llamado la atención porque conociendo los códigos tradicionales, se permite esa fantasía y creación en el hoy. Y el mismo trabajo que Canito, lo hizo en la percusión Agustín Diassera.
Cuéntame acerca de tus principales inspiraciones y de qué manera trascienden en tu manera de crear y entender el flamenco.
Suelo escuchar mucho el flamenco de principios del siglo pasado, porque creo que los cantes todavía no estaban tan encasillados y etiquetados. Escuchas por el ejemplo un mismo cante de un cantaor en distintas grabaciones de distintos años, y las variaciones del mismo artista son sorprendentes. Había mucha capacidad de creación sobre la marcha, se lo permitían más. Hemos llegado a un punto en el que, precisamente por esa necesidad de poner una etiqueta y nombre a todo, hemos caído más en la reproducción que en la creación. Me interesa esa franja del flamenco porque creo que eran especialmente creativos, figuras como Marchena o Pastora.
De cara al futuro, ¿te ves realizando proyectos en la línea que estás manteniendo actualmente?
A mí me gusta mucho ir caminando poquito a poco, no soy de querer visualizar la línea que voy a tener a lo largo de toda mi carrera, porque creo haré lo que decida en cada momento. Sé que siempre tendré un pie en lo tradicional, porque es lo que me nutre y me da sentido, pero también sé que siempre me voy a ir permitiendo otro tipo de proyectos que me aporten y me hagan sentir la línea más abierta. Creo que la convivencia de estas dos líneas va a ser mi reto, por ahora este es mi interés actualmente, y que se vayan nutriendo la una a la otra.
¿Crees que tu música es más accesible al público más familiarizado con el flamenco?
Yo creo que este es un camino que se está creando ahora, poco a poco. Hay una línea de varios artistas que van por ese camino y que están facilitando que realmente haya un público más extenso a nivel cualitativo que se interese por el flamenco. A mí es algo que me motiva, me gusta cambiar contextos. Me gusta un día cantar en una peña con 70 aficionados delante de un modo muy tradicional, y al otro cantar en el Primavera Sound o la Filarmónica de París con orquestas interpretando El Amor Brujo. Cada cosa te aporta y enseña algo, y que todo eso pueda ir conviviendo incluso en el mismo tiempo y época, nutre muchísimo.
En tus canciones se observa una gran evocación a la identidad y tierras andaluzas. ¿Crees que el flamenco debe darse imprescindible e inherentemente en Andalucía en primer lugar?
Desde luego, el papel y el vínculo que tiene Andalucía con el flamenco son muy estrechos, pero a mí también me gusta contemplar otras influencias que han tenido otros espacios, porque también lo han tenido y es importante que estén presentes. Entonces, creo que no es cuestión de considerarlo como exclusivo o sentirlo, no creo que se quiera más al flamenco o a Andalucía porque consideremos que el flamenco es más exclusivo de aquí. Creo que nos limita más, más que aportarnos. También pienso que, en cuestiones autonómicas que parecían superadas, se puede dar un paso atrás por los movimientos políticos. Sí creo necesario hacer explícita ciertas letras que en su momento fueron necesarias y ahora nos damos cuenta que vuelven a serlo.
A modo de conclusión, respecto al movimiento que se está dando ahora en el flamenco, ha ocurrido algo muy curioso. En los últimos años, lo que antes era contracultura, es decir, una visión un poco más abierta y más heterodoxa del flamenco, se ha convertido en cultura que está llegando a las masas y que está ocupando todos los espacios de mainstream. Lo que antes se tomaba como la norma y la cultura, ha dado paso a la contracultura precisamente porque, desde mi punto de vista, tiene menos visibilidad esa línea más tradicional. Creo que es interesante ser conscientes de qué está ocurriendo en el cante flamenco. De esta manera, la brecha que se está abriendo entre la tradición y lo contemporáneo, es mucho más grande, porque de repente hay un montón de gente con una visión tradicional que no se reconoce con lo que se está vendiendo como flamenco.