Muy conocida es, o se cree que es, la historia de las pandillas de Nueva York. Ya al mencionarlas para muchos vienen a la mente imágenes de armas de fuego cortas, callejones oscuros. Quizás a algunos la memoria les tira para figuras pertenecientes a las pandillas mafiosas, explotadas inmensamente a posteriori por la industria cinematográfica. Para los seguidores del rap, quizás la imagen que la memoria convoca se relaciona más al gangsta rap y todas sus subsecuentes representaciones y mutaciones. Sin embargo, es fundamental para tal historia conocer a las pandillas del Bronx neoyorquino, esos grupos de jóvenes que durante los años ’70 y ’80 fueron figuras centrales de un sector social abandonado y maltratado por el Estado y por el resto de la sociedad, hijos de inmigrantes de todas partes del mundo, e incluso muchos de ellos nacidos en otros países, que le dieron forma a un costado de la cultura estadounidense a la cual durante tantas décadas se le ha ignorado sistemáticamente.
Llegamos mediante el documental “Flyin’ Cut Sleeves” (1993) a saber más, entonces, sobre la juventud que hoy en día muchos apodan como las primeras camadas de la “generación hip hop”, esa generación de marginados por un sistema que no quería tenerlos en sus calles, y que aún así se encargaba de no dejarlos salir de una situación económica deplorable y de una opresión social asfixiante.
El camino para conocer más a través de este documental de una hora nos lo abrió principalmente Rita Fecher. Rita fue una docente de escuela secundaria, cuyo primer empleo la llevó a desempeñar sus tareas en el South Bronx, aquella zona tan pobre, sumida en la miseria y poblada de una enorme cantidad de inmigrantes. Tanto ella como su marido, ambos trabajando en escuelas de la zona, notaron que por encima de una fuerte negligencia estatal que no satisfacía las necesidades educativas ni apoyaba el crecimiento intelectual de los y las estudiantes, había una espesa estigmatización hacia ciertos estudiantes en particular que mostraban una notable independencia y cierta rebeldía hacia lo que se asumía que debían aceptar como su futuro inevitable. Así, tanto su marido, Manny Dominguez, como Rita Fecher, decidieron acercarse a estos estudiantes y aprender a comprender de mejor manera la forma en la que vivían, sus motivaciones, sus pensamientos y sus ideales. Rita, que además de docente era artista, comenzó a documentar la vida de aquellos jóvenes y sus círculos, según sus propias palabras con el objetivo de dar a conocer un mundo que, para aquel momento, el resto de los Estados Unidos ignoraba.
Como también cuenta Jeff Chang en su libro “Can’t Stop Won’t Stop”, en 1971 la policía estimaba que existían más de cien pandillas en el Bronx que contaban con más de 11.000 miembros, de los cuales el 70% eran puertorriqueños y el restante 30% afroamericanos. Estas pandillas, que comenzaron como pequeños círculos de amigos o incluso familiares que buscaban protegerse entre ellos del hostil mundo que los rodeaba, comenzaron a politizarse de diferentes formas. Muchos de ellos tomaron a próceres socialistas latinoamericanos como referentes, mientras que otros se inspiraban en las formas de organización horizontales existentes en la cultura jamaiquina u oriunda de algunas áreas de África. Y, muy claramente, la organización antirracista “Black Panthers” cada vez estaba más cerca de estas agrupaciones, algo que generaba inquietud en la élite política estadounidense y que fue lo que detonó la intensificación de la criminalización de esta juventud movilizada.
Existió durante mucho tiempo una clara tendencia a la violencia territorial entre estos sectores que dominó por largos años sus relaciones (alguien “vistiendo los colores” de una pandilla, como por ejemplo los Black Nomads, debía quitarse la vestimenta que lo representaba para caminar por una zona ajena, como la de los Roman Kings, a pocas cuadras un área de la otra. Una situación del estilo narra en el documental Nelly “China” Vélez, quien fuera la creadora de la delegación de mujeres de la pandilla Savage Nomads, que debía esconder su identidad para caminar los pocos metros que debía recorrer para visitar a su abuela.
De todas formas, la realidad es que lentamente, y a lo largo de las décadas de 1980, las diferentes gangs comenzaron, por períodos y gracias a las influencias de algunos de sus más relevantes líderes, a ignorar sus diferencias, o, más bien, a construir a pesar de ellas, al encontrarse cada vez más a la merced de un enemigo común: las fuerzas policiales y la situación social del país. Adolescentes como Felipe “Blackie” Mercado y Benjy Meléndez fueron artífices de diferentes treguas y alianzas que el documental supo retratar perfectamente a partir de los relatos de sus mismos protagonistas y de un repaso intensivo por la historia social de aquellos suburbios, también recolectando los testimonios de los mismos líderes durante los primeros años de los ’90, recorriendo el Bronx ya en sus años de adultez y lejos de la vida pandillera. Numerosos entre estos líderes tan jóvenes fueron quienes dedicaron muchísimos años a la lucha por el apaciguamiento de las rivalidades entre los distintos grupos, a punto tal que algunos, como fue el caso del apodado “Black Benjy”, Cornell Benjamin, embajador de los Ghetto Brothers que perdió la vida intentando romper una pelea en las calles entre dos bandos opuestos. Como narra “Flyin’ Cut Sleeves”, luego de aquel trágico suceso, y como ejemplo para tantas situaciones similares en los años ulteriores, en lugar de exigir venganza los Ghetto Brothers convocaron a una reunión multilateral entre referentes de una lista de 42 pandillas, con el objetivo de marcar reglas de convivencia y establecer el respeto entre todos los miembros de todos estos grupos. Invaluables imágenes de los debates de aquel día hacen a “Flyin’ Cut Sleeves” un tesoro documental.
De esta forma, y con la colaboración de Henry Chalfant en la dirección, Rita se hizo cargo de la producción -hasta aquel momento impensada- de este brillante documental. Con este tipo de necesarios relatos que llegan acompañados de una enorme cantidad de material audiovisual más que valioso de aquellos barrios y de Puerto Rico, Cuba, y otros territorios pertinentes a la historia, el documental les llevó más de dos décadas de grabación, edición, y mucho trabajo. Además de entrevistas con los principales líderes, familiares y compañeros de las pandillas del Bronx entre 1970 y 1992, muchas de las cuales desnudan la aún existente estigmatización hacia importantes miembros de estas comunidades, cuenta con relatos en primera persona de momentos de un altísimo interés social y cultural de aquellas agrupaciones juveniles tan importantes para la historia de los Estados Unidos y de las corrientes migratorias y culturales americanas y africanas del siglo XX.
Foto de Portada: Fotograma del Documental “Flyin’ Cut Sleeves”