Gris Madrid

'Los violentos. Una historia de Lavapiés' es un relato sórdido sobre la violencia, pero también sobre la curiosidad humana o el deshonor.
los violentos

Los violentos. Una historia de Lavapiés (Bunker Books, 2024) es, ante todo, una novela de descontento. José Ángel Barrueco (Zamora, 1972) construye en estas páginas, con prólogo de Mario Crespo, una historia ubicada en Madrid en la segunda década del siglo XXI, antes del covid-19. Un viernes de agosto, por la tarde-noche, en mitad de una huelga de limpieza, cuando toda la ciudad apesta, Izan Arroyo y Tranquilino Peón se cruzan en Lavapiés. Su tropiezo se convierte en una disputa que acarrea consecuencias. Se enzarzan en un rencor tácito hasta que la infección explota y se mezcla con la suciedad de las calles.

La Bella Julieta

Izan Arroyo es un treintañero de clase media-baja, maltratador psicológico y drogadicto, mientras que Tranquilino Peón es un cincuentón maltratador físico y alcohólico. Este reside junto a su esposa y su hijo en un antiguo almacén y, más que vivir, subsiste en el infierno. En su casa proliferan las cucarachas, mientras que en la de Izan lo hacen las hormigas. Un suceso aparentemente anodino y azaroso enfrenta a ambos hombres, que solo saben ejercer la violencia. Su conflicto se enraíza y se pudre hasta la deshumanización. El odio enquistado, como dice Crespo en el prólogo, es la base de esta trama, erigiéndose como una pandemia que azota al ser humano y dando la sensación de que la vida es una guerra a la que hay que sobrevivir día a día.

Además de este choque entre Arroyo y Peón, el bochorno estival, la acumulación de basura, el hedor y la precariedad vital forman un caldo de cultivo que fomenta la tensión. A partir de este conflicto, también surge un virus que afecta a determinadas clases sociales. Así, se mezclan los parásitos sobre dos patas con los microscópicos. En esta historia, el ser humano parece llevar dentro el germen de la violencia, un virus que no entiende de clases sociales y que es imposible de erradicar. Aquí, la violencia no es solo física, sino también psicológica e incluso a través de las redes sociales, donde se mezclan las verdades y las mentiras, los juicios y los rumores. Una vez desatada, esa violencia es una cadena que parece nunca tener fin y que arrasa con todo a su paso. De hecho, casi al final hay una escena de violencia en un piso abandonado que se desenvuelve de manera magistral.

Los violentos es una historia sórdida sobre la violencia, pero también sobre la curiosidad humana, el respeto, el deshonor, la insatisfacción vital, la dignidad, la precariedad, las adicciones y el patriarcado. Sus dos protagonistas se mueven como en Duelo a garrotazos, de Goya, que está representado en la cubierta. Si conocieran las consecuencias de sus actos, quizás no los llevarían a cabo, pero claro, no conocemos el futuro. Cada cual entiende e interpreta su entorno y el mundo a partir de los aprendizajes, de la cultura, de sus circunstancias y de aquello que ha absorbido.

Esta novela se escribió en 2017, pero vaticina lo que estaba por venir con respecto al covid-19. En ella, Barrueco apuesta por una escritura incisiva, a la altura de sus personajes. La escribe como si se tratara de una crónica de este suceso con retratos iniciales de los personajes, presentación de los hechos, desarrollo y conclusión. Asimismo, el lenguaje tiene mucha importancia, ya que se produce un contraste entre los términos que usa el narrador, como «émesis de sangre», y los que usan los personajes, como «okis» o «trankis». En definitiva, se trata de una novela feroz para cualquier lector llena de desgraciados que no copan las portadas de suplementos en prensa y que solo aparecen en las noticias para generar morbo.

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