J. M. Beiro: “No tenía previsto que el personaje tuviera tanto protagonismo, pero me ha resultado una sorpresa agradable que a la gente le haya llamado la atención”

Hablamos con el escritor J. M. Beiro sobre su novela 'Minucias y angustias' y todo lo que engloba a su protagonista.
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J. M. Beiro / Imagen de J. M. Beiro

J. M. Beiro reconoce que la literatura rusa se ha visto en un segundo plano, exceptuando a los principales novelistas del siglo XIX. La obra de Beiro comparte algunos matices con esa literatura rusa. El protagonista de su novela Minucias y angustias (Editorial Virgulilla, 2020) es Iván Weyler, un juez joven, arrogante y narcisista que tiene una carrera de éxito que quizás potencie su egocentrismo. Weyler siempre ha querido ser escritor, pero no lo ha conseguido. Sin embargo, en esta historia ocurren varios sucesos que marcan su futuro y la consecución —o no— de sus deseos.

La novela de Beiro mezcla justicia y tecnología, un binomio explosivo que se entrelaza con el thriller, la transformación digital, el horror cósmico, la hipocresía, el heroísmo, la traición y el singular carácter del protagonista. Narrada en tercera persona, esta novela también incluye fragmentos de un diario que mezcla lo bizarro con lo obsesivo. El narrador domina los temas que se tratan y nos presenta desde el principio a un protagonista que posee una presencia magnánima. Así se muestra él y así lo ven los demás.

Portada ‘Minucias y Angustias’ / Editorial Virgulilla

Weyler es un combatiente que lucha por mantener su posición y su estabilidad y se muestra con superioridad ante el resto de los mortales. Se considera «un escritor sin escritos» y tiene delirios de grandeza mientras cree estar rodeado de gente a la que cataloga de incompetente. El protagonista posee una sabiduría excelsa de la que hace gala siempre que se presenta la ocasión.

Weyler es un intelectual que explora temas como las relaciones personales o la identidad y que tiene 1984, de George Orwell, como una biblia personal. No por ello deja de explorar los temas mundanos del corazón y de la vida, ya que como ser humano que es no permanece impasible ante ellos. Se hace las preguntas más oscuras y es un observador nato.

El narrador pone el foco en el protagonista y en su universo narrativo se desarrolla la trama. Con un estilo pulido, la narración, a veces sinuosa, discurre por conceptos abstractos y reflexiones. El narrador muestra el nudo de la historia y lo esconde instantáneamente tras el tupido velo del intelecto de Weyler para, páginas más tarde, volver al centro de la trama y relatar su desenlace.

En Nostromo Magazine hemos hablado con J. M. Beiro sobre su novela y sobre su protagonista, y este ha sido el resultado:

¿En qué te inspiraste para escribir una historia como esta?

Realmente no hubo ningún caso real en el que me inspirase. De hecho, tiene componentes fantásticos. Sí trataba de dar salida a determinadas situaciones que nos encontramos las personas y que solo salen cuando se ven expuestas a momentos extremos. Iría muy bien el resumen que hizo el editor, es una síntesis muy real: es un thriller con determinados elementos del crimen que se podrían identificar incluso con la novela negra, pero no hubo realmente un detonante con hecho real, sino que trataba de someterlo a una visión que no fuera real. La novela está mayormente situada en el ámbito judicial, que es algo que conozco y donde me siento cómodo por motivos profesionales. Obedece a eso, no a retratar una situación real o a personas reales, aunque los temas que tratan sí pueden llegar al interior de todas las personas.

¿Cuánto hay de ti en Iván Weyler?

Mi intención era que no tuviera cosas mías. Ha sido muy difícil situarse en la mente de otra persona con unas características determinadas y una trayectoria distinta. Es un ejercicio difícil, pero siempre hay algo de uno. Me ha sorprendido que a mucha gente que ha leído la novela le ha llamado la atención la fuerza del personaje. No pretendía retratarlo especialmente fuerte. No quería retratar una especie de ego, pero es un personaje interesante y en cuanto a cuestiones mías he tratado que no las hubiera más allá de las artísticas. Obviamente hay situaciones humanas que se tienen que recoger de la propia experiencia porque están en nuestro interior. Sabía que mucha gente en esta primera novela trataría de buscar algún paralelismo con mi experiencia personal, pero no ha sido más que un recurso para situar la acción.

J. M. Beiro / Imagen de J. M. Beiro

Si yo te preguntara por qué el título Minucias y angustias, ¿me responderías lo mismo que responde Weyler a la misma pregunta hacia el final del libro o hay algo más?

Eso es algo que solo te podría responder exactamente el protagonista. La intención era retratar algo muy íntimo y muy interior. El título obedece a algo que le costaba mucho a la persona y a esas situaciones en las que hay que escarbar para comprender.

Qué difícil es entrevistar a un autor que ya incluye una entrevista a su protagonista en su novela. ¿Qué es más difícil? ¿Escribir una entrevista en una novela o hacer una entrevista en la vida real?

Es mucho más difícil hacerla en la vida real. La entrevista de ficción me resulta un recurso interesante literariamente porque al mismo tiempo tienes que ponerte en el lugar del entrevistador y del entrevistado. El entrevistador también tiene una perspectiva distinta, que es más realista. En la realidad a veces es más difícil, no estoy acostumbrado a que me entrevisten.

¿Entonces la realidad es más difícil de construir que la ficción? ¿O en este caso son conceptos diferentes?

Creo que son conceptos diferentes y que depende del ámbito que trates de reflejar. Muchas veces lo que se busca es reflejar unos hechos históricos o situar una novela histórica, que también es muy difícil y exige mucha documentación y rigor y hay que contarlo de manera literariamente interesante. En la ficción pura también es difícil, pero quizás por otros motivos, porque no consiste en crear cosas gratuitamente, sino cosas que tengan un reflejo interior que vas a compartir con el lector y que no son fáciles. Tienes que construir, y construir es complicado, como crear otro mundo, otro universo. Pero es gratificante.

Ahora quiero preguntarte sobre el protagonista, Iván Weyler, que es un el eje de la novela. ¿Ha sido difícil construir a un personaje tan narcisista?

Ha sido difícil, sobre todo por la intimidad que tienes que tener con ese personaje, por la distancia moral que debes poner al contar una cuestión y no implicarte emocionalmente. Al final, no tenía previsto que el personaje tuviera tanto protagonismo, pero me ha resultado una sorpresa agradable que a la gente le haya llamado la atención. Es como eso que se dice de que los personajes cobran vida y buscan su propia trayectoria. En este caso ha sido difícil por la dificultad de empatizar y utilizar por ejemplo el recurso de las cosas que escribía el propio personaje. Pretendía algo sencillo, pero estoy bastante satisfecho con el resultado.

Weyler es un narcisista, pero ante la visión de un cadáver se pregunta sobre el sentido de la vida. ¿Es también un existencialista?

Sin duda. Weyler tiene las mismas inquietudes que cualquier persona y se fija nada más y nada menos que en lo humano. Se adecúa a situaciones extremas, reflexiona sobre la existencia, sobre el amor, sobre la delicadeza o la fragilidad de determinadas personas. No quería utilizar el término existencialismo como concepto filosófico, pero sí, es algo que pende durante toda la novela.

En tu novela hay un poema que habla sobre un ave nocturna y triste en plena libertad. ¿Es Weyler como ese ave?

Es eso. Los poemas son un punto máximo de la implicación anímica y de la angustia que siente el propio protagonista. No le queda más recurso que escribir con musicalidad triste y terrible respecto a lo que siente y a cómo se siente.

Weyler dice que el deporte nacional es el «tiro al juez». ¿Estás de acuerdo con tu protagonista?

Afortunadamente creo que no es así en España, pero el protagonista lo percibe de esa manera. Tiene una especie de rencor o siente una falta de reconocimiento social respecto a lo que él querría y una mala digestión de la crítica. Es una cuestión bastante personal del personaje.

En tu novela citas obras de Ernesto Sábato, George Orwell, Manuel Vázquez Montalbán, Jorge Luis Borges, Luis Sepúlveda, Camilo José Cela… ¿qué significan esos autores para el protagonista y también para ti?

Para el personaje es su recopilación de lecturas favoritas que han marcado su vida y alrededor de las cuales construye su escala de valores personales, su misión en el mundo e incluso sus aspiraciones literarias. Para mí son admirables, son grandes lecturas. Todas las veo marcadas por la característica de «lecturas iniciáticas» o de juventud y es un aspecto que quería resaltar en la novela. Weyler, en realidad, es un eterno joven, es una persona que está descubriendo el mundo y que tiene un punto de inocencia también. Esas lecturas, que son obras maestras, suelen tener un impacto muy grande en el lector joven. Lo tuvieron en mí y siempre se puede volver a ellas.

Por último, Beiro nos recomienda tres libros: El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov; Corazón de perro, también del autor soviético, y los Cuentos completos de Juan Carlos Onetti. Todas ellas, dice Beiro, son lecturas deliciosas para disfrutar. Por un lado, literatura rusa y por otro, cuentos que hacen un uso literario muy exquisito del castellano.

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