La irrupción del Half-Life en mi vida cotidiana

Por Rubén Pareja Ramírez

En Nostromo Magazine hablamos de música, libros o cine. Y estas disciplinas se consideran artes, al igual que, desde hace unos años, los videojuegos también lo son. Por eso, tras escribir sobre aquel clásico, River Raid, hace unos meses, vuelvo a hacerlo con otro titulo.

Numerosos son los videojuegos que se consideran grandes títulos y esto, al fin y al cabo, es subjetivo. Yo, a mi juicio, estoy siempre encantado de hablar de un título que marcó historia en el videojuego para PC: Half-Life.

No podemos hablar ya de esta obra maestra como se podría hablar hace veinte años. Pero la huella continúa marcada en mi memoria. Yo tuve el placer de jugarlo en el 2003, varios añitos ya desde su fecha de lanzamiento, 1997. En un contexto en el que yo, a mis nueve años, no tenía videojuegos muy buenos (eran demasiado antiguos, aunque, entre ellos, Duke Nukem era otra joyita) ni aún Internet, el PC no resultaba demasiado atractivo. Pero, con Half-Life, llegó la revolución. La innovación de este juego, junto a la acción que presentaba, me hizo vivir un videojuego como nunca antes, y daba fe de lo que nos esperaba: el futuro.

Poder interactuar con personajes que, cuando te veían por los pasillos, te saludaban, e incluso eran capaces de oler cadáveres suponía un mito. Y esos botiquines y paneles de recarga del traje de protección, con ese fantástico sonido, eran otra de las maravillas ante las que uno se encontraba. Half-Life no es un típico videojuego de disparos y nada más, sino una aventura de ciencia ficción, basada precisamente en una novela de este género (‘La niebla’, de Stephen King, para ser exactos), repleta de conceptos científicos y con un argumento muy conseguido.

Tras llegar tarde a su jornada laboral, nuestro amigo Gordon Freeman tiene que realizar un experimento en el gigantesco laboratorio Black Mesa (¿a qué laboratorio secreto nos recuerdan estas instalaciones) que resulta ser un desastre. Aparte de quedar seriamente dañadas las instalaciones del complejo, se abren miles de portales que conectan el planeta Tierra con otro llamado Xen, de donde proceden unos seres extraterrestres que no vienen precisamente a hacer amistades.

Por si fuera poco (sería muy aburrido tener que pasarse el juego quitándonos de en medio a alienígenas), había que deshacerse también de soldados del cuerpo de entornos peligrosos, que protagonizan la típica historia conspiranoica para eliminar a toda persona que sepa lo que ha pasado ahí dentro.

Lo cierto es que, a mis nueve años, pintaba poco jugando a esto. Por eso, totalmente desacostumbrado a estas cosas, hubo partes en las que pasé miedo, como cuando un cangrejo aparecía de la nada y yo sin un palo con qué atizarle. Muchos momentos de soledad, en zonas de penumbra, expuesto al peligro que te podía esperar en cada sitio (por no hablar de los ninjas sigilosos que te disparaban en grandes espacios).

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