Del Teatro Tívoli de Barcelona ha aterrizado al Teatro Rialto de Madrid La Jaula de las Locas, un musical protagonizado por Ángel Llácer e Iván Labanda, basada en el clásico de Jerry Herman y Harvey Fierstein y que transmite una alegría contagiosa, además de destacar por su espléndida química.
A través de aproximadamente dos horas y media de duración, ‘La jaula de las locas’ es un musical a la vieja usanza de Broadway. Son canciones tatareables, bailables y muy disfrutables, notándose que llevan el sello de Hello, Dolly (1964) y Mame (1966).
13 canciones, 12 actores, 12 bailarines y 8 músicos hacen muy grande a La jaula de las locas y es que Ángel Llácer y Manu Guix han sabido cómo rejuvenecer un producto que ha sido versionado en infinidad de ocasiones. Llácer arrasa como Albín, el papel de su vida, donde saca todo el partido a su prodigiosa voz, y dota al personaje de un humor ácido y tierno que funciona como un tiro. El gran número que hace en ‘Soy lo que soy’ pone a todo un teatro en pie en lo que es un combativo himno a la libertad. La química entre Llácer e Iván Lavanda es espectacular y ambos brillan en las escenas de pareja. Ambos están muy entregados y saben contagiar esa energía al público.
Los cambios de vestuario son muy vertiginosos y lucen gracias a las coreografías de Aixa Guerra, que cuentan con un montón de electricidad y brillo. La jaula de las locas es espectacular y excesiva y sabe refugiarse en su brillo y en su glamour para lograr un gran espectáculo.
Bien es cierto que La jaula de las locas no consigue mantener su ritmo durante sus dos horas y media, con algunos tropiezos en su segunda mitad. Algunos chistes son demasiado facilones y el personaje de Anne (Lucía Madrigal) funciona de manera irregular. No obstante, estos pequeños fallos no desmerecen una obra de obligado visionado si estás en Madrid hasta el próximo 22 de diciembre.