La vida hace ruido

En 'Los secundarios', Isabel Bono trata temas como la soledad, la culpa y la necesidad de sentirse aceptado y querido.
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La Bella Julieta

La poeta argentina Alejandra Pizarnik escribió en una ocasión que la soledad es no poder decirla. Rubén y Amalia, los protagonistas de Los secundarios (Tusquets, 2022), se complementan por sus respectivas soledades. En esta novela, que es la continuación de Diario del asco, Isabel Bono (Málaga, 1964) da protagonismo a los dos personajes secundarios de aquella.

Rubén y Amalia son cuñados. Aquel es el hermano de Mateo, protagonista de Diario del asco, mientras que esta fue la expareja de Mateo. Un día, coinciden en el portal del apartamento donde viven sin saber que eran vecinos. Además, descubren que tienen en común otras cosas como por ejemplo que siempre han vivido a remolque de los demás. Rubén ha intentando encajar en su familia por el miedo a ser rechazado mientras que Amalia, egoísta, competía con su hermana desde niña.

La obra comienza con un soliloquio de Rubén, que recuerda una relación homosexual que tuvo con un hombre mayor que él cuando tenía catorce años. Rubén lo recuerda cuatro décadas después, cuando se siente víctima de la soledad, de los secretos del pasado y de sus obsesiones. Tiene un buen trabajo, pero la soledad le hace pobre. Ha crecido con el miedo que su madre les inculcó a él y a su hermano, aunque ella parecía no temer a nada. A este capítulo de Rubén le siguen otros donde se exponen sus pensamientos y emociones y donde intervienen otros personajes. Luego, un soliloquio de Amalia y el encuentro entre ambos, que es el capítulo más largo. La novela va de menos a más.

Primero, Rubén habla sobre sus recuerdos, su primer amor, y luego sube el tono hasta hablar del suicidio de su madre y criticar a su padre y a su hermano, aunque reconoce que a este último le hizo la vida imposible. El padre de Rubén odiaba a los «maricones», como los llamaba al principio. Por eso, desde el primer capítulo, narra la huida de casa de su padre. Lo critica por no haberse preocupado nunca por saber cómo era y por haber tenido esa actitud. Ahora, pasea por la calle y dice que no ve a nadie con una expresión medianamente feliz, solo a un niño. Es alguien desencantado con la vida y que ve tristeza por todas partes. Sin embargo, no ha intentado suicidarse, al menos todavía, como sí hicieron su hermano, que no lo consiguió, y su madre, que sí.

Por su parte, Amalia narra cómo pasa una mañana sola en casa mientras todos alrededor hacen ruido y parecen estar acompañados. Además, se compara con su hermana y dice que ella siempre lo hacía todo mejor, al parecer. Recrimina a su madre dentro de su cabeza y critica la política. Amalia también es obsesiva y quiere dejar de darle vueltas a las cosas. Sabe que no puede tener el control de todo y debe dejarse llevar más por impulsos y por la casi dejadez. Con respecto a la obsesión y la soledad, Amalia relata que cuando entró a vivir en su piso compró muchas cosas (cubiertos, ceniceros…) para cuando tuviera visitas. Sin embargo, en cuatro años no ha recibido ninguna.

Cuando coinciden, Amalia le dice a Rubén que tiene cierto parecido con actores secundarios de cine. Él le responde que es un secundario porque podría desaparecer y la historia seguiría adelante. Aunque, añade, sería peor intentar ser un protagonista y no conseguirlo. En Diario del asco, si estos personajes hubieran desaparecido puede que la historia hubiera seguido, pero aquí se convierten en imprescindibles.

Entre los temas de la novela destacan la soledad, la culpa y la necesidad de sentirse aceptado y querido. En la actualidad, con las redes sociales, parece que estamos interconectados, pero no por ello más acompañados. Además, se habla de la gente que sueña con huir y vivir y de aquellos que viven esperando algo mejor.

Los capítulos de Rubén y Amalia por separado tienen muchas divisiones, es decir, son píldoras individuales y diferenciadas de sus rutinas y pensamientos. Sin embargo, el capítulo donde ambos coinciden y conversan es todo diálogo y transcurre en varios días sin apenas separaciones. Hablan sobre sus respectivas vidas y las personas que tienen en común, sobre todo Mateo, y se formulan preguntas filosóficas. Amalia habla muchísimo más que Rubén. En realidad, el lector se siente como un voyeur que estuviera espiando cómo ambos se relacionan dentro de la casa.

Las de Bono son novelas de personajes. La autora los abre en dos y los disecciona cual anatomopatóloga. Pese a la tragedia y la soledad, incluye su toque de humor particular, también presente en Diario del asco. Lo hace a través de la voz de Amalia y en las breves pero hilarantes intervenciones del personaje de Carmen, una conocida de Rubén. La escritora malagueña, ganadora de premios como el Café Gijón y autora de libros de aforismos y poemas, ha vuelto para dar voz a aquellos que permanecen en la sombra y que también tienen una historia que contar.

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