Hablamos con Leticia Dolera, creadora, protagonista y directora de “Vida Perfecta”, la nueva serie de Movistar Plus que ha conseguido dos estatuillas en Cannes; sobre feminismo, diversidad, humor y la cultura del éxito.
Con “Vida Perfecta” y “Requisitos para ser una persona normal”, vemos un fuerte sentimiento por pertenecer a un ideal común tanto personal, laboral, vital, familiar… ¿Cuánto hay de ti en esto?
Pues yo creo que bastante ¿no? Ni la peli ni la serie son autobiográficas, pero sí que, al final, acabas hablando de lo que te inquieta, de lo que te conmueve o de lo que te preocupa. Mi primer corto, en realidad, también habla un poco de esto; de la capacidad de ser o no realmente libres y de permitirnos descubrir quiénes queremos ser, aunque eso implique enfrentarte al rechazo del grupo. “Requisitos…” va en esa línea y la serie en cierto modo, desde una perspectiva más compleja, donde hay más matices, pues también habla de eso, de cómo las ideas y los conceptos vitales de los grandes temas de la vida muchas veces vienen ya marcados por nuestra cultura y nuestro entorno. Son preguntas que me hago, cosas que me cuestiono y yo misma me planteo.
María, Cristina o Esther. ¿Qué personaje te ha resultado más complejo de desarrollar?
Quizás el de María porque es el que tiene la trama más compleja, más inusual y al que era importante darle credibilidad (que te creyeras que decide tener el bebé con las circunstancias tan extrañas…) para que toda la serie funcionara. Ella fue la que quizás más nos costó a Manuel Burque y a mí, aunque trabajamos mucho en los tres personajes.
Hablando de personajes, puede que el de Esther sea el que mejor representa esa filosofía neoliberal del “si quieres, puedes” que luego, en la mayoría de los casos, como en el suyo, provoca fuertes crisis de identidad o incluso existenciales. ¿Consideras que faltaban este tipo de narrativas, sobre todo con mujeres, en la ficción española?
Me parece un poco pedante decir que faltaba hacer esto. Yo no he contado nada pensando en qué faltaba o qué no, sino que he intentado hacer una serie honesta hablando de los temas que me inquietan y me preocupan y, a partir de ahí, desarrollarlos en los personajes. Lo de “querer es poder” yo durante una época me lo creí y luego vi que era un mito. Ha sido catártico poderlo contar a través de Esther.
Viendo a Gari, me acordé de que Manu Sánchez publicó en una de sus columnas que su amigo Gonzalo, que va en silla de ruedas, decía que estaba harto de ver solamente a discapacitados que tenían que “compensar” su discapacidad con otra súper habilidad. Salvando las distancias, las mujeres también parece que tenemos que ser extraordinarias para ser vistas. ¿Crees que nos han quitado el derecho a la mediocridad?
Bueno, es algo que está ahí ¿no? Está latente. Por eso, para mí, en la serie era importante que ninguna de las tres fueran heroínas de nada. Son protagonistas de sus vidas y eso ya merece ser contado. A veces, parece que tenemos que ser grandes víctimas o grandes heroínas para que se cuenten nuestras historias y aquí no son ninguna de las dos, “sólo” son protagonistas de sus propias vidas.
Aunque de una manera muy natural, has tocado temas bastantes sensibles como la propia discapacidad, la maternidad o el aborto ¿cómo crees que se llevan el feminismo, el humor y la corrección política?
No me he planteado eso a la hora de escribir, la verdad. Lo que sí me planteaba, sobre todo con el personaje de Gari, era que tenía que ser consciente de que estaba retratando a un grupo vulnerable que se ha representado en todo tipo de relatos. Entonces, para mí era muy importante hacerlo con respeto y sensibilidad, pero tampoco cayendo en el paternalismo. Tenía que encontrar un equilibrio entre todo y ese era para mí el gran reto: ser realista, ser positivo, pero no por eso saltarme las partes de sombras. Está claro que, hoy en día, tener una discapacidad en la sociedad que tenemos construida, es una complejidad, tanto paras las personas que tienen discapacidad, como para sus padres y madres.
Si hay humor con todos los personajes, pues no podía ser que con Gari no lo hubiera. Eso también era importante y no quiere decir que te rías desde el privilegio porque luego en la serie él es el protagonista de su vida y toma sus propias decisiones. Al fin y al cabo, con la serie también queríamos mostrar esa realidad, la de los pisos tutelados, de los trabajadores sociales… Además, los personajes lo tratan con mucha naturalidad también. Por ejemplo, Esther. A mí me gusta la dualidad que hemos conseguido con ella que, por momentos, le habla a su hermana de Gari y le dice “no quieres estar con él porque es mongolito”, pero luego ella lo trata como uno más y le pregunta “oye, ¿tú sabes lo que es un cunnilingus?, ¿tú tienes tinder?”. No por querer integrar hay que ser demasiado blancos, sino mostrar las dos caras y cómo la sociedad todavía está asimilando cómo gestionar la propia diversidad.
En cuanto a las escenas de sexo, ¿cómo ha sido rodarlas sin caer en clichés y sin sexualizar a las actrices?
Pues el otro día, Celia Freijeiro lo expresó muy bien cuando le preguntaron cómo se sentía y dijo que lo que le gustaba de las escenas de sexo de la serie es que ella sentía que era la protagonista. Me pareció que fue una forma muy guay de resumir cuál ha sido la perspectiva. O sea, pues que, de repente, los personajes femeninos son los protagonistas de las escenas. Son el sujeto, no el objeto.
Después de la sesión de ayer en el centro universitario de artes TAI de Madrid, ¿cómo ves a las nuevas generaciones? ¿Crees que son más reacias a la cultura del éxito?
Yo no puedo hacer como un análisis de las nuevas generaciones porque no estoy muy en contacto con ellas. Creo que todas las generaciones, las nuevas y las no nuevas, estamos un poco en la gestión de lo que es el éxito. Todos somos vulnerables a esa aspiración y las redes sociales lo han fomentado. La cultura del mostrarte como una persona de éxito, feliz, guapa…Al final, es mostrar tu vida con filtros.