Las miradas de Medusa (Salamandra, 2024, con traducción al castellano de Aurora Echevarría) ofrece una perspectiva diferente y fresca sobre el mito griego y quién fue o quién pudo ser realmente la gorgona. Natalie Haynes (Reino Unido, 1974) construye en esta novela un mosaico de mitos griegos que confluyen en el de Perseo y Medusa. Así, en estas páginas se mueven personajes como Zeus, Atenea, Poseidón, Hefesto, las Hespérides, las Nereidas o los protagonistas, Perseo y Medusa. Haynes se propone narrar una historia alternativa. ¿Y si Medusa no fuera un personaje malvado? ¿Y si Perseo, quien la decapitó, no fuera un héroe como se nos ha hecho creer?

Medusa fue la única mortal de las tres gorgonas, con serpientes en el pelo y cuya mirada podía convertir en piedra a quien la mirara, pero también la única mortal. Por eso, también fue la más vulnerable. Creció sin su madre, cuya carencia de cariño padece, pero sí con sus hermanas, y de las tres ella fue la más hermosa, pero un día Atenea la castigó con serpientes en el pelo y la mirada que petrifica. Entonces, Medusa no pudo mirar a nadie para no hacerle daño y se condenó a la soledad. Sus hermanas gorgonas, inmortales, nunca habían experimentado miedo ni preocupación, pues qué puede intimidar a un ser inmortal. Sin embargo, la mortalidad de su hermana les hace sentir congoja ante lo que pueda sucederle.
En estas páginas se desarrollan conceptos como el de la belleza, entendiendo dos tipos de belleza: la belleza física y aquella que reside en las pequeñas cosas o acciones cotidianas. También se habla del miedo y de los mortales que padecen miedo a la muerte, que puede llevarles precisamente a negarse a vivir o a buscar la muerte de aquellos a los que ama. Todo ello, sin olvidar la frialdad que supone muchas veces la grandeza de los lujos y los palacios en contraste con la calidez de los espacios reducidos llenos de gente.
Las miradas de Medusa es una historia sobre mitología griega donde los intereses, los diferentes bandos y las divisiones salen a relucir. Se pueden ver los aspectos más humanos de los dioses y del propio Zeus, al que en un momento dado aqueja una jaqueca, aunque esta deriva en el nacimiento de una nueva diosa. Asimismo, se muestran la vanidad de aquellos que ostentan poder, sean dioses como Poseidón o reyes como Acrisio, y la capacidad de un mortal para debilitar o para sensibilizar a un todopoderoso dios o ser inmortal. Paralelo a la vanidad de los poderosos están el escepticismo y el rechazo del ser humano a todo lo que desconoce o lo que no se parece a él.
Igual que los mitos antiguos basaban la fuerza de las historias en la narración, en este caso la autora se apoya en los diálogos de los personajes, otorgándoles así rasgos de expresión oral. Haynes muestra las dos versiones, la que ve a Perseo como un héroe y salvador de su madre y la del gorgoneion, que lo ve como un joven arrogante y abusón porque ataca a una gorgona cuando está dormida para “salvar” a su madre, que no corría más peligro que el de casarse con un rey. En definitiva, para el gorgoneion, Perseo está «dispuesto a matar a una criatura que no le ha hecho nada solo por obtener un trofeo para un hombre al que desprecia».
En mi opinión, la crítica a Perseo es exagerada, llamándole a veces pusilánime. Todo porque en el mito original es un héroe y aquí hay que darle la vuelta. Sí creo acertada la crítica que se hace a los mortales como seres avariciosos e ignorantes que anteponen las riquezas a la seguridad del hogar. Asimismo, se tratan temas como la culpa o el poder y dominio de ciertas personas para determinar la historia de los demás. Al principio del libro, esta historia se presenta dividida en héroes y monstruos, y aquí son los monstruos los que son agredidos por los héroes. Héroes que, sin embargo, no siempre son buenos, valientes y leales, como se dice, sino que pueden ser muchas veces monstruosos. Como la última frase de La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges, sobre otro considero monstruo: «—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El Minotauro apenas se defendió».


