Mapa de soledades (Seix Barral, 2024) es un ensayo sobre la que se conoce como la epidemia del siglo XXI. Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) estudia la soledad a lo largo del tiempo y del espacio, desde hace milenios a la actualidad, desde los griegos a Bad Bunny, en este ensayo lleno de lirismo y de referencias históricas, literarias, científicas y vitales en definitiva. Hay diferentes tipos de personas solas: las que están así por obligación o sin alternativa de compañía y las que están solas por elección. También hay soledades finitas e infinitas. Se puede estar solo en un lugar y sin embargo sentirse acompañado y también se puede estar rodeado de gente y sentirse solo.
El autor diferencia soledad, que es sentirse solo de forma negativa, y solitud, de forma no negativa, sino elegida. Además, indulta, como dice, la palabra «soledumbre», que podría entenderse como el estar en —o ser un— lugar vacío que puede albergar cosas, pero sin implicar soledad. La vida humana es combatir contra la selva y perder y combatir contra el tiempo y perder, se dice al principio. Y quizás también sea combatir contra la soledad y perder, añado yo. El autor aprovecha una estancia en Misiones, Argentina, para explorar el tema de la soledad, como la soledad de los limbos o de las salas de espera, de esos momentos vitales entre un acontecimiento y otro. La soledad de las promesas, porque en ellas uno está solo y depende del cumplimiento de los demás. «Nadie o casi nadie está preparado para renunciar a todo vínculo con lo humano», se dice. Hay quien se aísla para crear obras y quien se aísla y va destruyéndose a sí mismo o destruyendo lo que fue.
La soledad puede ser, como se dice, un trampolín para conocernos mejor o desarrollarnos. Se puede sentir soledad porque no se necesita a nadie o porque no se tiene nada que compartir con otros. Puede aparecer como consecuencia del individualismo y afectar a todas las franjas de edad, aunque puede ser más grave en las personas mayores. Muchos prefieren la compañía a la libertad, como quienes cometen delitos nimios en Japón a cambio de ir a la cárcel y, por tanto, a la muchedumbre. Asimismo, están quienes viven con muchos estímulos o vínculos, la mayoría pasajeros, que les distraen porque les aterra sentirse solos siquiera en beneficio de ellos mismos alguna vez.
Gómez Bárcena habla aquí sobre diferentes soledades. La soledad de las ciudades, la soledad del hogar, la soledad del armario, la soledad escolar, la soledad digital, la soledad de los místicos y de los ermitaños, la soledad de los astronautas o del cosmos, la soledad del migrante, la soledad de las superestrellas o la soledad de la muerte. «A lo largo de la historia, millones de mujeres han tenido que estar solas para que los demás no lo estemos», se dice. La soledad del hogar y de las amas de casa es la de todas las mujeres a lo largo del tiempo, una soledad ligada muchas veces a la maternidad. Tradicionalmente, la soledad se ha visto incluso de forma heroica en los hombres, pero si se trataba de mujeres, se miraba de forma sospechosa.
Entre los tipos de soledad, destaca la de las ciudades. En ellas, es tan fácil sentirse acompañado como solo. Las ciudades proporcionan libertad ante los lazos. En el mundo rural, estos lazos son más duraderos y sólidos, pero también pueden ser más asfixiantes. Hay personas que se van a la ciudad para no sentirse solas y otras que lo hacen buscando la soledad. La ciudad, donde nadie molesta pero tampoco salva al resto. Junto a la soledad, en las ciudades cohabitan el sentimiento de invisibilidad y el miedo a la marginación. Según estudios, hay más soledad en las ciudades que en los pueblos. Y cuando más grande la ciudad, más soledad. De hecho, Londres fue declarada capital mundial de la soledad porque el 56 % de sus habitantes reconocía sentirse solo. En 2018, Reino Unido creó el Ministerio de la Soledad, y Japón lo hizo en 2021.
La soledad del cosmos se produce al imaginar tantas distancias, tanto desconocimiento de qué hay fuera, sobre todo sin saber si estamos solos en el universo. También está la soledad del migrante, que habita entre dos países, el que deja y el que toma, y en el que toma está solo. La soledad puede estar asociada al frío, al invierno, a la nieve. Según un estudio de la Universidad de Toronto, los baños de agua caliente, que no duchas, se dan más en personas que sienten una grave soledad. Un lugar propicio para la soledad puede ser la Antártida, un continente más grande que Europa y sin embargo con menos población que todos los mares del mundo teniendo en cuenta la tripulación de los barcos que los surcan. En la nieve apareció precisamente Ötzi, el humano del Calcolítico cuyo cuerpo estuvo más de cinco mil años solo enterrado en la nieve hasta que fue hallado en 1991.
Cabe preguntarse si la singularidad de una persona la lleva a estar o sentirse sola o si es la soledad que padece la que le lleva a desarrollar esa singularidad. Cuando vemos la soledad de otros, mostramos reticencia a aliviarla, quizás porque nos recuerda la nuestra propia. Hay quienes fingen ser quienes no son para sentirse integrados, pero aun integrados se sienten solos. Tan solos como aquel que no pertenece al grupo que le integra, o quizás más porque nunca llega a acostumbrarse a la soledad. Así, debemos hablar también de la soledad que generan los movimientos totalitarios o populistas tanto a sus líderes como a quienes los apoyan. Muchos solitarios hablan solos, valga la redundancia, porque el expresar, aunque no se reciba respuesta, es una manera de consuelo. He ahí la ballena de 52 hercios, la única de su especie que habla en esa longitud de onda y por tanto ninguna otra le responde nunca.
El autor reconoce que la literatura está atravesada por la soledad. Sin embargo, aquella siempre fue algo social a partir de quienes narraban hechos oralmente en la comunidad. Luego, con el nacimiento de la escritura, hubo una ruptura entre el artista y el lector que pudo derivar en la soledad individual de cada uno por separado. La ya mencionada solitud podría ser el germen de la obra artística, y por tanto la obra artística sería el resultado que no habría de darse de no haber sentido soledad. Como dice Petrarca citado aquí: «La soledad es la única forma que tiene el hombre de contemplar». Nietzsche, por su parte, pensaba que la grandeza de un hombre se mide por la cantidad de soledad que es capaz de soportar. El autor añade que hay artistas que pueden decir que sus momentos más felices fueron vividos en soledad.
Gómez Bárcena destaca un punto interesante, y es la contradicción de algunas personas solitarias que durante mucho tiempo han estado solas por obligación y luego pasan a una soledad elegida. Asimismo, puede producirse una lucha entre el deseo de estar completamente solo y el miedo de conseguirlo. El problema no es la soledad, sino lo que se hace con ella, como le dice un monje al autor. «Soportar constantemente el peso de la mirada del otro se parece mucho a experimentar la soledad más absoluta», se dice. Y ante la soledad más absoluta, el suicidio puede ser su «máscara más trágica».
La soledad también florece en los extremos, ya sean cumbres, el cosmos o un jardín. Ningún lugar se libra, y tampoco ninguna persona. Así, se habla de la soledad de los monarcas, de las figuras públicas y de los líderes, siempre rodeados, asesorados, protegidos y vigilados. Son personas nunca solas pero siempre solas, espero que se me entienda. Como ellos, existe la soledad de las superestrellas, aclamadas y acompañadas por miles de fans y sin embargo solas en los hoteles, en los aviones, en los camerinos e incluso en los escenarios.
Somos animales sociales y no podemos vivir alejados del resto, pues dependemos de los demás. Muchas soledades se construyen desde la infancia por la ausencia de contacto piel con piel o la poca intensidad de este. La soledad puede provenir de la conciencia comprendida de que tenemos una piel que nadie toca. Como dice el autor: «La caricia es una forma de decirle a otro ser: realmente existes». La soltería en la actualidad está asociada a la soledad forzosa y fracasada, pero en compañía también se puede sentir soledad. Para librarse de esta, muchas personas optan por adicciones, por el materialismo o por llenar su vida de acontecimientos y así insensibilizarse. Sea como fuere, según una encuesta de Meta-Gallup citada aquí, más de una cuarta parte del mundo se siente sola.
Gómez Bárcena reúne en estas páginas historias reales, trágicas o inspiradoras, siempre en torno a la soledad en cualquiera de sus tipos. Por ejemplo, el libro comienza con el suicidio de María Elena Quiroga, la hija pequeña del poeta Horacio Quiroga, en Buenos Aires en 1988 al lanzarse desde el noveno piso de un hotel. La vida de Horacio Quiroga parece marcada por el suicidio, pues lo cometieron su padre, su padrastro, su primera esposa (Ana María Cires), él mismo, su único hijo varón y sus dos hijas. Para colmo, cuando Quiroga se llevó a su primera esposa a mitad de la selva a vivir, sus suegros amenazaron, al parecer, con el suicidio. Y no lejos de la cabaña de Quiroga se produjeron múltiples suicidios, concretamente en las cataratas del Iguazú.
También se narran historias como la de Pedro Serrano, que naufragó en la isla Serrana, en Sudamérica, hace varios siglos y en el cual pudo inspirarse Daniel Defoe para crear al protagonista de Robinson Crusoe. Sin embargo, ni Pedro Serrano ni Robinson Crusoe hablan apenas de la soledad que sintieron. ¿Acaso la soledad es un concepto moderno? Luego está el aislamiento voluntario de Beatriz Flamini; el caso de Rudolf Hess, único preso de la cárcel de Spandau durante veintiún años, y más habrían sido si no se hubiera suicidado, o la soledad elegida pero vergonzosa de los hikikomori japoneses.
Mapa de soledades es un libro donde Gómez Bárcena ofrece una amplísima documentación en torno al tema central para hablarnos de cómo la entiende él y cómo la entendieron otros. Horacio Quiroga le escribió a Leopoldo Lugones: «El hombre se halla en la soledad como el náufrago en el mar: o nadando y a salvo, o muerto», mientras que mi paisana María Zambrano dijo que somos soledades en convivencia. Paradójicamente, ante un libro como este, el lector no se siente solo, sino que se encuentra acompañado por la excelsa literatura y más importante, por el amor a ella que demuestra el autor. Este libro se ha convertido, a falta de varias semanas para finalizar el año, en mi favorito de todos los que he leído en 2024.