Puedes retener en tu vida ciertos pensamientos si el paso del tiempo y el alzhéimer no te lo impiden, pero de ninguna manera puedes retener contigo a la gente. A veces, las personas se marchan de tu vida con incógnitas, sin respuestas. La protagonista de En lo que preferiría no pensar (Bunker Books, 2023, con traducción al castellano de Catalina Ginard Féron) cree que nunca estará sola porque tiene un hermano que siempre permanecerá con ella. Pero sabe que el amor, por ejemplo, o las relaciones conyugales son asimétricas porque siempre hay uno que quiere más. Ella teme que su hermano desaparezca y por tanto se quede sola.
Esta es la segunda novela de Jente Posthuma (Países Bajos, 1974) y fue preseleccionada para el Premio de Literatura de la Unión Europea. En la primera página, la narradora habla sobre el waterboarding, que es la tortura del submarino, consistente en cubrir la cara de alguien con un trapo y echarle agua. Una sensación similar a la del waterboarding es la que padece la protagonista, una angustia ante la marcha de una persona que tanto quiere y la proximidad no solo de la soledad, sino también de su ausencia.
Escrita de forma fragmentaria, a partir de capítulos muy breves, desde el principio de la historia se menciona el suicidio, que era «una señal de verdadera inteligencia y sensibilidad, una necesidad de escapar de la angustia del ego». Esta es una sensación, una idea, una pulsión que se convierte en constante en la narradora y en su entorno. Narra su vida desde la infancia, cuando exteriorizaba sus sentimientos antes de aprender que no debía hacerlo. Su madre le decía que si no compartía la vida con nadie, esta se le escaparía, y a ella, que supo con quién quería compartirla, aun así se le escapó.
La narradora sabe información aparentemente inútil, como sobre el apareamiento de caballitos de mar o la forma de reproducción de los patos, pero desconoce algo importante: qué quiere hacer su hermano con su vida y su futuro. Ella examina su figura y se pregunta por qué ha cambiado, qué puede hacer al respecto y si podemos admirar o querer a una persona cuando es de una manera y dejar de hacerlo cuando su forma de ser cambia. Su vulnerabilidad se vislumbra cuando habla del amor hacia su marido y de su miedo a la soledad. Por otro lado, no cree que su hermano desapareciera tras su suicidio, sino mucho antes.
La obra trata temas como el abandono, la soledad, el amor o el aprendizaje de adaptación y supervivencia. También habla sobre el duro hecho de continuar cuando alguien desaparece y crees que solo puedes vivir a través —y con la compañía— de esa persona. Asimismo, aborda el tema de la depresión, la culpa y el suicidio; cómo nos aferramos a ciertas personas y las hacemos responsables de lo que sentimos por ellas. Sobre la salud mental, la narradora reflexiona en torno a cómo una persona puede no querer morir pero un trastorno como la depresión la conduce a una desesperación extrema y, finalmente, ese es el desenlace que escoge.
En lo que preferiría no pensar es una obra dura pese a la forma ligera en que se presenta. Pone al lector ante varios dilemas y ante sus propios infortunios, y sin violencia ni ornamentos se introduce en su psique y le genera preguntas y reflexiones. La protagonista aprende a relativizar e incluso destaca una ventaja de la pérdida, que es que ya ha acabado, ya has perdido y por tanto solo te queda relajarte y seguir adelante. Ensalza el derecho al olvido y reconoce que, al final, lo que más importa en la vida son los sentimientos y las personas que te rodean y con las que compartes esas emociones. El hermano de la protagonista decía que él no estaba enfermo, sino que era la vida la que estaba enferma. Y la narradora concluye que marchándote puedes asegurarte de que no te abandonen.