Fotografía: Javier Albiñana
Hay un cierto dinamismo y atracción en la manera de explicar de Pablo Bujalance que hace que entren ganas de escucharlo a cada rato. Su amor por la cultura es despampanante. Y por Málaga, más todavía. Siempre ha sido su patio de recreo para avanzar como ser humano. Pero siempre ha tenido esa visión crítica de la evolución de la ciudad hasta nuestros tiempos. Semanalmente pone sobre la mesa los problemas de la masificación del centro histórico en su sección ‘Calle Larios’ en Málaga Hoy. En ella, aboga por hacer un ejercicio de reflexión ciudadana para valorar los pros y los contras de nuestro modelo turístico para, si en algún momento se pudiera, buscar una solución que imagine un equilibrio justo entre el ocio y el respeto al ciudadano.
Una Málaga por y para sus habitantes. Una ciudad sostenible, según él, en la que pueda pasear con sus niños con tranquilidad. Sin coexistir con la existencia de un modelo urbano asfixiante que genera más incertidumbres que soluciones. Un llamamiento a construir un “mayor tejido social” para acrecentar en los ciudadanos ese respeto e importancia a lo que ha sido y debe ser Málaga: Cultura en pasado, presente y futuro.
¿Se ha convertido el centro de Málaga en un lugar de ocio más que de residentes?
Es difícil resistirse un poco a esa idea. Nada más por empezar en el hecho de que el centro se esta quedando vacío. La despoblación a la que se está sometiendo es grande. Realmente es un asunto muy antiguo. Desde la extensión de la Semana Santa y la Feria, cuando cogieron estructuras más grandes en más días. Ya había gente que le tenía cierto respeto al centro y tomaba alternativas. Ahora se ha convertido en una extensión diaria con el turismo. No se perciben muchas aperturas de zonas habilitadas para vecinos como parques infantiles o bancos públicos para crear vecindad. Las áreas están casi todas destinadas a terrazas e instalaciones que aprovechan el suelo para uso turístico.
Recuerdo un plan que presentó el Teatro Cervantes para salvaguardar la plaza de Gerónimo Cuervo para que se encuentre un ambiente afable y actualmente está parado. Realmente es poco lo que se ofrece a los vecinos y mucha conversión al ocio.
Se apuesta por la cultura, pero sigue prevaleciendo un modelo de turismo vacacional ¿Se gestiona bien esa imagen que se pretende ofrecer de Málaga?
Los detalles pequeños hablan mucho. Se han hecho esfuerzos de inversión muy grandes tanto del Ayuntamiento como desde la junta de Andalucía. El Ayuntamiento invirtió 5 millones de euros al año para mantener la actividad cultural de los museos. Sin embargo, esto no ha venido acompañado de una política urbanística para que ampare a estos museos como los centros de referencia que pretenden ser en términos artísticos y culturales tanto en España como en Europa.
A veces son cosas tan sencillas como la existencia de una papelera en la puerta del Museo Picasso que invariablemente amanecía llena de residuos cada sábado y domingo. Al tener la capacidad que tenía, los desechos invadían el mismo acceso del museo. Finalmente accedieron a desplazarla. Si vas una mañana a visitarlo, uno no se imagina esa imagen. Parecía que se daba por hecho que con traerte los museos a Málaga el comportamiento cívico iba a aflorar por sí solo tanto por parte de los malagueños como de los turistas. Habría que completar ese modelo de ciudad con medidas para preservar el entorno urbano, que tienen que ver con la limpieza, los accesos y la adecuación de los alrededores después de esa gran inversión.
Cada año, más vecinos abandonan sus hogares a otras zonas más lejanas de la ciudad.
Esa realidad al final tiene que ver con generar una ciudad a menudo incómoda para vivir. En Málaga es una paradoja muy difícil de digerir. Puede ser difícil estar en una urbe como Madrid. Pero tenemos un lugar en el que tienes garantizado 300 días de sol al año y donde es una bendición el hecho de salir a calle. Pero se hace complicado porque no hay sitios donde ir salvo que vayas con la intención de comprar o consumir. La mayor carencia en este sentido tiene que ver con una zona verde. Porque si yo sé que hay un sitio en el que yo pueda ir con mi mujer, mis niños, mis padres o los abuelos para estar bien sin tener que aguantar prisas sería ideal.
Es entendible que si yo me meto por Calle Granada a determinadas horas va a ser incómodo. Pero si existe una alternativa al centro donde pudiera ir con mi familia a pasar el rato, seguramente yo iría. Me resulta desconcertante que no haya en Málaga un debate más profundo y serio sobre esta necesidad. Lo que llamamos parque es precisamente dos aceras con una cierta vegetación. No es un sitio donde perderte.
¿Las políticas de descentralización mitigarían este problema? En la tabacalera lo hacen.
Sería interesante plantearlo más allá de las actividades del Museo Ruso y del Automóvil. Hay experiencias que invitan a pensar que una vez en realización serían interesantes. Desde hace 5 años, la Orquesta filarmónica de Málaga tiene un programa en el auditorio Edgar Neville. Le ha servido para garantizar un público distinto del que va a la temporada de abono al Teatro Cervantes. Son gente del barrio. Sin tener que venir al centro para compartir ofertas de ocio con los turistas. Otro aprecio positivo es La Cochera Cabaret. Con unos contenidos exigentes con un público fiel. Las incipientes experiencias que se han dado son muy positivas. Habría que valorarlo más.
Y el contenedor cultural de la UMA.
Exacto. Hay que consolidar el tejido cultural de Málaga. Al final cuando alguien quiere presentar un trabajo, todo el mundo busca el centro porque ahí están casi todos los escaparates ¿Por qué no permitir a compañías de teatro que trabajen en los barrios para crear experiencias sociales, educativas y de integración? Las administraciones públicas cuentan con edificios que en muchos casos están vacíos ¿Por qué no crear salas de exposiciones que puedan servir de espacios multiusos? Casi todas las galerías reclaman precisamente es más actividad. Que las autoridades utilicen sus dependencias como edificios culturales. Presentaciones de libros, obras de teatro, proyecciones de cine, etc. Podrían trabajar profesionales de la cultura que viven de presentar proyectos. A lo mejor no es una inversión tan grande comparada con los 5 millones de euros anuales.
Fíjate en Berlín. Lo que la ha convertido en grandes focos culturales precisamente es la descentralización. Porque los grandes museos ya estaban. Después de la segunda Guerra Mundial, la cultura se podría haber localizado mínimamente en sitios muy determinado, pero aprovecharon centros que se habían quedado vacíos hasta crear un tejido cultural que abarca toda la ciudad. Y que permite a cualquier persona proyectarse e inspirarse. La cultura significa también educación, integración de minorías y un desarrollo socioeconómico. Mérida también, aún siendo más pequeña que Málaga, ha sabido vertebrarse creando barrios con yacimientos arqueológicos con zonas verdes alrededor en donde realizan actividades escénicas y culturales. Todo eso fuera del centro. No se ha visto como un problema, sino como una oportunidad. Málaga ha querido empezar la casa por el tejado. Los grandes museos deberían haber sido los últimos. Si no empiezas a germinar esa intuición cultural en los barrios, dependes de los turistas para que los centros culturales persistan.
Precisamente hablando de los yacimientos arqueológicos que han surgido en las excavaciones del Metro y el antiguo cine Astoria ¿Merecen un lugar?
En términos de proyección turística, lo que funciona es un relato como ciudad que lo vendes y lo promueves. Luego te lo van a comprar en función de lo brillante que resulte. Aquí se ha creado uno que ha surtido efecto. Un relato que tiene que ver con una ciudad que sin tener una determinada tradición cultural se la inventa incorporando museos. La marca Picasso ha funcionado muy bien después de muchos años en los que no pintaba nada. De repente, el pintor se hace un motor atractivo turística y culturalmente para Málaga ¿Cuál es el problema de este discurso? Que es dependiente en exceso del turismo. Se emplea el calificativo ‘turismo cultural’ para resultar atrayente a ciertos visitantes que antes iban buscando sol y playa, puede sentirse curioso ante los museos.
Pero hay un discurso que Málaga nunca se ha atrevido a contar casi nunca: Una ciudad donde se han depositado de manera milagrosamente única sedimentos de todas y cada una de las civilizaciones que ha visto nacer el Mediterráneo. Tenemos una colonia fenicia enterrada en la desembocadura del Guadalhorce. Había una judería que fue fundamental en el Al-Ándalus de la Edad Media que se extendía alrededor del Teatro Romano ¿Cuánta gente sabe esto? ¿Podríamos vincular a Picasso como el gran pintor del mediterráneo que se nutrió de todas esas tradiciones? Categóricamente se pueden crear otras alternativas. No ves esa memoria enraizada en Málaga. Pero estamos a tiempo.
El panorama cultural se ha visto mermado por la crisis de la COVID-19. Ha habido manifestaciones por la falta de proliferación de los espectáculos culturales después de la primera ola de la pandemia ¿Es esto el resultado previo de un progresivo desprestigio a la cultura?
Veo una tendencia innata a prestar atención a la cultura para poner límites a la movilidad social. Cuando hay declaraciones institucionales por parte de la Junta de Andalucía de un cierto agravamiento de las medidas, lo primero que se habla es reducir el aforo de los teatros y la prohibición de espectáculos. Justo a la hora de cuando veníamos del hecho de que el Festival de Málaga había desarrollado protocolos que eran eficaces.
Hablando en clave positiva, Málaga fue la ciudad que dio el primer paso en abrir museos y programando espectáculos aun con muchos sitios cerrados. Veo cierto carácter pionero y valiente en demostrar que los entornos culturales son seguros. No sé muy bien por qué todavía se empeñan en señalar a la cultura como un espacio a vigilar cuando no ha dado problemas. Si hubiéramos tenido una actividad independiente del turismo, seguramente las administraciones públicas lo hubieran pensado más. Podría ser considerado un atropello, pero en parte es culpa nuestra. Ven que el turismo es una cuestión identitaria en la ciudad. Y que no se puede tocar por todo lo que genera. Habría estado bien que la cultura no hubiera sido vista como algo imprescindible.
¿Prima más la cantidad que la calidad? ¿La rentabilidad que lo que no produce?
Es la gran incógnita del modelo por el que se ha apostado. En Málaga vienen muchos turistas ¿Cuántos de ellos van a los museos? No demasiado. El museo Picasso ha aumentado mucho su afluencia en los últimos años. Pero no está entre los más visitados de España y no hace honor a la cantidad de turistas que soporta la ciudad cada año. Además, el reflejo de la población local en los museos es escasa todavía ¿Es rentable un modelo que implica una gran inversión únicamente en su mantenimiento? Pues habría que verlo. Tenemos una promesa de rentabilidad.
La cultura no debe someterse a criterios de compra-venta porque necesita y merece una protección. Ahora, sería interesante de valorar la inversión en otras actividades y sentidos de la cultura más participativos para crear sensibilidad cultural en barrios, asociaciones y colectivos. Posiblemente resulte en una rentabilidad mayor. Más basado en lo social y en la integración a lo mejor entrarían más organizaciones sociales y patrocinios privados interesados en asociarse en una cuestión tan bondadosa ¿Por qué no?
¿El talento puede quedar opacado si no se apuesta en una integración para dar protagonismo a otros lugares o incluso materias que en un principio no tienen cabida?
Si creas proyectos híbridos donde puedan trabajar personas de diferentes ámbitos lo mismo puede ser interesante. Los estudiantes universitarios están llenos de incertidumbres e ilusiones. Imagina poner en común a matemáticos con artistas para ver qué sale. Por ejemplo, un proyecto ligado a la figura de Miguel Berrocal. Sus esculturas se inspiraban tanto en la historia como en las matemáticas. Creaba todo un modelo de geometrías para realizar sus obras, que algunas están expuestas en el Museo de las Matemáticas de Nueva York. Unir mundos aparentemente distintos que tienen nexos en común para crear obras. Que los talentos universitarios tengan sitio para realizarlas. Ahí es donde estás creando una ciudad cultural.
¿Y cuál es el fin último de la cultura?
Cualquier cosa puede ser cultura si quieres que lo sea. Las modalidades culturales que más proyección tienen hoy día no tienen nada que ver con lo que hasta hace dos décadas entendíamos por cultura. Como la gastronomía y la arquitectura. Si nos vamos a la raíz etimológica, cultura tiene que ver con el ‘cultivo’, con lo que te cultiva. No nos culturizamos, nos cultivamos. Si te cultivan, significa que alguien planta una semilla que, con esfuerzo y dedicación, rompe y crece para dar buenos frutos. La cultura engloba los múltiples caminos para entregar lo mejor de nosotros mismos como sociedad. Canaliza conocimientos y sensibilidades para hacer de nosotros mejores ciudadanos. No todo lo que se mete en el paraguas de la cultura es válido. Debe generar una inquietud, pero si esa provocación no incita a un conocimiento, se queda muerto. Si no te hace crecer y únicamente te encorseta en una actitud pasiva ante la existencia, no es cultura. Te lleva a salir de tu zona de confort.
Hablando de la zona de confort, ahora parece que se lee menos que antes. Incluso el periodismo se ha adaptado a esta nueva matriz comunicativa. Los artículos cada vez son más cortos y concisos ¿Esto entorpece o mejora el proceso de comprensión?
Todos los medios estamos trabajando por hacernos visibles en redes, donde la gente prácticamente no ve las noticias, sino los titulares que aparecen en los tuits. El principal problema es que, cuando ofreces algo en el entorno digital, el contenido está cada vez más dirigido a que quien entra pueda encontrar una afirmación de sus pensamientos. Pero no un argumento que le contradiga.
Tiene que ver con la ordenación de la información. Si buscas algo, las primeras informaciones que aparecen son las más afines a tus búsquedas. La que menos te confronta con lo que no te gusta. Entonces, para satisfacer tus gustos, con dos minutos te basta. En esta servidumbre a la que nos obliga el mundo online, la información cultural es todavía una pequeña isla para crear historias que resulten atractivas porque están personalizadas según las haga un periódico local o nacional. Las actividades varían. Es el espacio que en parte sigue sobreviviendo a este contexto para que el ciudadano siga haciéndose preguntas.
El titular debe llamar la atención.
Siempre.
¿Hasta qué punto llega a ser tendencioso?
Es cierto que determinados titulares maliciosos que pueden despertar varios instintos pueden inducir al clickbait. Siempre que un titular golpea al bajo vientre, puede llegar a generar más entradas que uno más ecuánime. Aquí entra el SEO, que nos da claves para posicionar nuestras noticias y su funcionamiento obedece a causas que son inexplicables. Las tendencias cambian de un día para otro y no tienen por qué estar relacionados con la polémica. Los algoritmos sacan sus propias conclusiones del entorno con su propio sentido, no el humano. Muchas veces estos resultados te dejan perplejo. Hay una cosa que sí funciona, y es la figura del periodista capaz de contar la realidad de manera distinta al resto, como marca de sí mismo. Eso provocará un reconocimiento que le haga ser más atractivo que el resto. Porque muchas veces las búsquedas van más dirigidas a él que al medio. Se está potenciando. Un referente buscado en la red.
Incluso los medios abogan por crear más canales para el periodista. Radio, periódico, canales en YouTube, redes sociales y modelos de suscripción con recompensas que te permitan encuentros con ellos, ya sea a través de Zoom o de manera presencial. El futuro es complejo, pero con muchas posibilidades.