Tras dejar el pabellón bien alto en la edición anterior, el fuengiroleño volvía a pisar el escenario marbellí. Pablo López, con su Tour Santa Libertad, llegó al Starlite dispuesto a llevar a los asistentes a otra dimensión. Allí donde los pelos se ponen como escarpias al rozar la verdad más pura.
Su último disco “Camino, Fuego y Libertad”, es un círculo perfecto de principio a fin. Gana en directo. Lleva al lugar que merece a la versátil y potente voz de Pablo. Así como crea un show increíble. Con mención especial al técnico de luces, quién se entregó a la par que el cantante.
“He llegado hasta aquí porque nunca dejé de buscarte”… La primera canción ya anunciaba las ganas que traía el cantante malagueño de dejarse la piel, literalmente, en casa. Y lo cumplió. Él, su banda y los asistentes mantuvieron esas ganas durante las 2 horas del show.
Durante la velada el intérprete se mantuvo cómplice con “su público del Starlite”. Bromeando y jugando a ser un niño entre amigos. En las primeras filas una valiente voz le pide que le tire su toalla, Pablo no duda ni un segundo en cumplir este peculiar y divertido deseo.
Con este gran show el cantante estuvo jugando toda la noche con su amplio repertorio. “El niño”, “La mejor noche de mi vida”, “El Incendio” o “La libertad”. Tal y como él mismo pedía dio rienda suelta a la libertad. Y avisó con guasa “Mamá, esta no es mía” cuando levantó al público al ritmo de “Show must go on” de Queen.
Tras una noche repleta de emociones Pablo desapareció del escenario para mezclarse con su gente. Aparecía en la grada a quienes con cariño les decía: “Quería acercarme un poco, que están muy lejos los pobres. Pero sentaros por favor, que quiero ver hasta la última mano” Tras esto agarró la mano de la fundadora de Starlite Sandra García-Sanjuán e interpretó de manera sublime “Lo saben mis zapatos”.
Como remate final el cantante se propuso dejarse la voz en el Starlite, donde vuelve el 19 de agosto. Y lo hizo sin micrófono, a pleno pulmón, coreando “Tu Enemigo”. Pablo López y su banda lograron que durante unas horas el tiempo se detuviera provocando un incendio musical bajo la sombra gris de la gran cantera marbellí.