El final de la primera película dirigida por Santiago Segura es sublime, al acabar Torrente marchándose a Torremolinos con el botín de los hombres de Mendoza, dejando claro así lo mala gente que es, como le pregunta Kiko Veneno en la canción.
Y entonces se sienten ganas de más aventuras de la mano del policía. La cosa no puede quedarse ahí, sin más… Así que tres años después de su predecesora, en 2001, se estrena en los cines «Torrente 2, Misión en Marbella», que supone la continuación de la trama respecto a la anterior.
Aquí, nuestro héroe, tras haber ganado «un dinerillo con unos negocios», vive una vida de lujo en la Costa del Sol hasta que lo pierde todo en el casino. Entonces decide volver a servir a la ley y monta, para ello, una agencia, que además es una escuela de detectives. Así comienza la que, para servidor (y quizás algunos más) es la mejor película de la saga, que además resulta ser la más “light” de todas en cuanto a su contenido salido de tono.
La segunda parte de «Torrente» es una película muy conseguida. Para empezar, tenemos la fantástica intro, que imita a las de James Bond -en concreto, parece que Segura se inspiró para esta en la de «La espía que me amó» (1977)-, y que resulta así más divertido aún, con el tema «Misión en Marbella» interpretado por José Mota, al estilo de Raphael. Estamos viendo una película muy profesional, aunque el objetivo sea el de desternillarnos con su protagonista. Tienen lugar muchos cameos de diferentes personajes famosos o virales en aquella época, que hacen divertida la aventura. Esto es algo que quedaría perenne a partir de entonces en cada entrega del policía.
Al igual que el estilo de la intro, también el argumento está basado en las aventuras del agente 007. En concreto, de la novela «Operación Trueno» (1961, cuya adaptación al cine, protagonizada por Sean Connery, se hizo dos años después). El malvado Spinelli (José Luis Moreno), al igual que el legendario Blofeld, amenaza con usar dos poderosos misiles para destruir Marbella si no le pagan dos mil millones de las antiguas pesetas. El héroe nacional se verá inmerso en esta situación tras encontrarse un pin del Atlético de Madrid, que contiene el poderoso chip para activar y hacer estallar dichos misiles. Al igual que el enemigo de James Bond, a Moreno le acompaña su mascota, que en esta ocasión no es un gato, sino un pequeño mono llamado Luis Alberto. A Torrente, por su parte, también le acompañará Franco, un curioso perro que pasa a ser el nuevo ayudante del, en esta ocasión, detective privado.
En esta aventura, Torrente cuenta con la ayuda de Cuco (Gabino Diego), un pintoresco muchacho adicto a las drogas, que acaba siendo de lo mejor de la película por su personalidad, de buen carácter y bastante culto. Tony Leblanc regresa en esta entrega como Mauricio Torrente, el propietario de un club de alterne y sala de conciertos llamada Riviera. Santiago Segura se puede sentir orgulloso de hacer que Leblanc y Moreno protagonicen una pelea en el suelo. Uno reitera lo fantástico que es ver estas actuaciones y trabajo tan profesionales en películas españolas, a pesar de que la calidad del argumento no es lo primordial precisamente aquí.
Otro acompañante de Torrente es Pablito, el niño que va en silla de ruedas. Pablito es sobrino de Pablo Carbonell, y con él Santiago Segura trata de parodiar un poco lo que recientemente ha demostrado que fue su infancia, en la que él era gordito también y por ello sufrió acoso en su momento en el colegio. Al chaval le tocó aguantar que Segura le escupiese cerveza en su cara en una de las escenas, aunque esto le supondría mucho menos duro que el final de la película. Cuando todos están reunidos para homenajear a Torrente (incluídos los actores de la entrega anterior), él está sentado junto a Malaguita (sí, consiguió sobrevivir al tiroteo), y éste sin querer le propina un guantazo en el ojo que le hizo llorar del dolor y todo (si te fijas, cuando todos aplauden, él aparece unos segundos entre la muchedumbre con la cabeza mirando hacia arriba).
Es desternillante ver a Torrente en medio de todo el encanto y el lujo marbellíes, ya que los contrastes no tienen desperdicio. Es como ver películas antiguas de Paco Martínez Soria o de otros actores, como aquella titulada “El abominable hombre de la Costa del Sol”, o como ver a Will Smith, acostumbrado a la vida en los suburbios de Philadelphia, en el barrio de Bel Air. Es un hombre degenerado, que en la vida real nos repugna, pero que en la pantalla nos deleita -y también le cogemos aprecio- al explicarle a Esther Cañadas cuáles son las cinco muñecas ocultas en el cuerpo de una mujer, o al estar en una aventura propia -nunca mejor dicho- de James Bond. Verlo en el consulado americano, vestido de esmóquin con los calcetines saliendo de los zapatos resulta tan ridículo como fascinante (aunque quizás menos ridículo que ver a Gabino Diego vestido de mujer, que encima “se la pone morcillona” a nuestro héroe).
Para esta entrega, Santiago Segura se rodeó de muy buenos especialistas para hacer unas escenas dignas de aplaudir en cuanto a lo que a acción se refiere, como la ocasión en la que Cuco se dispone a conducir, o la escena del balcón del hotel. En esta entrega, la persecución nocturna supera con creces a la anterior, al haber momentos más arriesgados, mayores impactos e incluso explosiones.
En medio de tanto chiste y guarrería, esta aventura resulta también un poco romántica. Torrente conoce el amor de verdad gracias a una cantante (la modelo Inés Sastre) en el club al que va a investigar. Así que declararse a esta -y la reacción de la modelo- forma parte también de la interesante trama en la que nuestro héroe y Spinelli logran cruzarse, y cómo el personaje consigue dar con las pistas hasta verse cara a cara con el villano.
La diversión, en definitiva, está garantizada con esta película, que trae mayor acción que la anterior, mayores gamberradas y, por tanto, mayor cachondeo. La sensación es que, una vez ya estamos familiarizados con este personaje, dan ganas de ver sus aventuras de nuevo, rodeado de apariciones de buenos actores como José Luís López Vázquez, de Jesús Bonilla o incluso de Arturo Valls, que intepreta a Fabiano, uno de los hombres de Spinelli. Simplemente es fantástico.
Y la trascendencia de la película es notable. Recuerdo cuando una tarde de mediados del 2006 me encontraba en el supermercado, donde había un expositor del diario gratuito Qué! En la portada rezaba en titular «Corrupción en Marbella», en alusión a que había arrancado la investigación del «Caso Malaya». Y entonces se encontraban charlando dos empleados del local y uno le decía al otro entre risas: «Mira esto. Corrupción en Marbella. Esto es como el nombre de la película de Torrente 2, ¿eh?»
Tras el éxito de su segunda película, Santiago Segura se animó a hacer la trilogía Torrente con su tercera parte, “El Protector», que vería la luz en 2005. Una parte que, por supuesto, da de qué hablar…