Indigno de ser humano (Satori, 2024, con traducción al castellano de Isami Romero Hoshino y Ednodio Quintero) se considera la obra maestra de Osamu Dazai (1909-1948), además de ser la última que escribió y donde anunció sus abismos de autodestrucción. Dazai perteneció a la llamada escuela de los decadentes y tuvo una vida turbia con varios intentos de suicidio que se refleja en Yozo, el protagonista de esta novela, que puede considerarse su alter ego. Yozo narra su vida, desde su nacimiento hasta su ruina en Tokio, así como sus adicciones o la búsqueda de su identidad, que le hacen caer y lo hunden en la oscuridad, la desesperación, la soledad y la angustia vital.
Yozo reconoce que nunca sintió hambre, ni literal ni metafóricamente, ni siquiera hambre de vida. Se pregunta por el sentido de esta, qué es lo que la sostiene, y si él es feliz, aunque asegura que el dolor es intransferible y nunca consigue deshacerse de él. Su vida está llena de angustia, de falta de confianza y de ocultar los miedos. A esto se suman la hipocresía, los abusos que sufrió de niño y el sentimiento de sentirse ajeno al resto del mundo. Durante su vida, se aficionó a hacer de bufón para otros y así integrarse en la sociedad, pero un joven le abrió las puertas del alcohol, las prostitutas y las drogas y él se dejó arrastrar porque se dio cuenta de que con esos elementos aliviaba sus temores.
Le auguran un futuro próspero en la pintura, que es su mayor pasatiempo, y en el amor. Sin embargo, duda de que el ser humano tenga la capacidad de amar e intenta suicidarse con una de sus amantes, pero ella muere y él no. No tiene fe en la bondad de Dios, solo en sus castigos, y se ve incapaz de alcanzar la sencilla felicidad de la vida. «Los cobardes tememos incluso a la felicidad. Nos lastimamos con el algodón», reconoce. Más adelante, se agarra a la existencia de Dios y le pregunta si es pecado rendirse porque ya no puede más. Pierde, incluso, la capacidad de sufrir. Como se dice en uno de los poemas del Rubaiyat, y que se le puede aplicar tanto a Yozo como a Dazai, «carezco no solo de la fuerza para romper las riendas, sino también de la voluntad de intentarlo».
Indigno de ser humano es una novela con una crítica a la sociedad japonesa de la época. Su protagonista pasa de considerarse un criminal a un pecador y de ahí a un loco, y el lector contempla atónito la involución de un ser humano derrotado. Es «un niño parecido a un Dios», tal y como lo define uno de los personajes. Un inadaptado a la sociedad, a la vida y a su propia familia que solo sufre. «Los infelices son sensibles a la desgracia de los demás», se dice. Al menos, escritores como Dazai convierten «su miserable existencia» en obras de arte como esta, como se dice en el prólogo.