Algunas personas refulgen, poseen un brillo que deslumbra. Sin embargo, ¿qué ocurre para que lo pierdan? ¿Qué hace que las cosas brillantes se apaguen sin remedio? Brillo (Blackie Books, 2022, con traducción al castellano de Laura Ibáñez) es una novela sobre qué significa ser joven, despojada de tapujos y estereotipos. Muestra una mirada veraz, directa y sin adornos ni rodeos sobre la juventud en la sociedad contemporánea occidental. Expone la proeza que supone sobrevivir con veinte o treinta años aun sabiendo las miserias del mundo y las que depara el futuro. Ensalza el valor de levantarse cada mañana para hacer lo que ya sabes que tienes que hacer y aun así no quitarte la vida.
Esta es la primera novela de Raven Leilani (Nueva York, 1990), que ha cosechado premios como el Kirkus for Fiction, el Center for Fiction Novel, el National Books Critics Circle, el Andrew Carnegie Medal for Excellence y el Dylan Thomas. Edie es la protagonista, una joven que vive en un piso lleno de insectos y que tiene un trabajo precario. Un día, conoce a un hombre veintitrés años mayor que ella y casado, pero de matrimonio abierto, llamado Eric. Ella quiere sentirse deseada, que todavía es capaz de atraer. Es joven, pero con una pésima trayectoria amorosa, y debe lidiar con la precariedad sentimental, laboral y vital. Por eso, cuando conoce a Eric, describe su euforia diciendo que son las ocho y cuarto de la mañana y es feliz y no está en una línea de metro apestando y deseando estar muerta. Edie no quiere un matrimonio ni algo clásico, estancado y estático, pero siente con frecuencia un «hambre voraz» y sabe por su experiencia «cómo una estrella se convierte en un vacío».
Brillo está narrada con un lenguaje que muestra el descontento y el hastío vital que supone ser joven para la protagonista y no encontrar caminos ni recursos para desenvolverse. Tiene situaciones absurdas y mucho humor ácido, que es una reacción psicológica de defensa al desencanto y la ansiedad que padece ante la vida. La obra demuestra cómo una capa de ironía puede ocultar las miserias de la vida. Al principio, el humor es bien recibido, pero llega un momento en que tantas referencias con intenciones hilarantes generan un poco de angustia y hacen que la obra pierda la gracia por la sobreabundancia. Aun así, es un retrato ingenioso y certero de la contemporaneidad.
Además del desencanto con el mundo, trata temas como la sensación de desesperanza y vacío. También habla sobre el amor líquido, aquel que enunció Zygmunt Bauman, ya que la protagonista tiene relaciones con muchos compañeros de trabajo y otros hombres pero en realidad no llega a nada serio ni sólido, y luego siente soledad y vacío. La protagonista padece un profundo sentimiento de desarraigo, de no pertenecer a ninguna parte y no saber quién es. Sin embargo, es una obra más rica que eso, pues también tiene una denuncia a la violencia policial contra la población negra. Igualmente, habla sobre lo que significa ser negro en Estados Unidos, el racismo y también la guerra, porque su padre participó en ella.
El personaje de Eric es un mero conector entre Edie y Rebecca, la esposa de este, para formar así uno de los temas principales de la novela, que es la complicidad, ayuda y hermandad entre estas dos mujeres tan diferentes en clase social, color de piel, edad y experiencia. Edie siente pasión por la pintura, un arte que no desarrolla tanto como le gustaría. Se llama a sí misma artista sin saber muy bien qué significa y llega a la conclusión de que quiere reflejar en el lienzo aquello que ocurre para que exista. Si no lo refleja, no perdurará en el tiempo. Asimismo, ella desea que alguien plasme su cuerpo, sus ojos, su rostro en pintura, para que cuando ella ya no esté quede constancia de que ha existido.
