Darío no quiere estar muerto (Plaza & Janés, 2024) presenta a una familia formada por un padre, una madre y dos hijos adolescentes: Darío y Esther. Esta novela de Beatriz Cepeda (Zamora, 1986), conocida como Perra de Satán, se desarrolla durante unas vacaciones de fin de semana a un pueblo de la España vaciada, cuando la familia sufre un accidente y sus espíritus quedan en el limbo entre la vida y la muerte. Darío es quien peor lo pasa, ya que, antes de su muerte, tenía diecisiete años y cumplía con la normatividad: era un chico blanco heterosexual, con novia e inteligente. Todos sabían que tendría un gran futuro laboral y amoroso, pero el accidente lo trunca todo. Además, le toca compartir la eternidad con su insoportable hermana y sus padres. Por todo eso Darío, como dice el título, no quiere estar muerto.
La escapada a la naturaleza no le apetecía a ningún miembro de la familia, quizás ni siquiera al padre, que fue quien obligó al resto. Para colmo, el accidente se produce cerca del lago de Sanabria, así que los fantasmas de la familia quedan allí atrapados. Alrededor del lago, Darío conoce a Lucía, una adolescente que puede comunicarse con los muertos y con la que establece una amistad. El día que falleció, Darío aprendió una frase de Epicteto en el instituto: «No es lo que nos ocurre, sino cómo reaccionamos a ello». Tal y como se dice, lo triste no es que Darío falleciera, sino que lo hizo sin entender el valor de lo que tenía. Él confiaba en el futuro, pero aprende que hay que aprovechar el presente, y la ayuda de Lucía le será útil para sobrellevar mejor la inesperada muerte. Mientras que Darío era un joven con aparente éxito, Lucía, por su parte, es una chica que pesa más que sus compañeras de clase y no se ajusta a los cánones del cuerpo ideal, pero ambos forman un tándem armónico.
La familia de Darío es una de esas que desayunan cuencos de yogur con frutos rojos y prueban restaurantes ecológicos. De puertas afuera, se muestran felices, mientras que en realidad el matrimonio está en trámites de divorcio y los hermanos no se soportan. El fin de sus días pone todo patas arriba y demuestra la verdadera cara de la familia. La muerte supone para Darío un acontecimiento capaz de dar un giro en cualquier momento, así que se mantiene alerta. Por su parte, su madre piensa que si desde pequeños nos enseñaran a comprender mejor la muerte, nuestras vidas serían más sencillas, ya que la felicidad de la vida se sostiene muchas veces sobre mentiras, pues nos engañan con todo.
Esta novela es una comedia con romance y drama que contiene mensajes claros y fuertes sobre cómo nos enfrentamos a la muerte, la autopercepción del cuerpo y la validación de las personas, ya que a veces insistimos en ganarnos la validación de alguien que nos ignora o que incluso nos ha abandonado. Asimismo, trata temas como la amistad, la autoestima, la frustración, los sueños y la familia y la convivencia, todo ello en el ámbito de la España vaciada. Al final de la obra, Lucía hace una crítica a la injusticia que supuso la catástrofe de la inundación del pueblo por la dejadez de las autoridades franquistas en el pasado. Denuncia todas las vidas que esta tragedia se llevó por delante y que aún se desatienda esa zona, ya que dice que lo que pase en Zamora le importa a muy poquita gente.
Sin duda, los temas principales de la historia son la muerte y el duelo, tanto en vida como en el después, ya que hay que saber cerrar heridas y dejar marchar aquello que no debe permanecer con nosotros. Esto conlleva miedo, sobre todo miedo al cambio y a salir de la zona de confort, a que todo lo que conocemos se desmorone. Sin embargo, como se dice: «A medida que pasa el tiempo desde el día de su fallecimiento, los muertos van olvidando, poco a poco, todo lo que les ata a los vivos. Solo así son capaces de descansar en paz para siempre. La paz llega cuando logran por fin superar los daños que les provocó la vida». Estas páginas lanzan una crítica a que se nos enseñe a guardar las apariencias o a luchar por tener un lugar privilegiado en un supuesto más allá cuando llegue nuestra hora. Asimismo, se reclama que se le dé más importancia a la herencia de la memoria que a la económica.
Darío no quiere estar muerto tiene una estructura muy sencilla, ya que primero presenta un marco general de la historia y luego a los diferentes personajes. Además, el narrador incluye toques de ironía y sarcasmo cuando critica la actitud o los pensamientos de alguno de los personajes. Debido al protagonismo que tienen los dos hermanos adolescentes, el foco que se pone en la relación de ambos con sus padres y en temas como el amor o la entrada a la universidad, por el lenguaje con el que está escrito y las referencias juveniles que se incluyen, deduzco que este es un libro para un público juvenil, y quizás por eso no he conseguido conectar demasiado.