William Shakespeare ha muerto hoy

'Mis últimas palabras' se construye a partir de fragmentos, pequeñas píldoras de narración cargadas de lirismo y existencialismo.
mis últimas palabras

El primer hombre en ser vacunado contra la covid-19 en Reino Unido se llamaba igual que el bardo de Avon: William Shakespeare. Fue el primero en recibir la dosis para luchar contra la pandemia que se cernía sobre la humanidad en la primavera de 2020. Mis últimas palabras (Literatura Random House, 2022, con traducción al castellano de Lydia Vázquez) es el relato de las horas finales en la vida de Belarmino, el último ser humano en el planeta. Antes que él, el penúltimo superviviente, apodado William Shakespeare, ha muerto hoy, es decir, cuando el protagonista comienza su narración. Ese Shakespeare no ha conseguido vacunarse contra las guerras ni las pandemias que han asolado el planeta, que ahora es una tumba inmensa y silenciosa que acoge a todos aquellos que vio nacer.

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Esta novela distópica de Santiago H. Amigorena (Buenos Aires, 1962) está localizada en el año 2086. Un virus ha asolado a la humanidad, que ya había quedado mermada por las guerras, el hambre, las máquinas, los excesos, las inundaciones, la esterilidad, la limitación del agua e incluso la ausencia de polinización. Los últimos supervivientes se han asentado en Atenas, y allí han ido muriendo. William Shakespeare, un anciano de ciento veinticuatro años, era el penúltimo superviviente. Tras su fallecimiento, solo queda Belarmino, que tiene veinte años y que ya nació en la destrucción y el caos, sin conocer lo que su predecesor sí.

Esta novela breve se construye a partir de fragmentos, pequeñas píldoras de narración cargadas de lirismo y existencialismo. Belarmino, el narrador y protagonista, siente angustia ante la desaparición y ausencia total de hechos asombrosos de la naturaleza que ahora parecen banales porque estamos acostumbrados a ellos. Entonces, se pregunta si el hombre solo es capaz de plantearse si alguna vez ha existido cuando amenaza con desaparecer. Los seres humanos, desde el pensamiento de Belarmino, se enfrentan con su futuro y su propia naturaleza. Sin embargo, ya es tarde para subsanar los errores y para disfrutar de aquello que el germen de la vida les ofrecía.

Belarmino reconoce que la locura y el miedo mantuvieron vivos a muchos antes de que empezara la despoblación. Recuerda la última vez que miró a los ojos a otro ser humano, la última vez que escuchó una voz, la última vez que tocó una piel. Porque no volverá a hacerlo nunca más. Además de eso que echará de menos, el protagonista piensa en aquello de lo que no se arrepiente. Así, enlaza los pensamientos y los recuerdos con el hecho de extrañar, arrepentirse, culparse, soñar o desear.

Belarmino sabe que las hojas de los árboles han existido, pero nunca ha visto hojas caídas en el suelo. En el año 2086, el ser humano no produce recuerdos, sino necesidades. El poder, enriquecerse y matar ya carecen de sentido, y la pérdida de esperanza y la decadencia física del hombre contribuyen a su decadencia, esa misma decadencia en la que nace Belarmino y en la que muere como último representante de la especie.

Estas páginas también sirven como una reflexión profunda en torno a la convivencia, la adaptación, la supervivencia, el primitivismo del ser humano y su forma de actuar en situaciones extremas. Asimismo, se critican la hipocresía de los gobiernos y de los hombres en general y la indiferencia, que fue una enfermedad que aquejó a la humanidad y la llevó a su fin. Finalmente, puede leerse como una oda a la vida y a la naturaleza, y a no separar ambos elementos porque son una sola cosa. Se trata de una obra que parece incompleta pero que sienta las bases para debatir sobre aquello que nos concierne a todos y por tanto de lectura necesaria.

Mis últimas palabras invita a preguntarse si en la actualidad vivimos el fin de la humanidad, solo que a paso lento y gestionado de forma que no parezca el apocalipsis. En la novela, el personaje de William Shakespeare muere y deja a Belarmino solo ante sus propias palabras y recuerdos. Con la muerte de Shakespeare, ya se vaticina la del propio Belarmino y también la de toda la humanidad, encarnada en el apellido del dramaturgo británico que concentra en sí mismo la vida y el arte y que se los lleva con él, a la tumba, para siempre.

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