El 3 de enero de 1944 se produjo el mayor accidente ferroviario de la historia de España. El tren correo que conectaba Madrid y A Coruña colisionó en un túnel a la altura de Torre del Bierzo (León). Según fuentes oficiales de la época, fallecieron alrededor de ochenta personas, pero se denunció que el franquismo ocultó la verdad y que la cifra real podría superar incluso las doscientas personas.
Este accidente de tren es la premisa inicial de Última estación (Editorial Quaestio, 2021). Un suceso que fue silenciado y ocultado por el franquismo como el hundimiento del submarino C-3 o la Desbandá (salvando las distancias), ambos en Málaga. La novela de Yolanda de la Puente (León, 1965) se divide en tres partes, se mueve entre Torre del Bierzo y Madrid y se desarrolla antes, durante y después del accidente.
Cuando la historia comienza, el lector ya sabe qué va a ocurrir, por lo que el interés recae, además de en los datos, en cómo se desarrollan los acontecimientos y las vidas de los personajes (sus pensamientos, emociones y actos). Entre los protagonistas de la novela se encuentran la joven María Encina, el fotoperiodista Ignacio Quirós, Mercedes y el teniente Buendía, y hay personajes secundarios como Emilio (el marido de Mercedes), el general Briz y Almudena, que durante el trayecto del tren va leyendo Ana Karenina, de León Tolstoi.
Como se decía en la novela del escritor ruso: «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». Cada personaje deberá afrontar la posguerra española soportando las secuelas de un suceso que no ha terminado y que no será el único, pues su estela no desaparecerá con el paso de los años y sus testigos y supervivientes, defensores de la verdad y la justicia, seguirán en peligro por diversas circunstancias.
Entre todo el elenco también destacan nombres como Galindo o el Padre Romo, que son la luz de la esperanza en el bando franquista. Muchos de estos personajes se sientan en los asientos de un tren que se dirige a un futuro incierto. La misma incertidumbre a la que nos sometemos todos cuando salimos de casa cada día o, sencillamente, cuando ponemos los pies en el suelo cada mañana al bajarnos de la cama.
El personaje de María Encina, al principio de la historia, es como la Casandra griega que puede predecir el futuro pero nadie la cree. María Encina, a través de su sufrimiento, al igual que el resto de personajes, explora temas como la memoria, el pasado, el amor, el rencor, la soledad, el desamparo, las relaciones madre-hija o el patriarcado. Deben enfrentarse a una guerra que separa familias, amigos y parejas, y a la mentalidad de mediados del siglo XX en un país profundamente católico y conservador. Aquellos a los que recordamos, aunque mueran, siguen vivos en nuestra memoria, como ellos mismos pueden comprobar.
La búsqueda del amor y de la libertad marcan esta historia trágica donde también destaca la diferencia de clases y la justicia corrompida. ¿Qué coste tiene una vida humana?, termina preguntándose el lector, que no puede despegar los ojos de la historia. Es testigo de cómo las personas claman contra otros semejantes por razones políticas, religiosas o económicas. Al final de la novela le espera un giro inesperado con el que podrá atar cabos que no se imaginaba que existían.

En Nostromo Magazine hemos hablado con Yolanda de la Puente sobre su novela, sobre España y sobre la libertad, y este ha sido el resultado:
¿Cómo y cuándo conociste este suceso?
Me lo encontré en un documental en la televisión que hizo Ramón de Fontecha. Hizo un corto que se titula Túnel número 20 y ganó un Goya. Lo vi y me impactó mucho porque no lo conocía. Es una historia que no buscas, que viene a ti y te parece tan increíble que te entran ganas de escribirla.
¿Por qué decidiste escribir sobre ello?
Por el impacto que me produjo. Fue y sigue siendo el accidente ferroviario más grande de la historia de España. El franquismo lo ocultó, pero fueron apareciendo personas cuyos abuelos, tíos o amigos viajaban en ese tren. Así que empecé a investigar.
Es más grande incluso que el accidente de Santiago de 2013, ¿no?
Sí. De este no se sabe ni se sabrá nunca el número de víctimas que hubo porque lo ocultó el franquismo. Preston lo calcula en más de 500 víctimas. Yo, por mis investigaciones, accedí al archivo histórico que estaba en A Coruña y calculo que unas 250 o 300 personas murieron ese día. Vas al pueblo donde sucedió, Torre del Bierzo, y no quieren hablar de esto. Es como una cosa que flota en el ambiente con oscurantismo y secretismo. Muchas personas ese día ayudaron a salvar a las víctimas, pero otras se dedicaron al pillaje porque en el año 1944 España se moría de hambre. Los de primera clase fueron los más perjudicados porque los vagones de primera quedaron dentro del túnel y ardieron como antorchas. A estos les robaron.
¿Por qué crees que es tan desconocido además de por el intento del franquismo de ocultarlo?
Por la orografía, porque es una parte muy montañosa y aislada de la península. Las gentes de allí son muy herméticas y no les gusta hablar de eso. Hay muchas cosas de la guerra civil que no se sabe por qué pasaron y que estamos abriendo ahora porque la gente no las cuenta. Piensan que del horror mejor no hablar, ocultarlo y hacer como que no pasó.
¿Qué ha supuesto para ti introducirte en una historia basada en hechos reales como esta? ¿Te ha afectado a nivel personal?
En el momento de la creación, no solo con esta novela, siempre te metes mucho en la historia. Hablas un poco de ti misma y de tu propia historia. Empiezas a llenarte de los personajes y ya no sabes muy bien si eres Yolanda, si eres María Encina… Duermes, sueñas, comes en la escritura de la novela, salvo que estés haciendo otra cosa porque estás todo el rato con el chip conectado. El proceso de creación fue una catarsis. El personaje me aporta mucho a mí y yo al personaje, fue una simbiosis.
A lo largo de la historia hay muchas frases en alemán. ¿Hablas el idioma?
Poco. Si no vas al sitio [Alemania] y no lo practicas se te acaba olvidando. Estudié alemán porque mi hijo estudia en un colegio bilingüe y para que no me pasara lo mismo que con el inglés al ayudarle a hacer los deberes. Y me fascinó. El alemán me ha aportado mucho a nivel de maduración cerebral. Me ha hecho ser más cuadriculada y más organizada. Le debo mucho al alemán y a la cultura alemana, que me parece un mundo fascinante.
En los agradecimientos hablas de los libros de tu abuelo. ¿Quién fue?
Mi abuelo se llamaba Emilio Merchán Tamayo y más que escribir, leía. Me marcó mucho en el transcurso de mi vida. Fue quizás la figura masculina que más me ha marcado: por cariño, por humanismo, por todo. Mi primera novela se la dediqué a él, y esta no se la he dedicado a él sino a todas las víctimas, pero nunca puede faltar mi abuelo. Es una referencia.
Te has documentado sobre este acontecimiento porque al final incluyes una bibliografía, pero también manejas un vocabulario muy específico sobre los trenes. ¿Te has documentado sobre ellos?
Me tuve que documentar, ¿qué voy a saber yo de trenes? (Risas). Una familia de ferroviarios que conozco me facilitó un dossier que había escrito un tío suyo que se llamaba Paco Aguilar. Este hombre había dado conferencias sobre el accidente porque un tío suyo murió en él y viajaba parte de la familia.
En una escena de la novela, en mitad de la Guerra Civil española, el narrador dice: «En esos momentos España estaba de moda; luego dejamos de importar al mundo». ¿España es irrelevante en el panorama internacional actual?
Yo creo que sí, para qué nos vamos a engañar. Creo que España siempre ha sido irrelevante en el panorama internacional, y creo que es por culpa de los propios españoles. Estamos mucho más capacitados, pero no sabemos vendernos o todavía tenemos muy mala imagen. Todavía queda algo de que el español no es serio. No hemos estado en las dos grandes guerras, después de tener el imperio donde nunca se ponía el sol perdimos Cuba, España no ha pinchado ni cortado cuando se conquistó África… A nivel internacional nunca hemos tenido demasiado peso, ni cuando no se ponía el sol porque Inglaterra nos comió la tostada en ese momento y Francia también. Es una buena pregunta porque si te paras a pensar da un poco de rabia. Tal vez sea porque falta una identidad como país. No la sentimos como se puede sentir un francés con su chauvinismo. Una parte de la población lo tiene muy arraigado, pero España no es un pueblo al uso. Hasta que no aceptemos eso vamos a ir mal.
Hay una cita atribuida a Bismarck que dice: «España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos tratando de destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido».
Exactamente. No somos un pueblo unido. No tenemos buenos políticos. En España, la Iglesia siempre ha hecho mucho mal, ha sido un yugo en el desarrollo de este país. Nos ha tenido atrasados y atemorizados. Todo lo que decía la Iglesia iba a misa. No puedes avanzar si sigues anclado a la Edad Media. El modernismo no llega a este país porque hay mucho caciquismo.
Uno de los personajes, Ignacio Quirós, dice que la libertad no existe, ni la individual ni la colectiva. ¿Qué opinas?
Tú puedes ser libre encerrado entre cuatro paredes si tu mente es libre. Si tú eres libre y eres capaz de volar, puedes ser libre. No pienso que la libertad a nivel general exista porque nos tienen controladísimos. Entonces era por el régimen, y ahora seguimos estándolo. Pensamos que vivimos en democracia, y así es, pero controlados por todos: por el Gobierno, por el banco, por sociedades que ni nos imaginamos, por políticos, por gente malvada que quiere sacar su propio beneficio… Un ejemplo, si a alguien le apetece hacer ahora una guerra para sacar dinero y fabricar armamento, nuestra libertad es cero porque se va a hacer. Pensamos que somos libres y hacen con nosotros lo que les da la gana. Es libre el anacoreta que vive en un pueblo perdido de Dios y se dedica al pastoreo. Eso es la libertad, pero lo demás es utópico.
Por último, De la Puente nos recomienda varios libros que le han gustado. Empezamos por Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, un libro que recomienda siempre, y a este se le une Pabellón del cáncer de Aleksandr Solzhenitsyn. Hace poco ha leído Temporada de huracanes, de la mexicana Fernanda Melchor, y le ha encantado, como también le ocurrió con Las gratitudes, de Delphine de Vigan y con Agathe, de Anne Cathrine Bomann. Entre los clásicos, destaca a Ortega y Gasset, García Márquez, John Irving y a las hermanas Brontë. Precisamente, uno de sus personajes literarios favoritos es Heathcliff, de quien destaca que es un hombre «atormentado».