“Al caminar lamenté irme de este mundo amargo
Sin terminar la misión por la que ando penando,
La cual se trata de cantar lo narrado
Por el anciano aquel que, al yo morir, nunca será escuchado.”
– Canserbero, ‘De mi muerte’ (Vida, 2010)
La potencia de la palabra en boca de Tirone José Gonzalez Oramas, mejor conocido como Canserbero, retiene una implacable fuerza aún años después de su fallecimiento. La potencia y personalidad de su voz sigue rasgando tanto el sentido común como los corazones de sus oyentes, y continúa siendo un referente para una enorme parte del panorama. Es un consenso mayoritario que el rapero venezolano fue un antes y un después para le escena del rap latinoamericano en varios aspectos, especialmente para quienes vivieron sus años activos en la música estando atentos a su recorrido. Sin embargo, siempre es enriquecedor repasar algunas cuestiones que lo hacen tan importante para la historia del rap en español y darles la profundidad que ameritan, especialmente en este nuevo aniversario de su triste muerte, cumplido el 20 de enero de 2022.
Nacido un 11 de marzo de 1988 en Caracas y criado posteriormente en Maracay, golpeado por más de una tragedia familiar, el adolescente Tirone se acercó al mundo de la música a través de la improvisación sobre diversos ritmos en las calles de su barrio. La improvisación, desde ya, será algo recurrente en los siguientes años de su vida, ya que tuvo Tirone su paso por las batallas de freestyle además de la producción musical per se. Incluso en sus años de mayor éxito y de giras por países como Chile, Argentina y España, convocó a freestylers a compartir escenario con él o participar en los momentos previos a que se abra el telón.
Previo al crecimiento del hip hop por tierras venezolanas, igualmente, Tirone ya había conformado el grupo Códigos de Barrio, junto a los también jóvenes Black Kamikaze y Afromak, y se sumaron a las filas de creadores de rap venezolano entre las que también se encontraban ya Supremacy Hip Hop Clan (Dann Niggaz & Lil Supa) y Comando 57.
Desde aquel momento, sus proyectos chicos y medianos comenzaron a entrelazarse con artistas y productores que dieron luz a algunos de los proyectos más relevantes de las épocas fundacionales del género en Venezuela y alrededores. Cada vez más, el Can se volvía una pieza importante para un sector de la escena que cada vez crecía a pasos más largos y fuertes. Parte ya de la productora Bas.y.Co, dio el salto más importante de sus comienzos con el lanzamiento de “Can + Zoo Índigos” junto al gran Lil Supa, un álbum que fue una comunión musical entre dos amigos pero también entre dos prodigios de la escena venezolana y, sin espacio para dudas, del panorama hispanohablante en general. Boom bap, destreza y una producción propia y personal fueron parcialmente los principales atractivos de estos dos artistas a lo largo de sus carreras, y en este disco del año 2008 todo eso está fuertemente presente. Un factor punzante y necesario para entender, también, la relevancia de este tipo de producciones en la primera década del siglo XXI es la oposición a una lectura de “adaptación” del rap estadounidense a las audiencias latinoamericanas. Canserbero siempre fue una clara figura de la importancia del diálogo que existe entre las experiencias latinas y el hip hop norteamericano, siempre puso como prioridad la tintura de esta música -que representa a tantas personas alrededor del planeta- con pigmentos de conciencia sobre la vida real de quienes rapean, de las realidades que deben atravesar, de la responsabilidad de mirar alrededor y tener el coraje de decir lo que sucede.
Porque eso fue siempre Canserbero: un militante del arte, un vocero de su gente, un guerrero de la música y la rima. En 2009, esto se condensó de brillante manera en su mixtape solista, distribuido de forma gratuita, que recopilaba los lanzamientos que ya habían sido difundidos en internet desde hacía meses: “(Nuestra Doctrina No Es Un Dogma, Es Una) Guía Para la Acción”. Desde su prólogo (con fragmentos del himno venezolano, un discurso de Martin Luther King Jr., una entrevista a Salvador Dalí, y un comentario del político socialista Arturo Uslar Pietri), el mixtape representa fidedignamente la mixtura de mensajes, influencias, y ejes que Canserbero presentó entre las temáticas de este álbum, y que seguirán presentes en todos sus lanzamientos musicales. De hecho, sus reflexiones (dentro y fuera del estudio) sobre la realidad política y social de su país han sido interpretadas de diferentes formas y desde diferentes ángulos a pesar de su explícito apoyo a los ideales del socialismo y sus críticas a la aplicación de los mismos por los gobiernos de su país y de otros tantos.
De todas maneras, la temática más explorada por el Can a lo largo de su época activa fue algo que ya anunciaba su a.k.a.: la vida, la muerte, y su vínculo dialéctico. Cerbero, el perro de tres cabezas del dios griego del inframundo Hades, era, en la mitología griega, quien oficiaba de guardián entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Quien esté familiarizado con la discografía del rapero sabrá, justamente, que la vida y la muerte son los temas más relevantes entre sus líricas, acompañados de perspectivas sobre cómo se relacionan en las realidades humanas a las que pertenecía Tirone. Asimismo, algo menos mencionado pero también muy importante, es cómo este enorme canino de tres cabezas se ve también representado a partir de la lucha entre voces interiores, dilemas morales y de conciencia, y de la lucha permanente entre los impulsos y la moral, que también son temáticas cotidianas en la música de Canserbero.
En lo que quedaba de su carrera, Canserbero lanzaría dos discos más en colaboración: el bautizado “Apa y Can” (2013) junto al brillante rapero Apache, y el grabado en conjunto con el productor NicoJP (“Give Me 5”, 2014). Pero su magnum opus, su obra maestra, fue la dupla de discos que son considerados los más representativos de la poesía del MC venezolano: “Vida” (2010) y “Muerte” (2012).
Además de la mano en la producción de Kpú, que a partir de su relación de amistad y de sus perspectivas musicales compartidas logró una simbiosis perlada con la personalidad lírica de Tirone, lo más relevante de estos álbumes es la capacidad de Canserbero de llegar a lo más profundo de sus reflexiones emotivas y de sus experiencias. Con todo eso, bajo la pluma del Can se dibujaron estrofas de las más potentes que le oímos, y también narrativas de las más incandescentes y tremendas de la escena latinoamericana. Estos dos discos derrumbaron puertas que nos permitieron a los oyentes del género y seguidores del artista sumergirnos en el núcleo de su poesía y de su inspiración.
Y esto fue más que importante para su fiel audiencia, porque siempre es un lujo poder atar el talento musical o lírico de un artista a una persona con los pies en la tierra. Elegir cómo recordarlo es fundamental, y las personas que fueron impactadas por Tirone en su vida tanto artística como personal regalan algunos bosquejos sobre su humanidad que encajan perfectamente con las letras de un artista que siempre fue sincero, en su luz y en su oscuridad, a la hora de mostrarse con su gente y con su público.
Se lo recuerda como una de las personalidades más respetadas del rap de Venezuela a fuerza de talento y de sinceridad. También como fanático de la literatura de Borges y Dostoievski, como frecuente oyente de jazz, rock y blues, como espectador de documentales. Como un cálido amigo y un generoso colega, como aquel escupidor de frases memorables, aquel que ante el nerviosismo de Kpú antes de un masivo show le dijo “cualquier multitud es solo una millonésima parte del mundo… vamos”. También como un artista icónico para el género que, incluso en los años donde su música era más escuchada, debió tener horarios de oficina y trabajar como analista de reclamos en una empresa. Se lo recuerda como un referente del hip hop latinoamericano, como un comprometido defensor del underground, como un luchador con el arte en los puños.