Bond a Bond: Pierce Brosnan, el nuevo 007

Escrito por Rubén Pareja Ramírez

Pierce Brosnan fue el quinto actor en interpretar a James Bond. Tras la última película, protagonizada en 1989 por Timothy Dalton, ‘Licencia para matar’, el agente 007 no regresó a las pantallas hasta 1995. Cuando, en esta fecha, se planeó hacer otra película del espía británico, Dalton rechazó volver a interpretar a este personaje.

Así, Brosnan relevó al inglés y ahora, debido a su nacionalidad, daría un acento irlandés a James Bond en ‘Goldeneye‘ (1995); ‘El mañana nunca muere‘ (1997); ‘El mundo nunca es suficiente‘ (1999) y ‘Muere otro día‘ (2002). Puesto que servidor ha nacido en esa época, Pierce Brosnan es el Bond con el que uno creció. Por eso es el primero de mis tres agentes 007 preferidos. Los maletines espía que se vendían con walkie-talkies y otros aparatos del universo Bond dejan claro que este personaje es universalmente popular y que está presente en nuestra cultura cotidiana.

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Foto: ecartelera.com

Pierce Brosnan supone el punto de inflexión de un nuevo James Bond. Es nuevo porque las películas ya no se basan en los libros de Ian Fleming y también porque ahora el agente 007 tiene que salvar al mundo en un contexto en el que la Guerra Fría ya ha pasado a mejor vida. No sé bien como describir esto, pero la nueva atmósfera se nota, de la mano de adelantos informáticos y tecnológicos, como bombas nucleares o de plutonio y con vehículos que incluso veinte años después resultan alucinantes.

En ‘Goldeneye‘, aunque la Guerra Fría ya ha terminado, ésta sigue teniendo protagonismo en la cinta, que empieza en 1986. Allí, nuestro héroe se encuentra con un tal Alec (Sean Bean), quienes tratan de parar los pies a los rusos. Al final, Bond lo logra, a costa de que su amigo no logre contarlo, y huye en avioneta de una forma equiparable a la de Superman. Entonces tiene lugar una fantástica cabecera, con el tema Goldeneye, de Tina Turner, y con chicas desnudas que bailan mientras se desploman hoces, martillos y demás elementos de la era comunista.

Resulta que, nueve años después, Bond descubre que la muerte de su amigo era un montaje y ahora éste es su enemigo. James Bond tratará de parar los pies a su adversario, que quiere apoderarse de dos satélites GoldenEye, pertenecientes a la Guerra Fría, mediante una persecución en tanque en San Petersburgo, con el que luego dispara al tren en el que el villano quiere escapar. Es genial como arde por la punta mientras corre a toda velocidad.

Q da a Bond unos inventos espectaculares: un reloj con láser; un boli que, al apretar el botón tres veces, hace explotar a los cuatro segundos una granada que tiene en su interior, o el fantástico BMW equipado, al que casi ni vemos en la película. Para vehículo, el mítico DB5, en el que el agente 007 se enfrasca en una alocada carrera mientras aterroriza a una psicóloga del MI6, que va de copiloto haciéndole un test de evaluación.

El mañana nunca muere‘ resulta ser una película bastante entretenida y, si mi memoria no falla, es la película con la que más me he reído de todas las de James Bond. En 1997, los creadores de la película nos transportaron a los días de hoy con un coche que se controla desde el móvil u otro teléfono que identifica huellas dactilares y que es capaz de electrocutar al enemigo. Nuestro héroe tiene que pararle los pies a Elliot Craves, un magnate de los medios de comunicación que no tiene otra cosa que hacer que provocar catástrofes para dar él la primicia y enriquecerse a costa de las audiencias.

Ver a Q como encargado del rent a car AVIS es uno de los mejores puntos de la película, en el que Bond le deja claro lo que ocurrirá con el vehículo que le va a prestar (a estas alturas no debería ni inmutarse), aunque también produce risa, en los días de hoy, que en el año 97 no se hiciera ni una sola referencia a Internet y que, frente a tanta innovación, se ponga a James Bond leyendo un periódico.

El mundo nunca es suficiente‘ es mi película preferida. Mis padres la vieron tropecientas veces en casa y creo que fue mi estreno fabuloso en el universo de James Bond. En la secuencia precréditos, bastante larga, por cierto (casi 15 minutos), el agente 007 lucha contra unos banqueros en Bilbao para recuperar tres millones de dólares, que lleva sanos y salvos a Inglaterra. Una vez allí, y de una forma de lo más enigmática, el dinero le estalla en la cara a su dueño, un tal señor King, mientras contemplaba su botín en la caja fuerte del MI6 (el motivo de la explosión se explica más tarde). Y entonces tiene lugar una fantástica persecución en una lancha que Q no había terminado aún, en la que Bond trata de cazar a una sospechosa, que acaba suicidándose para no caer en manos de su jefe.

Aquí la atractiva Elektra King, hija del millonario, utilizará sus dotes para seducir al agente 007 y hacerle caer en su trampa. Por otro lado, los encantos de la doctora Navidad Jones permitirán a Bond descubrir que esta festividad tiene lugar más de una vez al año.

Muere otro día‘ es la última película de Brosnan como James Bond, en la que el tema, ‘Die Another Day’, interpretado por Madonna, es uno de los mejores puntos de la película, aunque, mientras la canción suena, tengamos que ver cómo los soldados norcoreanos torturan a nuestro héroe con escorpiones o metiéndole la cabeza en agua helada. Destaca, pues, que, en la propia cabecera, se desarrollan detalles de la trama de la película.

Pasan 14 meses y James Bond es liberado. Cualquiera diría que es él, con el aspecto de Tom Hanks en ‘Náufrago’. Tras hospedarse en un hotel en Hong Kong, al descubrir que el recepcionista, que pertenece al servicio secreto chino, le espiaba, le propone un trato: él viajará a Corea y vengará la muerte de los tres hombres chinos, a quienes asesinó un tal Zao. Éste se encuentra, al parecer, en La Habana, y Bond viajará allí, donde, además, conocerá a una atractiva muchacha, quien ayudará a parar los pies a Zoe en su plan de dominar el mundo gracias a un satélite que utiliza la energía de los diamantes para producir un rayo solar. ¿De qué otra peli me suena el intento de usar un satélite para monopolizar la energía del planeta?

Die Another Day fue, al parecer, criticado por el exceso de ciencia ficción, que, encima, aseguraban en su época que era de mala calidad. Aquí, James Bond utiliza un coche que se vuelve invisible, con blindaje y numerosos artilugios de defensa. Destaca el regreso del reloj con láser (de GoldenEye) y del aparatito para respirar debajo del agua, que usó Sean Connery en «Operación Trueno». Es lo único rudimentario en una película en la que, insisto, tienen más protagonismo los efectos especiales que el propio Bond.

Con este experimento, Pierce Brosnan relevaría su licencia para matar a Daniel Craig, el James Bond actual, de cuyas cuatro películas hablaremos la semana que viene.

 

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