Somos desorganización. Quizás sea en nuestra vejez cuando todas las piezas del puzle encajen. Todo ordenado cuando ya es demasiado tarde para observarlo. Las gratitudes (Anagrama, 2021, con traducción al castellano de Pablo Martín Sánchez) cuenta la historia de Michka, una mujer mayor que padece afasia, un trastorno que le impide hablar bien, y está ingresada en un geriátrico. Allí, lo que le espera a Michka es una vida menguada, dice la narradora, pero organizada.
Esta novela de Delphine de Vigan (Francia, 1966) está narrada de forma alterna por dos personajes: Marie, vecina de Michka, quien la crio cuando era niña, y Jerôme, que trabaja como logopeda en el geriátrico donde Michka está. A través de los ojos de ambos vamos conociendo mejor a Michka: su pasado, su forma de ser o qué secretos y tristezas arrastra.
El hilo de esta historia es el que menciona el título: la gratitud. La gratitud de Michka hacia el matrimonio que la salvó de un campo de concentración, la de Marie y Jerôme hacia Michka… son hilos que unen a unos y otros hasta formar una cadena infinita. El ser humano es social por naturaleza, y dependiente de los demás, y no está de más dar las gracias a aquellos que nos ayudan a avanzar.
Michka padece pesadillas y tiene la sensación de estar perdiendo algo todo el tiempo. Podemos pensar que se trata de un objeto, o quizás del habla, de sus recuerdos, o de su propia vida. Trabajó como correctora y ahora no encuentra las palabras exactas para hablar. Michka ve pasar el tiempo todos los días entre las mismas paredes, sabiendo dónde está y por qué se produce su deterioro. De Vigan nos habla del ocaso de las personas mayores, que una vez fueron jóvenes, que corrieron y saltaron, que rieron tirados en el suelo. Todos sabemos que no hay vuelta atrás, que la vejez avanza inexorable. Cuando se es consciente de eso, no debemos guardarnos dentro lo que sentimos. Debemos decirlo porque nunca sabemos si será demasiado tarde.
La autora trata temas como el paso del tiempo, las relaciones humanas, la maternidad, cómo nuestros orígenes determinan los adultos que seremos y las diferencias entre sueño, fantasía y realidad. La historia se hace muy ágil porque hay muchos diálogos. Sin embargo, en esas conversaciones se refleja la afasia que sufre Michka, que confunde algunas palabras por otras. Aunque los diálogos son la salsa de esta novela porque permiten conocer a Michka a través de sus propias palabras, a veces el lector debe saber qué quiere decir Michka cuando dice una palabra que, claramente, no es la que debe ir ahí. Esas equivocaciones en el habla dan un toque de ternura e incluso humor a la novela, aunque la presencia frágil y vulnerable de Michka conmueve al lector.
Marie se critica a sí misma por hablarle a veces como a una niña, y eso es un error común que se comete con las personas mayores. No debemos comunicarnos con ellas de manera infantil. Qué nos queda sin el lenguaje, se pregunta Jerôme. El lenguaje es la última barrera cuando todo se va desvaneciendo. La comunicación es fundamental, y su falta, así como el dolor de recordar, la soledad por no querer ser una molestia y el miedo a estar sola socavan la moral de Michka.
Ella, desinhibida, indaga también la vida de Marie y de Jerôme. Mete los dedos en sus respectivas llagas, buscando. Jerôme reconoce en un momento de la historia que lo que más le sorprende, después de más de diez años de experiencia como logopeda, son las secuelas que dejan en las personas las penas infantiles. Las penas de la infancia de Michka (la muerte de sus padres, el matrimonio que la adoptó…) derivan en la esperanza que la mantiene no solo viva, sino con ganas de seguir estándolo.
Las gratitudes es un homenaje a las personas mayores y la vejez. Es fundamental agradecerles lo que han hecho por nosotros, sobre todo después de ver cómo la pandemia se ha cebado con ellos. En su memoria, la escritora francesa construye una novela donde habla del valor de dar las gracias, pero no de darlas de forma automática, sino sintiendo el agradecimiento.
Asimismo, critica el edadismo y el maltrato verbal que a veces reciben las personas mayores. Las personas mayores en la actualidad se ven desasistidas en muchos momentos por la poca accesibilidad a las nuevas tecnologías que le imponen en trámites burocráticos o en la vida diaria. Eso les margina y arrincona, así como la falta de contacto humano, piel con piel, que a veces padecen.
¿Qué libertad nos queda cuando se es mayor? ¿Qué cosas siguen bajo nuestro control? A veces ni siquiera nosotros mismos. La narradora dice que envejecer es aprender a perder. Las gratitudes es una novela de esas en las que no pasa nada. Sin embargo, la derrota planea sobre la protagonista. Y el lector, de manera inevitable, presencia la destrucción de su mundo y de ella misma.