El segundo largometraje de Juan Rodrigáñez es una acrobacia entre la burla y la audacia que, sorprendentemente y a duras penas, logra su cometido (si es que tenía alguno): destapar los entresijos más mundanos y ridículos de un grupo de artistas circenses en un pueblo de la meseta castellana.
En la carpa del ‘Gran Circo Indómito’, encontramos a Flor Barbuda, que no es una mujer con barba, sino un señor con una peluca barata; luego está Ricky Rock ‘Dedos de fuego’, un guitarrista que toca horriblemente mal (puede que a propósito); Dolores, una chica que no sabemos muy bien lo que hace; Rocco, un imitador de osos y de cualquier cosa que se le pida; la ‘Todopoderosa pitonisa’ Lolo, una especie de adivina que lee la mente; y, por último, Rafael Rafaelius, el artista conceptual y el maestro de ceremonias.
Las conversaciones improvisadas entre estos personajes y las imágenes casi humorísticas de los ensayos de su cuadro teatral, se intercalan con el paisaje viejo y oxidado del pueblo, lo que consigue, en principio, una contraposición muy marcada de símbolos que, sin embargo, al final, confluyen en el mismo punto: la mundanidad más mediocre.
Las fachadas de ladrillos vistos, las bombonas de butano en la acera, las ancianas de luto, las boinas de cuadros, las calles desiertas, el sonido del afilador, las cortinillas en las puertas, la música de verbena, el ruido de las motos y de los grillos se acoplan con las pelucas grises, los pantalones de purpurina, el lápiz de ojos, el disfraz de oso, las luces de la carpa y las palabras más noveleras formando así un espectáculo absurdo e ilógico en el que el espectador tiene que construir la propia historia, aunque la trama sea mínima y ciertamente aburrida.
‘Derechos del hombre’ es una sucesión de estampas que viaja desde las pretensiones surrealistas y patéticas de un grupo de estrafalarios, tan genuinos y con una fe tan infantil que provocan, más que lástima, empatía, hasta la realidad más corriente y franca del mundo rural. No esperen una película sensata ni entretenida ni presuntuosa. Esperen un experimento, un ejercicio de libertad audiovisual cuyo resultado está abierto. Una idea a interpretar. Un concepto sin resolver que hace malabares entre un disparate bien pensado y el bochorno más desconcertante.