En los años cincuenta y sesenta, una mujer llamada Rachel Shilsky, conocida como Ruth, paseaba en bicicleta por Queens, Nueva York. Era la única blanca del lugar, y no se sentía amedrentada por ello, puesto que su misión era sacar adelante a sus doce hijos. Por eso, el octavo de ellos, James McBride (Estados Unidos, 1957), escribe en El color del agua. Tributo de un hombre negro a su madre blanca (Big Sur, 2022, con traducción al castellano de Josefina Guerrero) una oda a su progenitora.
McBride es hijo de un hombre negro y una mujer blanca y creció en un barrio pobre de Brooklyn junto a sus once hermanos. Siempre vio a su madre de forma extraña por el color de piel, que desentonaba con el de sus hijos y los habitantes del barrio. Por eso, una vez en la adultez, el autor usa la memoria y regresa al pasado y a la figura de su madre para analizar cómo fue su relación con ella y cómo la veía a través de sus ojos.
Rachel Shilsky fue una mujer judía nacida en Polonia que emigró a Estados Unidos junto a su familia. A su vez, ella huyó de la opresión de su familia para casarse con un pastor bautista negro, padre de sus primeros ocho hijos. Tras la muerte de este, unió su vida a otro hombre negro, con el que tuvo cuatro. Rachel reconoce que dejó de ser judía, quizás, por la cantidad de deberes, obligaciones y prohibiciones que había en su religión, donde por otro lado nunca recibía muestras de cariño. Entre judíos, no se hablaba de determinados temas como la muerte y había que obedecer y seguir a rajatabla las normas de la religión.
Shilsky no anima a su hijo a investigar sobre su familia porque sabe que, para ellos, ella está muerta. Sus antepasados habían huido de Rusia hacia Polonia, y los padres de esta habían emprendido de nuevo el camino, en esta ocasión hacia Estados Unidos. Ella sufrirá la insistente amenaza de que los devolvieran al Viejo Continente, pero se mantendrá en América. Siempre ensalzará la educación y la escuela, así como la fe en Dios y la desconfianza en las autoridades y los desconocidos.
Shilsky era la única mujer blanca que se veía en Queens. A McBride no le gustaba que su madre paseara por el barrio en bicicleta y que todos la vieran. Tenía miedo de que los negros pudieran asesinarla. Él la describe como una mujer sobrecargada de trabajo para mantener a hijos de todas las edades, cada uno con sus respectivas necesidades. Por otro lado, su padre había muerto antes de que él naciera y su padrastro no vivía con ellos, solo iba los fines de semana, por lo que McBride padece la ausencia de esas figuras adultas.
En estas páginas, el autor habla sobre renunciar al pasado, que es lo que hizo su madre, y sobre cuánto conocemos realmente a nuestros allegados, en este caso a quien nos dio la vida. También sobre superar el duelo, como ella intentó hacer tras los fallecimientos de sus dos cónyuges, su madre, su hermano o su mejor amiga. Estas muertes amenazaron con acabar con su cordura, y para ello se agarró a Jesús. Shilsky encontró su salvación en el cristianismo. De hecho, el título del libro viene a raíz de una pregunta que McBride le formuló a su madre sobre si Dios era blanco o negro. Ella le respondió que Dios es del color del agua, y el agua no tiene color.
Ante el miedo o la vergüenza, McBride se miraba en el espejo y veía a otra persona, pero a una mejor que él mismo, porque «carecía de opiniones y me escuchaba». Una de sus hermanas le dijo: «Tienes que escoger entre lo que el mundo espera de ti y lo que tú esperas de ti mismo», y por eso el autor se propuso reconstruir el pasado y explorar, entre otros temas, la represión y la violencia que su abuelo materno ejerció contra su madre o el porqué de la diferencia de color entre estas y sus hermanos y él.
Este libro está escrito a dos voces: los capítulos en los que habla McBride están en letra redonda y en los que lo hace su madre en cursiva. Mezcla el relato de su pasado familiar con la visión del mundo y la época y temas como el racismo, la pobreza y la violencia. Así, habla sobre la muerte de Malcolm X o el auge de los Panteras Negras. Se trata de unas memorias que incluyen momentos de humor pero también escenas desgarradoras, en las que conviven judíos y negros en una relación que el autor define como de amor-odio.
McBride, además de escritor, es músico y guionista. En 2013 recibió el National Book Award por El pájaro carpintero. Con El color del agua, McBride hace un ejercicio de memoria y recopilación de testimonios para reconstruir la vida de su madre y de su familia materna, así como la suya propia y la de sus hermanos, que salieron adelante.