Marc Martínez lleva 38 años dedicándose al mundo de la interpretación y es una persona muy polifacética ya que, además de actuar, ha escrito y dirigido teatro, además de componer música. El próximo viernes, 5 de febrero, estrena en Netflix la segunda temporada de Hache, donde interpreta a Arístides. Desde Nostromo hemos podido hablar con él para que nos cuente más detalles acerca de la segunda temporada de la serie protagonizada por Adriana Ugarte y también para que nos diga cómo afronta la situación actual de la cultura.
¿Siempre quisiste dedicarte al mundo de la interpretación?
En el “mundo de la interpretación”, dicho así, no ingresé hasta que empecé a ganarme la vida haciendo teatro en serio; en mi caso, en una compañía de teatro infantil (ahora se le llama familiar) del barrio de Horta que se llamaba Paper d’Estrassa. Esa fue la primera vez que gané dinero por actuar, que era una cosa que me había proporcionado bastante placer desde niño. Pero a hacer teatro empecé de muy pequeño, a los 6 años, en el colegio San Francisco, con Edgardo Valerio, un profe mío, uruguayo, un loco de la literatura y del arte en general, le debo la vida, casi. En el Raval por las tardes no pasaban muchas cosas buenas, por eso mi padre, con mucha vista, nos dio permiso a mi hermano y a mi para quedarnos a ensayar cada tarde, de seis a nueve menos cuarto. Mis recuerdos de esa época, entre semana, son siempre dentro de un teatro. “El médico a palos”, “Los Viajes de Pedro el Afortunado”, “Yvonne, Princesa de Borgoña… ¡El veneno del teatro corría por mis venas! Y, bueno, en casa, siempre hubo un espacio para las variedades: flamenco, canto, chistes, boxeo…
Con respecto a la formación de un actor, ¿piensas que es algo que se valora o que no se tiene muy en cuenta?
Hoy en día, con el auge de las plataformas, las series, y el cine hecho para la tele, digamos que no es una cosa que se exija antes de acceder a un casting. Más bien miran el número de followers que tienes, y cosas por el estilo. El trabajo de un intérprete ante la cámara es realmente muy particular; para empezar, es curioso que, a diferencia de otros oficios -de la mayoría de ellos diría yo-, puedes “desarrollarlo” sin necesidad de conocerlo, o de haberlo aprendido. Y esto pasa porque lo que se nos exige que representemos se parece bastante a la VIDA… y en esa asignatura hay personas que sacan muy buena nota sin tener que estudiar. Es decir, que si encajas en el perfil que buscan, muchas veces te dejan circular sin documentación. Y, aunque me sepa mal decirlo, a menudo cuela bastante. Más adelante, si el susodicho desea repetir la experiencia en el medio… ahí ya es muy probable que necesite ampliar conocimientos en alguna academia.
Esto, sin embargo, no sucede con un concertista de piano, una bailarina de clásico, o un cirujano. Y luego, en el teatro, es un fenómeno que se percibe menos porque sin técnica es imposible cruzar la cuarta pared y llegar a platea. En el escenario eres tú el que traspasa. Ante la cámara es al revés, ella es la que te atraviesa.
¿Qué se puede encontrar el espectador en la segunda temporada de Hache?
Más luz, más aire, movimiento. En la 2T de Hache hay un cambio total de paradigma. La primera acaba con los protagonistas huyendo, en un final abierto, viajando lejos, en un intento de redecorar sus vidas, en busca de un lugar amable en el que encontrar un respiro, dejando atrás el lastre de un pasado tumultuoso simbolizado, al ralentí, por el fuego de una hoguera, una noche de Sant Joan en Barcelona. La 2T abre con música, en una fiesta en Nápoles; ha pasado un año y han tenido tiempo suficiente de reencontrarse y poner al día algunos de sus deseos. Están en paz. En el primer capítulo, una visita inesperada precipitará de manera implacable los acontecimientos, perturbando esa calma aparente. Hay personajes nuevos, aparentemente sencillos pero llenos de dobleces, muy ricos, de los que tanto nos gustan. Y los protagonistas cogen mucho impulso, dando un decidido paso más al frente. Y se ha cambiado el jazz y el bolero, por la balada romántica y la tarantela. Dicho de otro modo, es una 2T muy magnética que invita a ver la 1T… y, sobre todo, te hace preguntarte, ¿para cuándo la tercera?
¿Qué nos deparará Arístides, tu personaje en Hache en esta segunda temporada?
Arístides ya apuntaba maneras en la 1T. Es un bombón de personaje. Yo me he limitado -como decía Mastronianni- a aprenderme sus líneas y a pegarme bien el bigote; en este caso, la nariz. El éxito de la creación de un personaje es siempre una cuestión de humanidad. Cuanta más seas capaz de insuflarles más se elevan. Lo de la verdad… es un concepto un poco desfasado ya. Es la humanidad la que supera la ficción. No me quiero quitar mérito, pero cuando te regalan un papel así… Uno lo sabe desde el primer momento. Lo lees y dices: -esto. Pero el placer de haberlo parido, combate a combate, ya no me lo quita nadie. Sólo puedo decir cosas bonitas de este murciano / catalán, quizás que en esta 2T crece y crece, y que a fuerza de golpes intentan hacerlo pequeño, entre los fantasmas y los claroscuros de la época más tenebrosa de la historia reciente de España.
¿Qué le dirías a los espectadores para animarles a que vean Hache?
Yo les diría que la 2T es tan buena… que lo que tienen que hacer es ponerse a ver la primera. A mí esto me ha pasado con varias series. Un día te hablan de tal o cual maravilla, pero tú llegas tarde y te ves la tercera, pero te gusta tanto, que te la tragas del tirón en una noche, y al día siguiente empiezas con la primera. Estoy deseando que pase esto con Hache. Podría ser. A mí me ha entrado como un tiro. También les diría, a los que se la perdieron, que tienen la oportunidad de ver una historia muy original, “noir”, de género, rodada con mucha fuerza, pero tremendamente sensible, empezando porque la jefa, la capo, es Helena, una mujer como fuera de época, o sea, una “heroína” del siglo XXI en los sesenta. Y para los estetas… que tiene una ambientación en la Barcelona del franquismo desarrollista absolutamente impecable. Y una banda sonora de 10, las dos temporadas.
¿Qué crees que aporta Hache al mundo de las series policiacas españolas?
La gran novedad de Hache es el punto de vista desde el que se explica la historia, es decir, Helena como eje. Como os decía antes, el hecho de que sea una mujer la que haga el viaje desde el infierno de su cocina hasta el trono del narcotráfico en la Barcelona de los 60 en esa España retrógrada y negra… es algo que yo, personalmente, nunca había visto -ni leído- y que me fascina.
Otra cosa que me encanta, es que se ha intentado no copiar el estilo americano, o inglés, típico de este tipo de productos. Es muy fácil caer en estereotipos, y creo que nosotros conseguimos encontrar una manera bastante cañí de movernos en las aguas movedizas del hampa de ficción. Hemos visto tantos gánsters y tantas mafias… que hay que ser muy valiente y refundar el género para hacerlo nuestro, y olé.
Netflix cuenta con un gran presupuesto para sus series. ¿Es diferente el proceso de trabajo en Hache que en otras series en las que has trabajado?
La verdad es que a nosotros no nos llega ese tipo de información. A duras penas sabes lo que cobras tú o tus compañeros, con lo que imagínate saber qué vale esto o cuánto cuesta aquello. Lo que sí he visto es que hemos hecho una serie como si hiciésemos una película por capítulo, porque ha habido presupuesto para decorados, coches de época y 150 figurantes. Aquí hay nivel, gusto y estilo.
En 2017 te pudimos ver en Homo Zapping. ¿Cómo es trabajar en un programa de estas características?
(Ríe.) Para mí es algo muy natural, a pesar de que hacía años que no trabajaba en un show de humor para la tele. Así es como empecé, y la verdad es que me siento como pez en el agua. Llevo un montón de años en la profesión, y he hecho casi de todo. Empecé con la comedia, casi siempre interpretando chicos divertidos, los amigos del protagonista y cosas por el estilo… pero poco a poco mi carrera me ha ido llevando a la periferia de los repartos, y me he especializado en personajes más fuertes, duros, intensos, a los que luego les pasan cosas, buenas o malas, dependiendo del género. Pero a mí me encanta hacer reír a la gente, ese es el origen de todo… Y como en esos momentos estaba en El Terrat con mi monólogo Mal Martínez, producido por ellos, y me veían cada día en el escenario haciendo el loco, me enrolaron en el Homo Zapping unos cuantos programas; pero, vamos, mañana mismo me metería de cabeza en cualquier comedia que se preste, o se tercie.
¿Por qué crees que la cultura está siendo especialmente maltratada en los últimos meses?
Vamos a ver, esto no es de ahora; la cultura ha sido siempre maltratada en este país, tanto por el Gobierno de España, como por el de la Generalitat en Catalunya. Vivimos de una mísera parte de los presupuestos generales, en general, porque la cultura no es un bien esencial en España. Más allá de alguna película comercial de éxito, de alguna franquicia teatral, musicales, habitualmente, o algunos discos de triunfitos de venta en centros comerciales… más allá de nuestro pequeño “star system” del entretenimiento, la cultura de base no interesa en absoluto. Y como no se apoya ni se potencia, a la gente de a pie deja de interesarle, porque esto es un pez que se muerde la cola. Y así vamos. La pandemia, o la crisis económica de la década anterior, lo único que han hecho ha sido poner en primer plano lo que ya sabíamos, evidenciar la desastrosa situación que soporta nuestro sector desde el tiempo de los romanos.
¿Cómo afrontas como actor esta situación tan incierta y desoladora que nos está tocando vivir?
Personalmente, yo no me puedo quejar. A mí la pandemia me pilló a medio rodaje de Hache 2, con lo que pudimos llevar el confinamiento con cierta tranquilidad, y volver en junio-julio a acabar la serie. La productora, Weekend Studio se portó muy bien con nosotros.
Sin embargo, tengo muchísimos compañeros/as, sobre todo del ámbito teatral, que suelen estar, de natural, siempre jodidos, pendientes de un hilo… y que hoy no se pueden ganar la vida haciendo teatro, danza o circo. Necesitamos un plan de choque para las artes escénicas, y políticas sensibles al lugar que debe ocupar la cultura en nuestra sociedad, en nuestras vidas; porque tenemos un problema, y es crónico, y es endémico.
¿Cuál es tu sueño profesional?
Tengo 55 años recién cumplidos, o sea que no soy yo ya mucho de sueños. Tenerlos los tengo, claro que sí, no te voy a decir que no… pero soy más de luchar por lo que quiero, pero bien despierto, y de ganármelo yo, día a día, poco a poco, porque cada vez soy más consciente de mis limitaciones… así como de mis verdaderos talentos. Me he dado cuenta, un poco tarde, que no lo puedo hacer todo. Cuando tienes 30 años crees que sí, sólo esperas eso. Y mientras tanto, pasas ansia y muchas horas al lado del teléfono; bueno, hoy día, literalmente dentro, en alguna red social, ahogando tus penas en likes. Yo prefiero confiar en mis representantes, Cram Talent, y mientras tanto, pasar tiempo con mis hijos, y cultivar mi huerto.
Realmente, lo confieso, mi sueño más recurrente es que tengo un trabajo fijo y una nómina a final de mes. Y, por supuesto, Sorogoyen.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Este otoño rodé Live is Life, con Dani de la Torre, el director de La Unidad, la podéis ver en Movistar. Me flipó esa serie, y cuando me ofrecieron el papel del padre del protagonista de su próxima peli, me dije: -¡lo ves, hay que seguir poniendo velas, funciona!
Luego, colaboré hace poco en un capítulo de Maricón Perdido, la serie de Bob Pop, una historia autobiográfica que le ha producido el Terrat. Una delicia de relato, muy especial.
Y tengo alguna cosa en el horizonte, pero nada cerrado, con lo que mejor no removerlo.
Por último, ¿cuál es tu película y serie favorita y por qué?
Mi película favorita ha sido y será siempre, Rumble Fish, de Francis Ford Coppola… aunque haya visto después miles de películas, y algunas mucho mejores, pero el impacto que me produjo, a todos los niveles habidos y por haber, La Ley de la Calle a los 16 años, la primera vez que la vi, ya que la he visto una infinidad de veces, me marcó para siempre. Recuerdo salir del cine, volver a mi barrio, el Raval de Barcelona, y llevarme a toda mi colla a la Filmo a verla de nuevo al día siguiente. A la salida, nevaba. Éramos jóvenes y felices. ¡Forever Young!
¿Una serie? Mira, os diré dos. La primera es la última que he visto, y se llama Hache. Se trata de la 2T de una serie maravillosa de Netflix que me ha enganchado mucho. Y la segunda es Peaky Blinders, droga dura para los sentidos. Me vi las 4 temporadas que había colgadas del tirón, en un par de semanas, y me explotó la cabeza muy fuerte. Luego tuve que esperar casi un año para ver la 5ª. Podría vivir tranquilamente entre los hermanos Shelby… ¡BY ORDER OF THE FUCKING PEAKY BLINDERS!