Ya hace 13 años que se estrenó Glee, serie revolucionaria creada por Ryan Murphy que marcaría un antes y un después en el mundo de las series. Empezó siendo una comedia musical que hacía covers excelentes de canciones muy conocidas, tanto clásicos como los últimos éxitos en salir al mercado, superando muchas veces al original. Desde muy pronto tuvo muchos adeptos, suponiendo todo un icono en el mundo LGTB.
Sin embargo, Glee cometió el grave error de acabar convirtiéndose en una parodia innecesaria de sí misma. Es una serie que tendría que haber contado con 3 temporadas, no con las seis que tuvo. Es el claro ejemplo de una serie que es renovada por el claro éxito que tiene, pero que no tiene sentido que continúe. Sus tramas se fueron diluyendo y acabo convirtiéndose en un drama adolescente cursi. Lo peor de todo es que ni siquiera mantuvo su excelente nivel musical. Las primeras temporadas se caracterizaron por versiones excelentes de sus canciones, por emocionar a todos sus espectadores y por hacer de una serie una plataforma de ayuda para muchas personas.
La triste muerte del actor Corey Monteith, fue una de las peores cosas que le pudo pasar a la serie. Fue la sentencia final. El cambio de actores fue algo que a Glee le sentó muy mal. Modificar parte de su elenco original por actores nuevos es algo que su audiencia no le perdonará, de ahí que sus dos últimas temporadas fueran un fracaso de audiencia.
Glee podría haber sido considerada como un referente y convertirse en una de las mejores series de todos los tiempos pero, por culpa de su avaricia, ha quedado olvidada para muchos y, para los que se la tomaron en serio alguna vez, acabo por convertirse en una triste broma. Nunca una serie había involucionado tanto.