Otaberra es un pueblo ficticio, un lugar anclado a la tradición y cuyos habitantes aplastan aquello que intenta sobresalir y destacar como diferente. Se trata de «un sitio donde si algo no está ceniciento lo parece, donde si algo no es lo bastante incoloro es apaleado hasta que se queda tan seco que se le desprenden solo los matices como las hojas a una planta que se deja de regar». En 1989, un suceso ocurrido allí marcó la vida del pueblo y de la protagonista de Otaberra (Blackie Books, 2023).
Esta novela de Elisa Victoria (Sevilla, 1985) está narrada por Renata, una joven investigadora cuya mente va y viene al pasado, a un hecho que sucedió en 1989 y que no puede olvidar. Desde el principio, se percibe a una protagonista obsesiva, perfeccionista y metódica con todo lo que hace. Saca las imperfecciones y se lamenta de ellas durante mucho tiempo, y por eso su mente viaja hasta entonces.
Otaberra trata temas como la amistad, la marginalidad, la adolescencia y la inexperiencia de la juventud. Además, habla sobre la dificultad a veces para encajar en el mundo y el rechazo y burla hacia todo aquello que se salga del redil. Por otra parte, invita a preguntarse qué hubiera pasado si los hechos del pasado hubieran sido otros o hubieran acontecido de otra forma. La obra comprende partes narradas pero también otras en forma dramatizada por dos marionetas o en forma de diario.
En Nostromo Magazine ya reseñamos otras novelas de Elisa Victoria como Vozdevieja y El Evangelio. En esta, sin embargo, se aleja de aquellas y apuesta por un contenido y una estructura diferentes y más experimentales. Juega con elementos diferentes a sus obras anteriores que al menos a mí como lector me han desconcertado por momentos, aunque he de reconocer que al final la obra gana mucho con el final de la historia tan bella como triste de Renata y Eusebio. «Si algo brilla un día brilla para siempre. Incluso si algo no brilla nunca, está brillando en alguna otra parte», se dice en la novela. Pese al pasado, Renata piensa que hay algo brillando en él y siempre permanecerá con ella, porque la memoria es un como órgano vital del que jamás podemos desprendernos.