Es 28 de abril y, sin embargo, nieva. En una casa aislada de un pueblo, viven Dot y sus dos hijos cincuentones, Julius y Jeanie, los protagonistas de Tierra inestable (Impedimenta, 2023, con traducción al castellano de Raquel Vicedo). Llevan una vida tranquila y alejada del mundo exterior, sin televisión ni internet y sobreviviendo de lo que cultivan y recogen; de hecho, Jeanie no sabe leer ni escribir bien. Una mañana, Dot se despierta antes que ellos, se da un golpe y muere en el acto. Ante este suceso inesperado, para los hermanos, su casa se convierte en su escudo contra el mundo, pero también en la cruz que llevan a cuestas, y deben enfrentarse a la sociedad sin herramientas.
Esta novela de Claire Fuller (Inglaterra, 1967), ganadora y finalista de premios literarios, retrata una saga familiar en la campiña inglesa, como ya hizo en Naranjas amargas, reseñada también en Nostromo Magazine. Tras el fallecimiento de Dot, los secretos se descubren, los silencios se rompen y las máscaras de aquellos vecinos que creían conocer se caen. La casa, como la propia vida, se les va de las manos y se introducen en una espiral de violencia y desamparo. Estos dos temas se unen a los de la pobreza rural, el abandono institucional, la exclusión y el sentimiento de desarraigo, además del de no formar parte de nada y no ser bienvenido en ninguna parte.
Julius y Jeanie son hermanos, pero, aunque nacieron con veintitrés horas de diferencia, son muy diferentes. Él es muy abierto a las personas, mientras que ella prefiere la tranquilidad y la seguridad. Por eso, tras el fallecimiento de la madre, diferentes conocidos se entrometen en sus vidas con el objetivo de cotillear o reclamar, lo que los desarma ante un mundo que se les presenta hostil y abrumador. También descubren que pese a la muerte de su madre, que para ellos supone un impacto demoledor, el mundo sigue girando y nada cambia. Como dice Julius, la vida siempre es igual, subir y bajar una colina o amargarse con el dinero, y toda persona necesita tropezarse con algo inesperado para que esta dé un vuelco.
Desde el principio, Fuller pone la miel en los labios del lector insinuando un suceso que ambos hermanos presenciaron de pequeños y que les ha traumatizado, sobre todo a Julius, generándole reacciones físicas. Esto se une a varias escenas angustiantes de violencia, física y burocrática, que hace revolverse a quien las lea por el detalle con que la autora las describe, aunque sin explicitud ni morbo. No es una historia de personas atávicas ni analfabetas, sino una novela rica y precisa sobre reescribir la propia historia después de un acontecimiento trágico y de que se destapen las mentiras. Al final, como dice el personaje del doctor, «es imposible no convertirse en lo que los demás creen que eres».