Al parecer, Beethoven llamaba «música congelada» a la arquitectura. El protagonista de Un beso en Tokio (La Huerta Grande, 2023) es Kengo Ōe, un arquitecto japonés de éxito que un día decide dejar su vida atrás para encontrar la armonía que ha perdido. Emprende un viaje desde Japón a China, España y Zimbabue. Se trata de una travesía que es a la vez física e interior, y también un viaje a través del arte. Así, a lo largo de la obra se incluyen imágenes de pinturas, referencias artísticas y reflexiones en torno a temas como la existencia, el amor, la libertad, la ausencia, los sueños, la belleza y la felicidad. Al fin y al cabo, esta novela habla sobre cómo el arte es el eje en torno al cual el ser humano se mueve para definirse a sí mismo y también aquellos conceptos que le rodean y marcan su vida.
Esta es la primera novela de Cristina Carrillo de Albornoz, exdiplomática de Naciones Unidas. Comienza con Kengo Ōe despertando de un sueño. Los sueños son, precisamente, los que marcan la vida de las personas, y también lo hará con este protagonista. Parece obsesivo con su trabajo porque cree que echándole horas podrá labrarse una carrera de éxito. Sin embargo, ante una noticia trágica, abre los ojos, es consciente de la finitud de la vida y decide poner punto final y aprovechar cada momento. Ejemplifica por tanto la ruptura con el mundo actual, superficial, incomunicado, aislado, que busca lo inmediato, los likes y ser deseado; un mundo donde quien no es deseado no es nadie.
Ōe persigue la belleza porque, como dice uno de los personajes, «rodearse de belleza y calma llena de optimismo y trasciende el dolor. Sin embargo, mirar la belleza no es suficiente». La luz siempre penetra en lo más oscuro, como dice el narrador, y es el amor el que hace que el viaje a esta tierra sea valioso. A partir de reflexiones, el protagonista expresa las emociones más hondas del ser humano y se pregunta acerca de la pasión, el deseo o cuán libres son nuestros sentimientos. Ōe apuesta más por el corazón que por la razón, y no cree en el destino. En caso de que existiera, dice, el hombre es libre de cortar la soga, pues la vida consiste en la libertad.
Un beso en Tokio es un viaje a una Ítaca de aventuras emocionales que plantea numerosas cuestiones acerca de lo que significa ser humano, cómo vemos las cosas o el placer que nos da no solo ver a una persona o un objeto, sino ser vistos por él. Cuando creamos algo, cuando hacemos arte, sentimos miedo porque crear es una experiencia pavorosa, como dice uno de los personajes. Otros dicen que si la vida fuera perfecta y todo fuera bello, no necesitaríamos el arte; que la alegría es un sentimiento más natural que la felicidad. Lo importante es lo intangible: no las notas musicales, sino el espacio que hay entre ellas para construir una melodía. Igual que no son importantes los muros de un edificio, sino los espacios que se deja entre ellos.
Por estas páginas, llenas de nostalgia y sentimiento de pérdida, pasean personajes que desean visceralmente ser deseados; que hablan, sienten y padecen el amor. Cuando el amor deja de ser pura intuición e improvisación, puede aparecer el tedio y amenazar con romperlo. ¿O acaso empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados? Se trata de una obra escrita con un tacto apolíneo y mucha sensibilidad. Pese a que ocurre más bien poco, atrapa por sus reflexiones y dilemas. Todos los personajes parecen coincidir en un rotundo sí a la vida, a la esperanza, al amor y a la belleza, que son los cuatro pilares que sostienen esta historia y quizás también a cualquier persona.