Un grupo de pescadores reunidos en el puerto de una isla espera a que lleguen sus esposas y sus hijos. Van a establecerse en ese pueblo, entre esas gentes a las que no conocen y de las que sospechan que no siguen la palabra de Dios. Solo Él sabrá marcarles el camino en esta vida terrenal, aunque tengan que aguantar las pruebas que les envíe en forma de tentación y pecado. Los pescadores (Nórdica, 2021, con traducción al castellano de Juan Mari Mendizábal) es una de las novelas danesas más importantes. Se escribió en 1928 y narra una batalla entre los habitantes de un pueblo danés y un grupo de pescadores que llegan hasta allí para asentarse. Los pescadores eran de una fe cristiana fundamentalista y cerrada, mientras que los habitantes eran de mente abierta, por lo que chocan y se producen rencillas.
Hans Kirk (1898-1962) narra en esta novela la vida de un grupo de individuos marcada por la religión. Estos pescadores pertenecían a la conocida como Indre Mission, que hacía una lectura fundamentalista de la Biblia. En la novela se suceden acontecimientos en el pueblo de pescadores como nacimientos, muertes, cierre de establecimientos, cambios de pastor en la iglesia… y como telón de fondo, el tema de la religión en la vida de las familias de pescadores mientras sus hijos crecen y ellos intentan progresar.
Entre los personajes destaca Tea, una de las esposas, que se alza como la líder de la pureza y de la fe hacia Él, a la que solo le importa el qué dirán y que se lamenta por no tener cosas materiales que otros poseen. Y Povl Vrist, uno de los pescadores, que llevaba más tiempo que el resto viviendo en el poblado, y de mentalidad más abierta que ellos, al igual que su mujer, que es vista por el resto de esposas con desconfianza. Critican a esta porque mientras les ayuda a hacer tareas en el hogar canta canciones y no eran precisamente espirituales. Además, meten miedo a los niños porque en Nochebuena se les ocurre jugar y eso no está permitido.
Este grupo de pescadores cree que Dios es imprescindible para cualquier progreso terrenal, y basan sus vidas en el aguante, la cohibición y la prohibición en nombre de Dios. Están obsesionados con la religión y con la que interpretan que es la Palabra del Señor. Los pescadores y sus esposas saben que les costará adaptarse a la vida en el pueblo y critican a sus habitantes, por ejemplo, porque los jóvenes van las noches de los fines de semana a bailar a una taberna, porque el panadero no cierra la tienda en domingo o porque el pastor no es lo suficientemente estricto con el cumplimiento de la Palabra de Dios ni devoto difusor de esta. Asimismo, consideran una “barrabasada” que una mujer en una lavandería planche pantalones de caballero. En cada acción, movimiento y palabra buscan o interpretan los designios de Dios.
Este grupo quiere imponer sus ideas religiosas y evangelizar y acabar con los bailes cueste lo que cueste. Poco a poco ganan alguna batalla, pero el pueblo se rebela y les ignora, porque defienden la libertad y el disfrute de la vida por encima de la religión. Un día, los pescadores invitan al pastor del pueblo donde vivían a que dé un sermón, y esto genera la atracción hacia el fundamentalismo de algunos habitantes y prolonga la herida y la división. Además, el grupo cuanto más pretende alejar el pecado (la lujuria, la envidia, la soberbia) más parecen atraerlos. El pastor les hace frente con argumentos científicos y con el diálogo, como representante espiritual de un pueblo que ha vivido en paz y que ellos ahora han alterado con su fanatismo.
El grupo solo habla de las bajas pasiones, de los pensamientos y los actos que se condenan y que no deben hacerse, de la vida llena de pecado. El pastor, por el contrario, fomenta la alegría, el baile en alguna ocasión, la alegría de vivir, y desecha la idea de que por todas partes reinan el pecado y la maldad. Sin embargo, aquellos que se las dan de piadosos también tienen pensamientos impuros y cometen adulterio e incesto, tienen ideas suicidas y pérdidas de fe, y no son tan “puros” como presumen.
Dan una severa educación religiosa a sus hijos, que luego se les vuelve en contra. También ocurre cuando consiguen que el pastor se retire y venga otro más fundamentalista, y por tanto mejor a priori. Sin embargo, lo será tanto que su rigidez les perjudicará. Cada uno cosecha lo que siembra (Gálatas 6:7).