Escrito por Rubén Pareja Ramírez
Roger Moore fue el tercer actor en interpretar a James Bond y, desgraciadamente, el primero de los seis en fallecer, en mayo de este año. El actor británico fue el que más veces tuvo el papel de 007 (en cuanto a las películas «oficiales», es decir, las de EON Productions), con siete películas: «Vive y deja morir» (1973); «El hombre de la pistola de oro» (1974); «La espía que me amó» (1977); «Moonraker» (1979); «Solo para sus ojos» (1981); «Octopussy» (1983) y «Panorama para matar» (1985).
Roger Moore ya fue candidato a Bond para «Al servicio de Su Majestad», junto con Timothy Dalton, pero aún se encontraba rodando la famosa serie «El Santo», en la que interpretaba al personaje principal, el ladrón Simon Templar.
La transición de Sean Connery a Roger Moore se lleva sin mucha dificultad. Esto se debe a que el nuevo Bond es el más divertido y el que más sentido del humor tiene respecto a los demás, con muletillas como:
«Con tantas plumas y al final no puede volar» (En La espía que me amó, tras librarse de un motorista que acaba estrellado contra un camión de colchones).
-Voy a darle de comer a mi gato. ¿Por qué no se queda a cenar? –«Y, ¿cuál es el menú? ¿Whiskas?« (En Panorama para matar, en la mansión de Stacey Sutton).
-James. No tengo palabras. –«Entonces quizás deberías enriquecer tu vocabulario« (En La espía que me amó, en su habitual faena con las mujeres).
–«Lleno, por favor« (En Octopussy, tras aterrizar en una gasolinera con un BD-5).
En «Vive y deja morir«, el debut de Roger Moore deja de lado los enfrentamientos entre rusos y americanos y se centra en el narcotráfico y en el vudú. El tema «Live and let die», interpretado por la banda Wings (en la que cantaba Paul McCartney) ya es un punto fuerte en una aventura llena de persecuciones con lanchas motoras, un sheriff nada agradable y de un estanque repleto de caimanes en la finca del malvado Kananga que amenazan con merendarse a nuestro héroe. La cultura funk de los años setenta es icónica en esta película, en la que el espía se desplaza unos instantes a los barrios neoyorquinos más peligrosos.
«El hombre de la pistola de oro» me supuso en su momento una pequeña decepción. Siendo del año 1974, pensaba que el nuevo Bond ya habría avanzado lo suficiente para no tener que dar bofetadas a las mujeres, algo que también hace en esta cinta con la novia del villano, Francisco Scaramanga. Éste amenaza con dominar Occidente gracias al Agitador Solex, un dispositivo que convierte la luz solar en energía eléctrica, que podría así sustituir al petróleo. Mientras Bond sigue la pista del villano, viajará a Oriente y allí se verá inmerso en el mundo del Kung-fu y demás artes marciales. Además, se encontrará con un viejo amigo, el sheriff de la anterior entrega, que le hará compañía en la caza del catalán.
Uno de los elementos destacados de la película, no por ello importante en la trama de la misma, es la tercera tetilla que posee el villano español, que supone un rasgo muy definitorio. Por eso, James Bond se coloca un tercer pezón postizo al reunirse con Hai Fat, un empresario sospechoso de tener contacto con Scaramanga, y, al finalizar, se lo arranca de cuajo y lo arroja a una cuneta. Ni a Bond ni al propio Moore le gustan, por cierto, esta «glándula mamaria extra».
Foto: sensacine.com
Tras este breve descanso, con «La espía que me amó» se regresa al mundo de la Guerra Fría. En esta aventura, el agente 007 tendrá que evitar que el villano Karl Stromberg destruya el mundo para después crear una nueva civilización bajo el mar, como tanto desea. La persecución inicial en la nieve y la que tiene lugar en Italia, a bordo del espectacular Lotus Spirit mientras tratan de evitar todo tipo de vehículos enemigos, son uno de los mejores puntos de la película. También lo es el angustioso (y machista) momento en el que la espía de la KGB, Anya Amasova, trata de arrancar la furgoneta en Egipto para huir del mítico «Tiburón».
Éste enemigo, caracterizado por su increíble mandíbula de acero, regresa en «Moonraker«, donde, por cierto, encuentra a su media naranja. El éxito de «Star Wars» en aquellos años motivó a los productores a estrenar primero esta película (antes iba a hacerse «Solo para sus ojos»). Aquí, James Bond viaja a la galaxia para rescatar la nave Moonraker, que ha sido secuestrada. Aquí hay mucha tecnología, pero se echa de menos el ambiente tradicional. Eso sí, veremos interesantes luchas en medio del carnaval de Río de Janeiro, o en un teleférico. Incluso veremos a Roger Moore vestido de vaquero, con la música de «Los siete magníficos» de fondo.
«Solo para sus ojos» es una aventura en la que ya empieza a resultar ridículo que las chica Bond sean cada vez más jóvenes que un Roger Moore que ya rondaba los sesenta años. En este caso es la actriz Carole Bouquet, que interpreta a Melina Havelock, quien planea vengar el asesinato de sus padres. Así que Bond estará implicado en este asunto y también en una trama nuclear, en la que se hallan inmersos unos empresarios rivales.
La increíble persecución en Grecia (se supone que es en Madrid) a borde de un Citröen 2 CV amarillo y la espectacular huida en esquí (otra vez) en los Alpes, entre otros momentos de acción, son lo mejor de la película, pero también eclipsan la trama de ésta. Da la sensación de que no sucede nada. Al principio de la cinta, James Bond se vuelve a encontrar con su archienemigo, Blofeld, a quien consigue dar el pasaporte a bordo de un helicóptero que el propio villano manejaba por radiocontrol para matarlo.
Y, en cuanto a la persecución en el 2 CV, la música de fondo y el ritmo de los vehículos me recuerdan a una película antigua de Lina Morgan, «La llamaban la madrina», en la que acaban huyendo en un Mini de otros perseguidores. Más que una persecución, parece ser un paseito en carricoche.
«Octopussy» es una entretenida aventura en busca de un valioso huevo de los rusos que ha robado un general y que trata de sustituirlo por una imitación. Esto llevará al espía a viajar a la India para conseguirlo. La espectacular exhibición aeronáutica del principio, a bordo de un avión plegable BD-5, es una de los fuertes de la cinta, como la persecución en taxis indios, en la que el papel fundamental para que el espía logre librarse de sus enemigos será… el dinero.
El título de esta película fue polémico en su día, tal y como explicó Roger Moore, en el momento en que anunció en un programa norteamericano que se iba a hacer una nueva entrega de James Bond. «¿Qué tiene de malo adorar a un «gatito»?, se preguntaba el inglés en referencia a la palabra «pussy», que, además, se refiere a un elemento de la anatomía femenina…
«Octopussy» es el nombre de una de las novelas de Ian Fleming, pero, concretamente, la película se basa en uno de los cuentos que componen este libro, «The Property of a Lady» (La propiedad de una dama).
Los inventos que Q proporciona al agente son dignos de ser mencionados aquí, por cierto, como el micrófono espía que Bond esconde dentro del falso huevo para cotillear las conversaciones de los enemigos, o el G757 de Seiko. Q equipa este impresionante reloj con una función de televisión que recoge las imágenes de la señal de una cámara. Bond pronto realiza las pruebas de emisión pertinentes ante el escote de una muchacha que trabaja en el laboratorio.
Por último, nos encontramos con «Panorama para matar«. La película resulta ser un remake de «Goldfinger», en la que ahora el malvado Max Zorin, interpretado por Christopher Walken, trata de dominar el mundo con la destrucción del Silicon Valley y de la famosa falla de San Andrés, para monopolizar la producción de silicio.
El fabuloso «A view to a kill» de Duran Duran y la presencia de Grace Jones, en el papel de Mayday son uno de los pocos atractivos de esta película en la que tenemos un Bond de 59 años y en la que la chica, Stacey Sutton, interpretada por Tanya Roberts, ni pincha ni corta demasiado, aunque sabe cargar muy bien las escopetas con sal. ¡Ah, bueno! Y el perrito robot de Q, que espía a ambos al final de la película mientras se están dando una ducha.
Si ya de por sí la película no resulta muy atractiva, para eso está el doblaje español, que permite reírse al escuchar cómo llaman al mítico lugar de la bahía californiana «Valle de la Silicona». Al parecer, allí no solo se fabrican microchips, sino también implantes mamarios. Cada día se aprende algo nuevo.
En realidad, todos aquellos chascarrillos se debían al amiguetismo que Roger Moore llegó a explicar que existía entre todos los que formaban parte del equipo. Muy poca diferencia habría, pues, con una película hecha por Santiago Segura, en ese aspecto. Esto explica los mismos nombres en las diferentes funciones, como los títulos, la música… Siempre querían contar con los mismos. Moore asegura que había muy buen ambiente y que ya llegaban a ser como una familia.
Destaca una misteriosa anécdota que Sur, el periódico de Málaga, ha recordado varias veces este año con motivo de la muerte del actor. En 1965, el diario malagueño anunciaba que el famoso Simon Templar iba a pasar unos días en Estepona, concretamente en una zona llamada Punta de la Plata, donde había alquilado un lujoso chalet. Pero jamás se vio el rastro del británico por allí, lo que hace dudar a muchos si realmente llegó a pisar aquellos territorios.
A Roger Moore le correspondía, al parecer, hacer una octava película de James Bond. Pero el inglés ya había aguantado demasiado en este rol. Asegura que se sentía cansado y horrorizado de acostarse con mujeres cada vez más jóvenes, ya desde «Solo para sus ojos». Por eso guardó la pajarita y el esmóquin para que se los pusiera el siguiente actor, Timothy Dalton.