Basilisco (Impedimenta, 2020) es un buen ejemplo de que no hace falta verborrea ni palabros para escribir una gran novela. Esta obra se nos presenta como un wéstern. El protagonista vive junto a su esposa, Katharina, y juntos tienen dos niños pequeños. En un viaje a un rancho en Estados Unidos conoce la historia de John Dunbar, un trampero y veterano de la Guerra de Secesión que lleva muerto más de un siglo. Sin embargo, siente su presencia muy viva. Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) entrelaza la historia del protagonista con la de Dunbar y a través de los capítulos autoconclusivos va alternando la vida de uno y de otro, el pasado y el presente, aunque con un lazo común.
Así, se nos narran en tercera persona acontecimientos de hace más de un siglo que tienen como protagonista a Dunbar, al que apodan Basilisco, mientras que en otros momentos volvemos al presente con el otro protagonista, quien nos habla en primera persona sobre su vida. Bilbao intercala ambos tipos de narradores para establecer una distancia con respecto a esa historia lejana, porque es otro quien la cuenta —desde una perspectiva general— para que conozcamos mucho más allá de las idas y venidas de Dunbar en el Lejano Oeste.
El primer capítulo sirve como contexto de la historia y de los personajes. A partir de aquí, los narradores hacen zoom en las descripciones y se adentran en la psicología de los diversos personajes, dibujándolos con precisión. Por aquí se pasean tramperos, buhoneros, maleantes, usureros y pistoleros. Muchos hombres con sed de oro y riquezas, exploradores y creyentes sin parangón. Entre todos ellos destaca Dunbar, un hombre de gran estatura, resistencia y valentía, rasgos similares al Håkan de A lo lejos, de Hernán Díaz, obra que tradujo precisamente Jon Bilbao.
Basilisco incluye diarios de personajes secundarios y una religiosidad inherente en la mente de algunos expedicionarios de entonces, buscadores de lo imposible. Una religión, además, arraigada y de costumbres muy ortodoxas. La prehistoria, la ciencia y la religión colisionan en una historia donde se moldean y adulteran leyendas cuando estas pasan de una boca a otra a través de generaciones.
Hay varios espacios en la historia —Estados Unidos, Grecia, Bilbao, Asturias— y por eso Basilisco es mucho más que un wéstern, además de no ser un wéstern convencional. Aquí hay unas historias dentro de otras como en una matrioska. Las hordas de perseguidores por el Lejano Oeste se unen a la capacidad de lidiar con los hijos pequeños de la actualidad, creando una mezcla de dos épocas cruzadas y explorando de paso la paternidad y la responsabilidad de cada individuo con sus padres y con sus hijos.
En esta novela se entrelazan persecuciones, rencores, asuntos pendientes, la fe y la historia de la humanidad en una trama que reúne a John Dunbar, al protagonista y a los que este crea en sus propias novelas. También tiene una presencia potente el personaje de la Araña, un hombre misterioso, de presumible maldad pero que no atenta directamente contra Dunbar. El personaje de la Araña se erige como símbolo y como tótem: figura aracniforme y aterradora en el relato del presente, figura humana e inofensiva en el relato del pasado.
Algunas frases telegráficas de la narración y de los diálogos no impiden desarrollar en profundidad la identidad de los dos protagonistas en este viaje literario a lo largo de los siglos. Aunque hay escenas autoconclusivas, todas juntas conforman la historia de la novela. Sobre ambas líneas temporales gira el inexorable paso del tiempo en un pequeño pueblo asturiano y en el alma atormentada de un hombre. El protagonista rezuma dolor, fracaso y melancolía en esta novela casi circular donde, al final, se atan cabos.
Bilbao explora la mente humana más allá de sus límites, así como la conexión pasado-presente, rozando lo que podríamos denominar la «ciencia ficción metaliteraria». Recrea espacios inhóspitos y escenas donde acumula toda la tensión de la novela. Este es un relato con mucha fuerza y atracción, un juego literario donde el autor maneja a dos protagonistas como muñecos, superponiéndolos.
El personaje de Clement dice en un momento de la novela que, en las obras de Shakespeare, los malos hablan mucho y los buenos son callados. En esta obra de Bilbao, el protagonista que vive en la actualidad es un hombre callado que tiene poca conversación con su mujer y con otros personajes, pero sí establece un extenso soliloquio que da conversación al lector; mientras que John Dunbar, el otro protagonista de esta historia, sí es más callado. Sin embargo, la maldad no es elemento determinante en esta historia, sino los tormentos que atenazan a algunos de los personajes principales. Aun así, son varios los que arden en su rabia sin nunca consumirse.